Federico García Lorca supo que algún día no le encontrarían. Que cuando muriese, tal y como imaginó en un poema suyo perteneciente a un fragmento de 'Fábula y rueda de tres amigos', nunca darían con él. Lo cierto es que ocho décadas después de su asesinato su cuerpo sigue sin aparecer, pero la obra que dejó en vida y a la que se le han añadido numerosos documentos de incalculable valor que configuran su legado siguen sin descansar en paz. Pese a que el esfuerzo por parte de las instituciones públicas invita a ser optimistas sobre la llegada del legado Lorca a Granada, los precedentes dibujan un panorama desalentador.
El legado del poeta es propiedad de la Fundación Lorca que dirige su sobrina Laura García Lorca y que desde 1984 custodia en la Residencia de Estudiantes de Madrid el fondo documental que hay sobre Federico. Más de 20.000 documentos repartidos entre toda clase de soportes que lo convierten en un archivo de extraordinaria importancia y cuyo destino final era Granada. Pues Granada comenzó en 2005 la construcción del llamado Centro Lorca para que allí, en plena plaza de la Romanilla en el centro de la capital granadina, se depositara tarde o temprano el legado del artista. Pero el sobre coste de las obras, el desencuentro de las administraciones y las deudas de la Fundación por fraude en la gestión, las claves de este cuento de nunca acabar.
Retraso desde la época de Aznar
El proyecto para la construcción del centro se enmarca en una época muy concreta. A principios de 2004, cuando José María Aznar encaraba el final de sus ocho años como presidente del Gobierno y José Torres Hurtado (PP) acababa de acceder a la alcaldía de Granada por primera vez hacía apenas unos meses, tuvo lugar una de las primeras reuniones para tratar la construcción del edificio que albergase el legado de Lorca. En aquella ocasión la entonces ministra de Cultura, Pilar de Castillo, se felicitaba porque para la puesta en marcha del centro se utilizarían fondos FEDER (fondos europeos) y que acelerarían la obra. Tan optimista era que hablaba de que en apenas dos años, es decir, en 2006, el Centro Lorca ya sería una realidad y por lo tanto el legado del poeta tendría un sitio en Granada.
También entonces se llegó a un acuerdo que años más tarde se utilizaría como recurso para explicar los retrasos. El mismo consistía en que el Ayuntamiento de Granada no tenía que poner dinero para que se construyera el edificio sino que lo que hacía era ceder el suelo para su construcción. Un suelo que se encontraba en la plaza de la Romanilla, en el centro histórico de la capital y a pocos metros de la Catedral lo que suponía una cesión de terreno público más que generosa. Todo ello quedó plasmado en un convenio publicado en el BOE en febrero de 2004 que daba comienzo a la historia de retrasos del centro.
No sería hasta 2005, ya con Zapatero de presidente y Carmen Calvo en Cultura, cuando se suscribiera el acuerdo definitivo que ponía en marcha las obras junto con un proyecto aprobado en un concurso público con arquitectos de la talla de Rafael Moneo para definir la estética del edificio. Ya entonces el plazo dado en un principio por parte de las instituciones que hablaban de dos años para la apertura del Centro Lorca, se dilataba hasta 2010. A partir de ahí empieza el galimatías de fechas y cuestiones económicas. Empezando por 2007 cuando dos años después de que Ferrovial empezase la construcción del Centro Lorca, la institución que debía velar por el mismo, aún no se había formado. Es decir, la constitución del Consorcio Lorca no se firma hasta este año tras varios desencuentros anteriores en los que cada institución pública que debía formar parte del mismo imponía sus criterios y dilataba una negociación que a todas luces parecía excesivamente larga.
Problemas económicos
Con todo, el legado de Federico seguía instalado en la Residencia de Estudiantes de Madrid sin solución de continuidad. Pese a que las obras se estaban ejecutando en el Centro Lorca y tanto el Ministerio de Cultura como Junta, Diputación y Ayuntamiento eran optimistas con respecto a las mismas, al poco tiempo apareció el primer contratiempo serio. Un sobrecoste generado en la construcción del edificio de la plaza de la Romanilla que las instituciones debían asumir por valor de 3,5 millones de euros. Un sobrecoste que en teoría no debían asumir en ningún caso ninguna de las instituciones públicas granadinas a tenor de lo acordado cuando se constituyó el Consorcio Lorca que debe velar por la construcción y mantenimiento del edificio. De ahí que el propio Torres Hurtado achacase a la Junta de Andalucía en 2011, cuando las obras ya llevaban más de un año paradas salvo por mantenimiento, que no quisiera aportar el dinero necesario para que el centro abriese.
