Fue en este mismo festival, en el año 1988, que a La Zaranda se le abrió América con el montaje Mariameneo Mariameneo. A partir de ahí, la historia de esta compañía jerezana cambió, recorrerían medio mundo. Quince montajes teatrales y treinta y tres años recorriendo caminos, peregrinando de teatro en teatro. Y volvieron a su cita gaditana con nueva obra, La batalla de los austentes, una metáfora truncada de su batalla como teatreros y, al mismo tiempo, metáfora de este país cainita y en desbandada.
La obra muestra a tres supervivientes de una guerra, oficiales de un ejército que no existe, a tres fantasmas que deciden acurrucarse en el espacio del olvido y allí recrear una fiesta macabra, un espejo deformado de la memoria que refleja con nitidez una sociedad podrida hasta el alma. Obra pesimista esta última de La Zaranda que la compañía tuvo que luchar en un Teatro Falla demasiado grande para este montaje de mínima escenografía y su elenco más nuclear: Paco de la Zaranda, Gaspar Campuzano y Eusebio Calonge. Al final, montados en la estructura en espiral propia de sus obras y en una densidad textual que acabó en misa negra y antropofágica, La Zaranda salió airosa del envite.
La obra muestra también cómo La Zaranda lleva estos últimos años rebuscándose. Tropezando y levantándose. Con sus cuatro bártulos, su pequeña maleta, su carrito, sus tres hierros oxidados y la memoria hecha cenizas van empujando esa lucha infinita que los ha hecho conocer y ser reconocidos en medio mundo. La batalla de los austentes, creada en su nave de Jerez, ha sido un replegarse después de la obra anterior, El desguace de las musas, una producción con el Teatro Romea (Focus) en la que contaron con una producción mayor pero que trastocó los tiempos de esta compañía artesanal.
¿Retorno a las esencias de La Zaranda?
PACO DE LA ZARANDA: Es algo que hacemos muy de vez en cuando, yo lo llamo una poda. Es importante volver a encontrarnos y enfrentarnos al desafío de crear un trabajo nosotros solos, sin el apoyo de más nadie. En el anterior montaje había una premura por estrenar, acabé loco. Y me dije, en el próximo trabajo al carajo todo el mundo. Vamos a tomar otra vez tierra. Y ha salido algo muy especial. La batalla que ocurre en escena es la que nosotros tenemos como compañía, como actores y como seres humanos, es la batalla que cualquier ser humano tiene con él mismo.
¿Qué es un ausente, desde dónde mira?
PACO DE LA ZARANDA: Siempre hemos trabajado con la ausencia. Pero en esta obra el personaje no está, el personaje viene. Y para que venga, para que el personaje viva, tú te tienes que quitar de en medio. El juego actoral que ese planteamiento despliega es novedoso para nosotros. Ese juego de presencia y ausencia actoralmente hay que saber torearlo. Para que el personaje sea hay que desplegar una batalla contigo mismo, eso siempre pasa, pero en este caso lo peculiar es que el personaje está constituido por esa misma batalla. Además, las referencias que hacen los personajes en esta obra están tan cerca de la realidad que te cuesta mucho trabajar al mismo tiempo la ausencia. La gente se puede confundir, puede pensar que estamos haciendo política y el personaje no está haciendo política, está viviendo lo que rememora.
EUSEBIO CALONGE: Pero me pregunto qué es lo que verdaderamente está ausente en la obra. Los personajes son tan reales como lo han sido siempre en La Zaranda, están en esa línea limítrofe entre lo vivo y lo muerto. Creo que lo que está ausente, y estos personajes reivindican, es el sentido épico del teatro. Esa épica que llegó hasta Bertolt Brecht y ahora se ha diluido en un teatro contemporáneo que acaba cayendo en formas estéticas o filosóficas donde prima, por encima de la pasión, el desarrollo del discurso y el pensamiento. Creo que el gran ausente hoy en el teatro es la épica. Esa es la reflexión de fondo de esta obra. Esa es la batalla de los ausentes.
