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Mansilla, la Sevilla de los 80 y su incómoda invitada: la heroína

Naranjito, recién exprimido. La mascota del Mundial de Fútbol de 1982 era el reflejo de un país que vendía la apertura tras el ocaso de la dictadura, una fiesta que escondía sus propios cadáveres bajo la alfombra. Y en pleno proceso de transición, una generación de jóvenes enfrentó el envite de la heroína, un invitado que enmascaraba su objetivo final. El plan de la droga: poseer “en cuerpo y alma”, queda desvelado en los trazos ochenteros que marca Fernando Mansilla en Canijo, primera novela del escritor y dramaturgo barcelonés afincado en Andalucía.

Páginas marcadas por cuerpos desaliñados con tantas aspiraciones (tan pocas) como Mark Renton en Trainspotting, la película de Danny Boyle. Un lienzo callejero de la Sevilla opiácea con pinceladas acaso de una cinta que Quentin Tarantino rodase en plenas Tres Mil Viviendas y que bien puede ser el retrato literario de cualquier barrio de la época. Con epicentro, esta vez, en la plaza del Pumarejo.

¿Cómo era Sevilla en la década de los 80, qué encontraste al llegar?

Una ciudad cálida y amable. Buena para la gente con poco dinero, fácil para vivir. Donde los trapicheos sucedían en la calle. Y la calle tenía su propia ley. Había mucha gente buscándose la vida por las esquinas.

¿Qué planes tenían los jóvenes de la España posfranquista?

Se empezaba a dejar sentir un cierto desencanto tras la euforia de los hippies y la contracultura. Mejor que desencanto diría cierto pasotismo. Se valoraba otra vez tener un buen trabajo, dinero y  buena imagen. Valores desechados durante los setenta y que volvían otra vez con fuerza.

¿Y la droga, la heroína, qué planes tenía?

Poseernos en cuerpo y alma, por lo que se pudo ver.

Fue una devastación en muchos casos. ¿Dónde quedaron los 'sin nombre'?

Se perdieron en el anonimato. Como el soldado desconocido.

¿Viene Canijo a honrar a aquellas personas que se perdieron o quizás a presentarlos como una especie de víctimas del momento?Canijo

Sí que es un homenaje, pero no los considero víctimas. Somos responsables de nuestros destinos.

¿Qué más hay en sus páginas?

Los latigazos de adrenalina son necesarios para poder sobrevivir. A veces tienes que dar la cara sin más remedio, aunque te la partan.

La música tiene una presencia especial, desde la portada…

La música es la cosa que más me reconcilia con mi especie. Quiero que las cosas que escribo lleven su propia música interior.

¿Qué ha cambiado desde entonces, qué drogas, qué miserias consumen?

La normativa nos consume. Normas, leyes, multas, cámaras que nos vigilan. El control absoluto. Todo reglado y compartimentado.

Se habla de un repunte en el consumo de heroína por la crisis económica… ¿Vuelve o no se fue nunca?

No sé. Creo que de momento se fue, por lo menos por estos barrios. La que quedó es, por lo que cuentan, de una calidad ínfima.

El origen del consumo, ¿tuvo cierto carácter 'cultureta', ajeno a la exclusión social posterior?

Hubo varios caminos. Uno de ellos el de los hippies o freaks, consumidores de cánnabis que venían de experimentar con LSD y otras drogas psicodélicas. Se probaba cualquier droga, no había miedo con ninguna de ellas. Se buscaban experiencias y conocimiento. Pero la heroína era otro cantar. Tenía sus propios planes.

Leyendo Canijo surgen fogonazos de cierto Trainspotting a la sevillana o de alguna cinta que Quentin Tarantino rodase en las Tres Mil Viviendas…CanijoTrainspottingTres Mil Viviendas

El fenómeno yonqui es universal.

¿En qué ha cambiado Sevilla, Andalucía, desde los 80?

Ha perdido un poco aquel carácter más salvaje que la caracterizaba. A cambio, ahora abundan las salas, los café teatros, hay más grupos de música, de perfopoesía, de teatro. Todos queremos ser artistas. Realmente hay más actividad y participación en todo.

La novela está sembrada de jerga callejera, ¿literatura canalla?

No. Vocabulario propio de la calle.

¿Y quiénes son hoy grandes canallas?

¿Canallas en qué sentido? No sé si te refieres a canalla como a tipo callejero más o menos juerguista, más o menos barriobajero. O, como dice el diccionario, canalla como persona despreciable y de malos procederes. Si es la segunda acepción la lista sería interminable. Si te refieres a la canalla de la noche, los grandes juerguistas malditos, no sabría decirte. Ni idea.

En esta etapa de regresión económica y social, ¿estás de acuerdo con eso de crisis igual a estafa?

No del todo. No es tan simple. Creo sobre todo que hay una crisis de valores. Ésa es la que más me preocupa. La crisis económica no la entiendo. No es que las cosechas se hayan perdido, ni haya habido una gran sequía, ni desastres naturales que hayan devastado los países. Lo que nos cuentan es que no hay dinero, papel moneda.

¿Y hacia dónde camina esta sociedad?

El ser humano es complejo y difícil, con una gran capacidad para hacer el bien como para ser destructivo en grados inimaginables. Tenemos conocimiento y herramientas para ir en cualquier dirección. De nosotros depende. Pero a mí me gustan las personas. Quiero partir de esa base.

El Rancho, sello andaluz

El Rancho Editorial es una “humilde rama” de El Rancho casa de discos, sello creado en 2008 por Daniel Alonso, Pablo Peña, Darío del Moral y Javier Rivera, componentes de Pony Bravo, para gestionar las actividades del grupo sevillano.

El equipo integra a Olga Beca, de Telegrama Comunicación, y Antonio Rubiales como editores, a la empresa de servicios editoriales Milhojas, con Sergio Rojas-Marcos y Manuel Rosal, y a Inés Martín.

Las dos primeras referencias de la editorial son Canijo, primera novela de Fernando Mansilla, y SAMH, publicación que acompaña al tercer trabajo del cantaor Niño de Elche. El sello discográfico cuenta además con otras apuestas musicales como Fiera, Lumineon y Mansilla y los Espias. En todos los casos, editan bajo licencia Creative Commons.