Radiografía del sinhogarismo en Málaga, la mancha en la ciudad de los museos
Las asociaciones denuncian la falta de herramientas y recursos para erradicar el fenómeno. El presupuesto de 2022 reduce en un tercio el gasto en Puerta Única, pero se aprueban sendas mociones para aumentar esos recursos
En Málaga, ciudad candidata a acoger una Exposición Internacional y que estos días se apiña en torno a unas luces de Navidad, hay al menos 150 personas que no duermen bajo techo. Desde hace un mes no les dejan ducharse en el albergue, ni les dan de comer los domingos, tal y como contó este medio. Como en otras ciudades, pasan frío: algunos vienen de paso porque el clima da una tregua, pero el tiempo en Málaga, con frecuencia benigno, no lo es tanto si se soportan al raso las noches de viento.
Por si fuera poco, está el peligro de muerte. Dos personas sin hogar han fallecido en Málaga en los últimos meses, una calcinada en una furgoneta donde dormía, y la otra tras ser golpeada con saña con una piedra. De esta última ni siquiera hay confirmación oficial de su identidad. Las entidades alertan de una creciente aporafobia y el tema ha entrado en la agenda política de la mano del PSOE y Adelante Málaga, que han presentado sendas mociones para exigir más recursos municipales. Los partidos han aprobado gran parte de las propuestas, pero queda ver cómo se trasladan los documentos a la calle.
“Es evidente que con lo que hay no es suficiente”
La cifra “oficiosa” es que en Málaga hay unas 400 personas sin hogar. Pero haciendo cuentas, se queda corta. Hay 96 plazas en el Centro de Acogida Municipal (el albergue), y otras 263 repartidas en centros de acogida y pisos de entidades como Málaga Acoge, Cáritas o Accem, entre otras. En total, 359 plazas teóricas, que un informe reciente de Cáritas rebaja a 303 “plazas activas” y el ayuntamiento a 336. Todas están ocupadas. Fuera quedan al menos 150 personas que viven en la calle, concuerdan Ayuntamiento y entidades.
Por eso, las asociaciones denuncian que los recursos no son suficientes. Hace mucho que el albergue está saturado. Es habitual que en sus cercanías se improvisen cobertizos. Otros puntos donde se hace visible la presencia de decenas de personas sin hogar es el Parque de Huelin, los aparcamientos cercanos y las zonas aledañas al Centro Comercial Larios y las estaciones de trenes y autobuses. La Asociación Solidaridad Asistencial en Compañía (ASEC) ha detectado 50 personas que pernoctan solo en esta zona.
“Creemos que es necesario un aumento de recursos de plazas residenciales y servicios para las personas sin hogar. Es evidente que lo que hay no es suficiente”, pide Alejandro Cortina, director de Málaga Acoge, integrada en la Agrupación de Personas sin Hogar de Málaga. Aunque no dispone de informes, su percepción es que cada vez hay más situaciones de sinhogarismo y exclusión residencial.
“Cada administración va por su lado”
“El sinhogarismo es un fenómeno muy estable”, replica Francisco Pomares, concejal de Derechos Sociales. Pomares, trabajador social de formación y con años de experiencia, tiene una visión del asunto como un mal endémico casi imposible de erradicar. “La gente no acaba en la calle de la noche a la mañana. Tampoco sales de la calle en un día. Son procesos degenerativos, muchas veces psicológicos, con temas emocionales, laborales...”.
“El problema es que cada administración va por su lado y no hay un protocolo para ayudar a estas personas”, observa Antonio Paneque, coordinador de la Organización Social de Acción Humanitaria. La entidad lleva dos años trabajando cada noche con las personas en la calle. Y han detectado que en torno al 80% tienen un problema mental, una adicción o ambas, la mayoría de las cuales no acude a los servicios municipales.
Paneque cree que la administración local no tiene herramientas para atender a estas personas. “Si un esquizofrénico no se toma el tratamiento y se toma droga, es una bomba de relojería. Y si va un técnico y le ofrece una alternativa a la calle, le va a decir que no quiere. La unidad de calle o la policía local no pueden hacer nada. Solo la administración responsable de salud mental. Si no es competencia del ayuntamiento, debe moverse y pedirlo a la Junta”.
Por eso, han reclamado nuevas herramientas a la administración autonómica. “¿Quién quiere pasar frío? ¿Quién quiere pasar hambre? Son enfermos. Tienen que reconocer que esto no se soluciona con dinero, sino articulando la posibilidad de proteger a ese ciudadano que está en la calle”.
Un 34% menos de presupuesto para 2022
Para las entidades y la oposición, el fenómeno tiene mucho que ver con los recursos que se le dedican. Y estos han menguado. De 2021 a 2022 el presupuesto para Puerta Única y la red de plazas pasó de 2.591.000 euros a 1.708.000, un 34% menos.
