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Objetivo: que el ‘San Pedro’ de Murillo no salga de Sevilla

San Pedro penitente de los Venerables, h. 1675

Alejandro Luque

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Apenas han pasado tres años desde las celebraciones del IV centenario de Bartolomé Esteban Murillo, que incluyeron congresos, conferencias, exposiciones y publicaciones varias, y el nombre del pintor vuelve a estar de actualidad. Esta vez, debido a cuestiones ajenas a la esfera del arte, y que tienen más que ver con el mundo empresarial: en concreto, con el proceso de liquidación de Abengoa, que compromete el futuro de San Pedro Penitente, obra maestra de la escuela sevillana que se encuentra en el Hospital de los Venerables de la capital hispalense.  

Se trata de un óleo sobre lienzo encargado a Murillo hacia 1675 por Justino de Neve, uno de los patronos más inteligentes y expertos que tuvo el pintor, y que en su testamento (1685) la legó al edificio barroco del Hospital de los Venerables Sacerdotes de Sevilla, sede de la Fundación Focus-Abengoa. La pieza permaneció en Sevilla hasta el año 1810, cuando fue expoliado durante la invasión napoleónica, regresando a España en 2014 y siendo objeto de restauración por parte del Museo del Prado.

Abengoa, que adquirió el San Pedro Penitente por seis millones de euros, había pignorado –dado en prenda– el cuadro por una deuda de 8 millones de euros con la Seguridad Social. Ante la posibilidad de que quisiera venderlo, las instituciones movieron ficha y el pasado mes de mayo, a instancias de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía acordó inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico (CGPHA), como Bien de Interés Cultural (BIC), con la tipología Mueble, esta obra considerada una de las cimas artísticas de la producción del pintor sevillano, destacando sus “valores culturales acreditados y relevantes que justifican su inclusión en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz (CGPHA) con la máxima figura de protección, la de Bien de Interés Cultural”. Esta decisión que condicionaba el futuro de la obra, dado que entraña la prohibición de su salida del territorio español.

Doble valor

“La importancia de esta pintura en el conjunto de la obra artística de Bartolomé Esteban Murillo”, informaba la Junta entonces, “confiere un doble valor al bien cultural que justifica suficientemente su protección al tratarse de un ejemplo iconográfico único en la producción de Murillo, que aúna el barroquismo de los modelos compositivos de Ribera con la ternura y suavidad del colorido de Murillo, además de tratarse de una obra llena de simbolismo, por estar dedicada a la penitencia y al arrepentimiento, que se halla directamente relacionada con el lugar para el que fue creada”.

Ahora, y ante el riesgo de que el patrimonio de Abengoa sea dispersado a raíz de su proceso de liquidación iniciado el pasado mes de julio, el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, ha anunciado que remitirá sendos escritos al consejero de Turismo, Cultura y Deporte y al ministro de Cultura y Deporte en los que solicita coordinación a ambas administraciones para que realicen los estudios necesarios con el objetivo de ejercer el derecho de tanteo sobre esta obra en caso de que salga a subasta para garantizar, desde la titularidad pública su continuidad en la ciudad de Sevilla. Dicha iniciativa fue aprobada en el Pleno del Ayuntamiento hispalense el pasado mes de abril, votación que vino sucedida por la declaración como BIC por parte de la Junta.

Para el catedrático Benito Navarrete, uno de los más acreditados expertos en la obra de Murillo y la persona que advirtió del riesgo de perder este valioso cuadro, “es el Estado quien debe responder, a través de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de obras de arte, estudiando la adquisición del San Pedro Penitente. El juez concursal obliga a que los bienes de Abengoa sean subastados y el ministro debe impedir que este murillo acabe en manos de un particular”.

Santa Catalina

“No es una obra como las demás”, dice Navarrete de esta representación del apóstol San Pedro como primer sacerdote de la iglesia, justo en el templo del hospital de Venerables, dedicado al cuidado de los sacerdotes ancianos, y cuyo lienzo estaba rodeado por una importante moldura tallada con calados. “Reúne muchos valores simbólicos como su vínculo con Justino de Neve, que la refleja en sus últimas voluntades, su relación con los Venerables, donde acompañaba a la Inmaculada que hoy está en el Prado; y muestra también su naturalismo, con una marcada huella de Ribera. Pero sobre todo se trata de una pieza de muy alta calidad, no es fácil encontrar un murillo de esa altura”.

Por otra parte, el pasado 19 de diciembre, el consejero de Turismo, Cultura y Deporte, Arturo Bernal, presentaba en el Museo de Bellas Artes de Sevilla otra de Murillo, Santa Catalina de Alejandría, la última adquisición de la Junta de Andalucía para su colección museográfica, que se expone de forma temporal -dentro de la oferta cultural para Navidad- en la Sala V de la pinacoteca sevillana.

Esta obra, también protegida como BIC, fue adquirida el pasado mes de junio por un importe de 1.089.000 euros a la Fundación Focus. Con su exposición al público en el Bellas Artes se culmina, tal y como explicó Bernal, “el proceso de recuperación para el patrimonio andaluz de una obra muy representativa de la producción temprana de Murillo”, que, además, reafirma la apuesta del Gobierno andaluz por incrementar con piezas de alto interés patrimonial los fondos museográficos en Andalucía.

Dos obras expoliadas

En este sentido, el consejero ha detallado que esta obra -asignada hasta el año 2003 al pincel de otros autores como Zurbarán o Alonso Cano- se suma a las incorporaciones de la escultura de la Virgen de la Leche, de Luisa Roldán La Roldana, las piezas de escultura romana de la antigua Urso (Osuna), la pintura de Santa María de Pazzi de Alonso Cano, dos monedas andalusíes de oro del siglo XI y la escultura del busto romano de Antonino Pío. 

Para el Museo de Bellas Artes, que cuenta con una colección de 24 obras del maestro sevillano, la incorporación de esta obra, pintada hacia 1652-1657, es especialmente significativa, puesto que pertenece a un período de la producción del pintor escasamente representado en sus fondos, dentro de la etapa joven de Murillo en la que su obra está todavía fuertemente influenciada por el naturalismo tenebrista de la generación anterior.

“Es también una obra muy relacionada con Sevilla, pues salió de la Iglesia de Santa Catalina, y también fue confiscada por el mariscal Soult”, concluye Benito Navarrete. “Tanto el San Pedro como la Santa Catalina estaban en el extranjero como patrimonio expoliado, y logramos recuperarlos. Nos dejaría en muy mal lugar que el San Pedro no acabara también en un museo público”.

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