Al amanecer del 30 de abril de 1943 el pescador José Antonio Rey encontró en la playa onubense de El Portil el cadáver hinchado de un hombre vestido con el uniforme de la Royal Marine británica, sin saber que su hallazgo, lejos de ser casual, había sido preparado con mimo para cambiar el curso de la Segunda Guerra Mundial. Aquel cadáver pútrido era el fabuloso gancho narrativo colocado por el espionaje británico al enemigo nazi, que picó, franqueando a los aliados el paso por Sicilia hacia toda Italia.
¿Quiénes y cómo escribieron la operación Mincemeat, una de las ficciones más extraordinarias jamás contadas? El arma del engaño (John Madden, 2021) relata un episodio tan inverosímil que solo podría ser verdad. Lo hace a la manera británica: un producto de acabado perfecto que traslada un indisimulado orgullo por lo suyo y, por supuesto, interpretado por Colin Firth. Fue estrenada este jueves en el Festival de Málaga, que ya no es un festival de cine español o en español, porque se ha sacado de la manga una nueva sección donde proyecta estrenos internacionales. El estreno en salas de El arma del engaño está previsto para el 20 de mayo.
Para redondear la oferta, el festival incluso trajo a John Madden, director de esta película y de éxitos como Shakespeare in Love, para un breve coloquio con periodistas y público. Él y su equipo rodaron la parte española de la historia en Málaga en los primeros meses de 2020. Se ven las playas de Marbella y el ayuntamiento de la capital, en cuya asta ondeó la bandera preconstitucional la mañana del 8 de marzo. Fue el último día de rodaje. “Éramos muy conscientes del significado de poner una bandera franquista en el ayuntamiento y nos rogaron que la bajáramos lo más rápido posible”, recuerda el director.
“Convencer a Hitler de que no vamos a hacer lo que cualquiera sabe que haríamos”
“Esta historia es tan increíble y tan extraña que era un reto en sí misma”, explica Madden, consciente de que siempre tuvo entre manos un material extraordinario: la historia de cómo la inteligencia británica engañó a los espías alemanes depositando el cadáver del comandante de marina William Martin (en realidad, el vagabundo galés Glyndwr Michael, fallecido en las calles de Londres) en una playa onubense, adonde habría ido a parar tras estrellarse su avioneta camino de Argel.
Entre sus pertenencias, guardadas en un maletín amarrado a su gabardina, figuraban una foto con dedicatoria de su novia Pam, tiques de compra y un documento revelador: una carta personal escrita con tinta indeleble del teniente general Archibald Nye al general Harold Alexander, dando a entender que el desembarco británico en el Mediterráneo se haría en Grecia.
Los británicos confiaban en la afinidad del régimen franquista con los nazis. También sabían que el sur de la Península era un nido de espías alemanes. Ambos hechos fueron decisivos para que el documento acabase pasando por manos alemanas antes de ser devuelto a los británicos con el resto de pertenencias. De España, la información viajó a Berlín, donde se tomó la decisión de mover a Grecia las tropas que esperaban el desembarco aliado en Sicilia.
Los alemanes se “tragaron la carne picada”, según la frase atribuida a Churchill. La Operación Mincemeat consiguió lo que había pedido: “Convencer a Hitler de que no vamos a hacer lo que cualquiera con un atlas sabe que haríamos”. Desembarcar en Sicilia para empezar a ganar la guerra por el sur.
Una ficción que debía ser tomada como verdad
La Operación Mincemeat fue concebida por el capitán de la RAF Charles Cholmondeley (interpretado por Matthew Macfadyen) y el juez y capitán de corbeta Ewen Montagu (Colin Firth), autores de un fabuloso relato. Porque de eso se trata: El arma del engaño cuenta la historia de cómo otros contaron una historia. Para redondear el juego metaliterario, resulta que aquella ficción guionizada debía ser tomada como una verdad, cuando en realidad se trataba de una mentira.
“Sentíamos que estamos explorando el límite de lo que es real y lo que es ficción”, concede Madden. Gran parte de los integrantes del Comité XX, encargado de diseñar el anzuelo, eran escritores y escribían en aquel momento sus propias historias de ficción. Al falso comandante Martin le escribieron una vida completa y hasta su muerte, publicada en The Times.
“Lo interesante es que se mueve de un punto en el que estaban seguros de lo que hacían a algo que no conocían. Pudo salir catastróficamente mal”, dice Madden, resaltando que estaban condenados a perder el control de su personaje tan pronto como el submarino Seraph lo lanzara a las aguas del Golfo de Cádiz. De hecho, lo raro es que no saliera mal.
El misterio en torno al héroe póstumo
Cuenta Madden que esta historia es bien conocida en Italia, que quizá algunos la conozcan en España, pero que no es demasiado popular en Italia. Fue secreta durante varios años por orden del servicio de inteligencia, a pesar de que Montagu, un hombre con un “alto concepto de sí mismo” y de su decisiva contribución, tenía un enorme interés por hacerla pública.
En 1956 se estrenó El hombre que nunca existió, una película de cierto éxito comercial basada en un libro escrito por Montagu y censurado durante años. “No querían revelar la identidad del cuerpo, por una razón obvia: robaron el cadáver”, dice Madden. Aquella primera versión cinematográfica contenía una mentira piadosa: Montagu pedía permiso a la familia del falso William Martin para usar su cuerpo.
Durante décadas, la verdadera identidad de William Martin se mantuvo en secreto. La tesis de que se trataba de Glyndwr Michael comenzó a imponerse en 1996, cuando el historiador aficionado Roger Morgan encontró evidencias de su identidad. Dos años después, el Gobierno británico admitió que era un mendigo galés que murió en el Hospital de Saint Pancras tras ingerir matarratas. Lo mantuvieron congelado en la morgue durante más de tres meses y usaron su cuerpo sin permiso de la familia.
Desde 1999, la lápida de William Martin en el cementerio onubense recoge la increíble verdad en honor al mendigo que se convirtió en héroe de guerra después de muerto: “Glyndwr Michael, que sirvió como comandante William Martin en la Royal Marine”.