Tal desencuentro entre los diferentes actores se mantendría algún tiempo, el mismo que seguía pasando sin que el legado llegara a Granada. Tuvo que ser cuando Susana Díaz llegó a la presidencia del Gobierno andaluz cuando en un plazo de dos meses desde que asumió el mando de la Junta, el Consorcio logró llegar a un acuerdo en octubre de 2013 para que los sobrecostes de la obra quedasen sufragados incluyendo por primera vez dotación presupuestaria procedente del Ayuntamiento de Granada y la Diputación Provincial aunque ninguna administración, aseguran, detalla lo que tiene que pagar cada una.
Paralelamente a los problemas económicos para edificar el centro, la Fundación Lorca que debía gestionar los fondos empezaba a dejar serias dudas sobre su gestión. En concreto por parte del entonces secretario de la Fundación lorquiana, Juan Tomás Martín, que según demostrarían diferentes auditorías se había asignado cantidades económicas millonarias que debían ser utilizadas para la puesta en marcha del centro y que había acabado embolsándose él mismo. Algo que no se supo hasta 2015 cuando las obras ya estaban desbloqueadas y apenas quedaban unos detalles en las mismas para que acabase abriendo definitivamente en julio de aquel año. Sin embargo, pese a que abrió cinco años más tarde la primera fecha realista prevista, del legado de Lorca no había aún ni rastro en Granada.
El legado como moneda de cambio
Que el fondo documental lorquiano aterrice en Granada es un deseo de todas las instituciones, incluida la propia Fundación Lorca, desde 1986 cuando, tras constituirse la organización lorquiana, la misma expresó su deseo de que el legado del artista viajara a su tierra. Pero del deseo a la realidad han distado muchos capítulos que aún hoy siguen escribiéndose. Los últimos tienen como protagonista al Centro Lorca. Por una parte porque el retraso en las obras impedía que el legado llegase a estar en él y por otro porque los problemas económicos derivados de las mismas y del hecho de que el exsecretario de la Fundación se llevara parte de las subvenciones habían impedido que la situación estuviera tan clara como un archivo de tanto peso cultural y social tiene como para estar expuesto en el Centro Lorca.
Pero desde que en 2015 a la Fundación Lorca se le dejó fuera del Consorcio por los desajustes económicos que había ocasionado y que habían sido justificados por las auditorías, la situación de la institución que preside la sobrina del poeta, Laura García Lorca, ha sido compleja. De un lado, siempre han expresado su interés porque el legado esté en Granada pero con el paso del tiempo y las diferentes circunstancias, la herencia de Federico ha acabado utilizándose como moneda de cambio por parte de la Fundación.
Con el Centro Lorca abierto desde hace dos años, sigue sin haber novedades sobre el futuro del legado. Sobre todo, porque los problemas económicos de la Fundación le hicieron amenazar con venderlo a un museo en Estados Unidos si una vez que llegase a Granada la Fundación estaba fuera del Consorcio que gestiona el edificio que debe albergarlo.
No obstante, la Comunidad de Madrid evitó en abril del año pasado que el legado pudiese utilizarse para satisfacer las dudosas cuestiones económicas que proceden de la gestión lorquiana al convertirlo en Bien de Interés Cultural (BIC) lo que le da la máxima protección posible al legado impidiendo que pueda salir de las fronteras españolas. Meses después sin embargo, según deslizan fuentes cercanas al Consorcio, la Fundación habría suscrito un acuerdo con La Caixa para cederle el fondo documental de Lorca a cambio de que la entidad bancaria pudiese hacerse con la gestión del Centro Lorca durante una década.
Esa última cuestión es otra más que se añade a la última auditoría que hay sobre las cuentas del centro y que impiden que el legado llegue a Granada. El actual alcalde de Granada, Francisco Cuenca (PSOE), se afana desde hace un año para que se cierre esta historia de retrasos acumulados en el tiempo. Lo que sucede es que, según señalan las mismas fuentes, pese al buen clima que está habiendo últimamente con las demás administraciones públicas y la propia Fundación -a la que se estudia dar cabida de nuevo en el Consorcio-, la prisa por querer traer el legado está poniendo sobre la mesa la posibilidad de que se le acaben perdonando parte de las deudas a la Fundación haciendo que las mismas pasen a ser públicas.
De hecho, el pasado 30 de junio ya se incumplió el acuerdo con Europa por el que antes de esa fecha se debía haber llegado a un acuerdo para que el legado llegara al Centro Lorca o de lo contrario los llamados fondos noruegos deberían devolverse. Sobre esto tanto la Consejería de Cultura de la Junta como el Ayuntamiento de Granada explican que se han iniciado negociaciones para que no haya que devolver nada y que se extienda el plazo para llegar a un acuerdo definitivo que aclare las cuentas y permita la llegada del legado.
Una fecha aún inexistente que en cualquier caso llegaría con más de un lustro de retraso y que en el mejor de los casos, según deslizó Laura García Lorca, no sería hasta otoño de este año cuando finalmente la historia documental de Federico descansase por fin en Granada.