¿Está la Zaranda haciendo teatro político?
EUSEBIO CALONGE: Se está diciendo que esta obra lo es. La obra, por qué no decirlo, es una farsa política. Eso hace que lo social y lo político se acentúe. Pero no hay que confundirse: es más un teatro contra político. En esta obra se pone muy en tela de juicio, precisamente, al teatro político. Quienes son los ausentes, los que quieren que la épica del teatro se haga de nuevo presente. Ese es el enfoque de la dramaturgia. Al escribir la obra me enfrenté a por qué en el teatro ya no se puede dar la tragedia, la épica. La batalla de esta obra es esa, que en el teatro se pueda seguir mostrando. Pero no podemos dejar que el teatro se convierta en una tribuna política. El teatro necesita una independencia de lo político porque si no deja de ser crítico, simplemente se suma a una corriente. El teatro político de hoy es un sumarse ideológicamente a la tendencia del momento. Y lo que necesita el teatro para ser libre y crítico es un compromiso con lo poético y con el oficio.
PACO DE LA ZARANDA: De la misma manera que hay esa crítica social y política también está el dolor humano de todos los tiempos. Esos personajes tienen una trascendencia que escapa a lo social. El teatro tiene que tener esa balanza.
¿Cómo está la relación con la tierra, con Andalucía, donde los montajes de su compañía tienen dificultades de girar por ciertas provincias?
PACO DE LA ZARANDA: Bueno, ahora estamos en casa, el FIT es nuestra casa y además, algo que no se dice mucho, mucha gente de Cádiz nos ha seguido y apoyado allí donde fuésemos. Ahora estaremos con esta pieza en Granada y en Sevilla, pero Almería, Jaén… Eso no sale ni de casualidad. El teatro te lleva donde el teatro quiere. No nos hacemos problema.
Ya no os llamáis La Zaranda, teatro inestable de la Andalucía Baja, ¿por qué?
EUSEBIO CALONGE: Cosas administrativas, la Junta de Andalucía no nos hacía ni caso y además solo nos daba problemas. Pues ya está, el mundo es muy grande. Ahora somos La Zaranda, teatro inestable de ninguna parte. Y ya.
Vosotros sois ya unos clásicos del FIT de Cádiz ¿os sentís correa de transmisión entre la dirección del festival anterior y la nueva dirección?
EUSEBIO CALONGE: En los festivales siempre hay dos peligros, que sea continuista con una línea que se perpetúa o que se dé una ruptura absoluta. Tiene que haber ciertos equilibrios. Lo importante es que el teatro esté vivo y más allá de los que pasemos, que siempre habrá nuevos directores y nuevas compañías, el festival siga, que esté vivo, que genere polémica. Nunca será al gusto de todos. Lo importante es que América siga teniendo una presencia en nuestro país y eso se extienda.
Han abierto un nuevo espacio de creación en Madrid, El Atrio. Y están dirigiendo y escribiendo una nueva obra, la segunda, para la compañía Extinta Teatro que se estrenará el año que viene…
EUSEBIO CALONGE: Paco y yo también queremos hacer otras cosas. Son ya muchos años y creemos que hay un lenguaje con el que poder trabajar. El espacio en Madrid es un milagro que queremos potenciar. Ahora tendremos a la coreógrafa Carmen Werner trabajando, por ejemplo. Y este segundo trabajo con la compañía Extinta está siendo otra manera de calmarse, de volver al oficio, porque, aunque con medios muy escasos, estamos pudiendo trabajar con nuestros tiempos. Se estrenará en el teatro Fernando Fernán Gómez de Madrid, teatro que dirige Laila Ripoll, alguien que está dando una identidad a ese espacio y haciéndolo a través del trabajo con las compañías. Trabajar con las compañías y no hacer producciones. Esa es otra gran lucha política por reivindicar. Es más, es lo más necesario ahora en el teatro: la reivindicación de los espacios de la compañía.