La Resinera, el paraje donde se ha iniciado el incendio que ha puesto en jaque nuevamente a Sierra Bermeja, ya resultó afectada el año pasado y es una finca con historia en Málaga. En su día, fue propiedad del dictador libio Muamar el Gadafi. A raíz de las revueltas en Libia, que acabaron provocando su caída del poder y su ejecución, el proyecto quedó bloqueado. La Unión Europea impuso unas sanciones al régimen que impidieron el aprovechamiento de sus activos en el exterior. El terreno, controlado formalmente por el Lybian Arab Foreign Bank, sirve en la actualidad como coto privado de caza.
Gadafi aspiraba a levantar en La Resinera un complejo residencial de lujo en mitad de un bosque mediterráneo de alto valor ecológico, donde crecen alcornoques, pinos y encinas. Según el trabajo que realizaron en su día los ecologistas Paco Puche y Juan Terroba, la finca pasó a manos del dictador en 1991, gracias a la ejecución de una hipoteca impagada.
El macroproyecto encargado por el régimen libio estaba firmado por Estudio Seguí, habitual en Málaga de la obra pública y de grandes proyectos, como el rascacielos del puerto. Recibía el nombre de Resinera Village, y consistía en urbanizar unas 500 de las 6.780 hectáreas de la finca. Sobre ellas se levantarían 1.200 chalets con sus correspondientes servicios y equipamientos, 77.500 metros cuadrados de hoteles y alojamientos turísticos y un campo de golf.
Fue presentado al ayuntamiento de Benahavís y aspiraba a su declaración de interés turístico por la Junta de Andalucía (entonces gobernada por el PSOE e IU). Fue incluso expuesto a información pública un año después del asesinato de Gadafi, cuando el Lybian Foreign Bank quiso reactivar el proyecto. Sin embargo, nunca llegó a ejecutarse.
Amianto en Sierra Bermeja
“La Resinera Village es un caso de libro de urbanismo y viviendas combustibles. El propio proyecto que se presenta a aprobación reconoce que, a efectos de riesgos de incendio, ”el municipio de Benahavís se halla catalogado como Zona de peligro extremo“ (según el propio informe de sostenibilidad ambiental del proyecto), escribieron en 2012 Puche y Terroba, en un artículo publicado en El Observador.
En aquel trabajo, los autores alertaban de otro peligro, singularmente para los trabajadores que acometieran la urbanización: el amianto. Puche fue un destacado ecologista malagueño, propietario de la librería Proteo y conocido fuera de la provincia por su lucha contra el amianto.
El texto recuerda que La Resinera (como Sierra Bermeja) se asienta sobre peridotita, una roca ígnea con más de 25 millones de años de antigüedad. Están formadas por olivinos generados por recristalización, y estos dan lugar a las serpentinas. “Éstas son minerales asbestósicos, es decir que están formados por fibras largas que se pueden descomponer en fibrillas de micras de longitud, que son muy tóxicas e indestructibles” en caso de inhalación o ingestión.
Los autores recapitulaban fuentes históricas que daban cuenta de la presencia de amianto en Sierra Bermeja, incluyendo el Diccionario de España de Pascual Madoz: “En muchos sitios de Sierra Bermeja se halla amianto sobre la tierra”, dice este texto de 1845. Y concluían que la necesidad de evitar la dispersión del polvo de las obras y proteger a los trabajadores en contacto con amianto, unidas a las condiciones del terreno (con un desnivel medio del 22%) hacían imposible la ejecución del proyecto.
La zona alberga una notable riqueza natural. En 2014, cuando todavía no se había desechado el proyecto, un biólogo descubrió ejemplares de pez fraile en el río Guadalmansa, protegido por la Red Natura 2000 y situado junto a la zona donde se preveía la urbanización, según recogió Málaga Hoy. El pez fraile o blenio de agua dulce (Salaria fluviatilis) es uno de los vertebrados más amenazados de Andalucía. Solo se ha localizado su presencia en cuatro puntos: en los ríos Verde y Guadaiza (también en el conjunto de Sierra Bermeja), el río Hozgarganta, en Cádiz, y en el río Zújar, entre Córdoba y Badajoz.
Finalmente, la aspiración de Gadafi cayó en el olvido, lastrada por el vacío de poder que se abrió en Libia. Sirve desde entonces de coto privado de caza. Durante el incendio del año pasado muchos animales que huían del fuego de Sierra Bermeja buscaron allí refugio desesperadamente. Los ecologistas denunciaron entonces que los vallados cinegéticos habían provocado muchas muertes evitables.