Sin embargo, hay un número estable de personas que necesitan la ayuda. Según los datos del ayuntamiento, hasta el 30 de septiembre Puerta Única (el centro de atención a personas sin hogar) había atendido a 1564 personas, por las 1537 que atendió hasta el 30 de septiembre de 2020. La unidad de calle prestó servicio a 763 personas, menos que en 2020 (843). Un estudio realizado por la Agrupación de Desarrollo de personas Sin Hogar de Málaga apuntaba precisamente al año 2020 como aquel en que se produjo el gran crecimiento del sinhogarismo en Málaga, con un crecimiento del 220%.
“Junto a la Málaga de los grandes museos franquicia hay una Málaga que no brilla tanto, con excluidos entre los excluidos”, protesta Rosa Rodríguez, responsable de Derechos Sociales del grupo municipal socialista, que ha presentado una moción ante la Comisión de Derechos Sociales en la que pide que el ayuntamiento aumente los recursos humanos, materiales y económicos del área de personas sin hogar, y se comprometa a atender a todas las personas sin hogar que lo soliciten. La moción, votada este mismo jueves, fue aprobada por unanimidad.
También Adelante Málaga logró aprobar gran parte de su moción, en la que alerta de la aporafobia, y resalta la preocupación existente entre las asociaciones y colectivos de la ciudad respecto al aumento de la pobreza en la ciudad, donde la tasa de paro ronda el 22%.
Un estudio elaborado el pasado verano por el Observatorio del Medio Ambiente Urbano (OMAU), dependiente del ayuntamiento, estimaba en un 20% la población malagueña en riesgo de pobreza. El estudio también recoge un dato llamativo: en los últimos veinte años el precio del metro cuadrado en la ciudad ha crecido cuatro veces más que los sueldos, de modo que acceder a una vivienda en Málaga es cada vez más difícil. Casi cuatro de cada de diez malagueños (37,53%) tiene dificultades para llegar a fin de mes, más de diez puntos por encima de la media estatal (27,2).
“El perfil está cambiando”
Este medio ha hablado con media docena de personas que viven en la calle o son usuarias del albergue. Sus problemas son guarecerse del frío y comer cada día, y todas denuncian que no les es fácil. Varias denuncian arbitrariedad en la toma de decisiones y retrasos. Un antiguo usuario del albergue dice, bajo condición de anonimato: “Yo no conozco el servicio de otras ciudades, pero puedo decir que en Málaga es un desastre”.
El hombre relata las dificultades para conseguir una plaza en albergue y los retrasos injustificados que, a su juicio, se producen. Duerme en el Parque de Huelin: “No es como estar en la vía pública a merced de cualquiera”. Nunca puede dormir más de cuatro horas, y hace poco le robaron las zapatillas. Suerte que su pareja guardaba un par en el albergue. Tuvo que ir a buscarlo descalzo.
Alejandro Doña escribió una carta que dirigió al ayuntamiento y a los grupos políticos en la que, al hilo de la decisión municipal de restringir el acceso al albergue, decía sentirse “como un perro” y denuncia que hay recursos, pero no se utilizan o se dedican al oropel. “Hay colegios vacíos. Los usaron durante el COVID, ¿por qué no para la gente de la calle?”, se pregunta en conversación con este medio.
Doña no responde al estereotipo. Va bien vestido, habla pausado, es joven, no pide dinero. Se levanta a las 7, recoge el desayuno en el comedor social Santo Domingo, desayuna al sol y luego se mete en alguna Iglesia: “Ahí se está tranquilito y leo”. Echa el currículum (acaba de dejar uno para trabajar “en los andamios”), queda con algún amigo o se pelea con la administración, por ahora sin éxito, para que le reconozcan el derecho al ingreso mínimo vital. A la 13.25 va a recoger la comida.
En la cola del comedor de Santo Domingo, José Ramón Díaz hace cola para recibir su ración. Cree que algunos trabajadores sociales no se dan cuenta de que el perfil de persona sin hogar ha cambiado, antes de revelar que es socio de una empresa, que se formó como controlador aéreo en la carrera militar, colaboró con el grupo parlamentario socialista hace dos décadas y que tiene experiencia en seguros o en la industria farmacéutica. En efecto, algunos de estos datos constan en Internet.
José Miguel y Touriah, recién llegados de Ceuta, comen en los Ángeles de la Noche, y duermen en la calle. En el albergue, dicen, los derivan a Puerta Única. Y ahí, a esperar. “Solo pido poder quedarme un par de días en el albergue”, dice él. Se mueven entre el centro comercial, el parque y las estaciones, apenas a unos metros donde no hace mucho alguien acabó con la vida de un indigente. “En la calle hay muchas criaturas. Muchas más que en Ceuta”, asegura. “Los medios deberíais contar esto un poquito más”.
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