Hace un año ocurrió un hecho tan extraño que parecía imposible. Un niño de dos años se coló por un agujero de 28 centímetros de diámetro en una finca de olivos de Totalán (Málaga), poco antes de las dos de la tarde del 13 de enero de 2019. A los primeros agentes de la Guardia Civil que llegaron al lugar les costó creer que el crío pudiese caber por ahí, y durante días circularon teorías apócrifas sobre el paradero del niño. Pero los acontecimientos lo son, precisamente, porque son extraordinarios. A la 1.25 de la madrugada del sábado 26 al domingo 27, el cuerpo de Julen Roselló fue localizado, sin vida, en el pozo. Había fallecido justo tras la caída.
Las consecuencias penales de lo que ocurrió en aquella finca, a la que Julen y su familia habían acudido para comer una paella, empezarán a aclararse el próximo 21 de enero, cuando comience el juicio contra David Serrano. En las seis sesiones previstas (hasta el 30 de enero), el juzgado de lo penal 9 de Málaga deberá decidir si Serrano, el dueño de la finca, es culpable de un delito de homicidio por imprudencia grave (según el fiscal), muy grave (en opinión de la acusación ejercida por los padres) o inocente, como defiende su abogado, Antonio Flores. Es el único acusado.
El juicio: entre la grave y el evento “imposible de prever”
El fiscal cree que es culpable y pide para él tres años de cárcel. Cree que no señalizó ni advirtió del pozo a los padres del niño, ignorantes de esa trampa mortal junto al lugar en el que iban a comer. El pozo, situado en una zanja en forma de L, se había excavado tres semanas antes, sin mediar contrato escrito, factura, seguro de responsabilidad civil o licencia de perforación.
Julen se metió en la zanja, corrió unos metros por ella y fue advertido por su padre, que temía “que se hiciera daño con las piedrecitas o las paredes de la zanja”, según el fiscal. Al llegar a su extremo desapareció “de forma repentina y sorprendente”. “A sabiendas de todo ello [el pozo y su escasa visibilidad] y de la falta de protección suficiente y adecuada”, Serrano no hizo nada para advertir del riesgo, “poniendo en peligro la vida de los dos menores; su propia hija y la de Julen, que finalmente cayó por él”, según el escrito de acusación.
La defensa de Serrano mantendrá que nadie podía prever que el niño se cayese por un agujero tan estrecho. Antonio Flores, abogado de Serrano, resalta que hasta el tercer día de rescate “todo el mundo dudaba que el niño estuviera allí”, y señala errores: “Todo se ha pintado como un esfuerzo titánico, pero fue un cachondeo al principio, porque dudaban de que estuviera el niño. Se lo toman en serio cuando sale la piqueta con el pelo”.
“Era insólito, imposible de prever. Pero es que aun así David advierte al padre de Julen. El padre reconoce que le dijo David que había un agujero ahí que tenía dos cantillos. En el momento en que adviertes, el deber de cuidado se traslada”, señala el abogado. El fiscal, en cambio, está convencido de que la advertencia fue genérica.
Durante la fase de instrucción la defensa del dueño de la finca intentó extender la responsabilidad a otros actores. El pocero, que no contaba con los permisos ni selló completamente el pozo; el equipo de rescate, que habría podido provocar lesiones mortales al niño; y los propios padres, por la falta de vigilancia.
La jueza de instrucción, que tomó declaración a unos 30 testigos, desestimó las peticiones de careo solicitadas por Serrano, que finalmente es el único acusado. También rechazó investigar si la muerte del niño se produjo durante las labores de rescate, como apuntaba un informe elaborado por el hermano del abogado defensor. La autopsia zanjó el debate: murió por traumatismo craneoencefálico causado en la caída.
Un humorista investigado
En este año se ha investigado también a un humorista. Camilo de Ory, en su día poeta premiado y tuitero distinguido por sus perlas de humor negro, fue denunciado por los padres de Julen a propósito de varios tuits. De Ory fue acosado y amenazado en las redes, y un juzgado abrió una investigación en la que el fiscal pidió que se le condenase a 18 meses de cárcel. La causa fue archivada por la Audiencia Provincial de Madrid, que entendió que, aunque los tuits pudieran ser “de mal gusto”, no iban dirigidos a los padres de Julen, de modo que no pueden ser calificados como delito contra la integridad moral ni como delito de odio.
De Ory defendió en una entrevista en El Confidencial que sus mensajes pretendían señalar “el circo mediático” y la hipocresía de “los bondadosos de salón”. Entre el 13 y el 26 de enero, los esfuerzos por sacar al niño de las tripas de la montaña mantuvieron en vilo a medio país. Llegaron a Totalán, un pueblo anónimo de la Axarquía malagueña, decenas de periodistas, e importantes medios plantaron sus cámaras a cientos de metros de la montaña para retransmitir vía Youtube, 24 horas, los trabajos de perforación de una máquina.
Hubo días en que un avance de centímetros en la perforación se vendió como noticia. Los increíbles datos de audiencia y visitas, la rectificación de los plazos por la dureza de la montaña y la sensación de estar ante una cuenta atrás favorecieron el tratamiento espectacular de la información. La familia se agarraba a la esperanza y Juan José Cortés lideró una vigilia en el lugar “para que Dios obre un milagro”.
Todo esto fue generando un ambiente de irrealidad que ignoraba, quizá como mecanismo de defensa, que era imposible que un niño de once kilos hubiese podido sobrevivir varios días a una caída en vertical de más de 70 metros en condiciones de frío, humedad y probablemente anaeróbicas.
Para cuando el Grupo de Rescate e Intervención en Montaña de la Guardia Civil sacó el cuerpo del niño, la montaña había sido sajada por la mitad. La herida era el resultado visible del esfuerzo de cientos de personas que acometieron la tarea de devolver a la superficie lo que la tierra, por extraño que parezca, se tragó.