La brecha salarial empieza en la educación
“La segregación empieza en la educación [...] porque evidentemente la formación tiene una correlación directa con la tasa de actividad. Mujeres y hombres siguen estudiando ramas y especialidades diferentes”, concluye el informe sobre brecha salarial correspondiente a 2018 y elaborado por el sindicato UGT en Andalucía. Y es que las ciencias y tecnologías, con más oportunidades en el mercado de trabajo, están masculinizadas, mientras que hay muchas más alumnas en humanidades y ciencias sociales, con más dificultades para el empleo.
Hoy día, las mujeres suponen más de la mitad de los universitarios. Pero observando los datos sobre evolución del número de universitarios que publica el Ministerio de Educación y Formación Profesional, se aprecia cómo su porcentaje está por debajo del tercio en ingenierías y arquitectura, en la media en el caso de ciencias sociales y jurídicas, y por encima de la mitad en ciencias de la salud, y disparado en artes y humanidades.
En este contexto, el grado en ingeniería de informática es paradigmático por el escaso número de mujeres, que además ha ido mermando -en la mayoría de las universidades públicas está por debajo del 10%- pese a ser una titulación de las que garantiza pleno empleo. En el extremo contrario, la copada por mujeres -donde ellas suponen más del 90%- y que es educación infantil.
Según los últimos datos disponibles, de los 36.174 matriculados en el curso 2017-2018 en las distintas especialidades de informática en las universidades públicas del país, sólo 4.419 son mujeres, un 12,21%. En Andalucía, el porcentaje es incluso inferior, con apenas una mujer de cada 10 universitarios en estos estudios: 543 de 5.329. En cambio, en educación infantil: 35.487 matriculados, de los que 32.798 son mujeres (más del 92,4%), porcentaje que se repite en Andalucía, con 8.015 alumnas de un total de 8.655. No hay todavía datos de presente curso 2018-2019.
¿Por qué ellas no estudian informática?
La evolución de matriculadas en ingeniería informática ha merecido incluso algún estudio, como el desarrollado por Juan Julián Merelo Guervos, catedrático en el Departamento de Arquitectura y Tecnología de Computadoras de la Universidad de Granada. En su informe Evolución de la matrícula femenina en el grado de informática en universidades públicas españolas muestra cómo se ha ido reduciendo la presencia de mujeres en estas carreras en las últimas tres décadas. “Del 30% de matrículas de mujeres en informática en las universidades españolas que teníamos en los años 1985-1987 hemos pasado a un pírrico 12% en el curso 2016-2017”, expone. Porcentaje que, como hemos visto, se ha mantenido en el curso pasado.
“Es difícil aventurar ninguna hipótesis sobre las causas”, remarca, pero muestra su preocupación por los datos. “Más de la mitad de las universidades públicas españolas continúan perdiendo mujeres, llegando en algunos casos a porcentajes inferiores al 10%. La media, alrededor del 12%, tampoco es demasiado prometedora, convirtiendo de esta forma la profesión en algo casi exclusivamente masculino y haciendo que muchas empresas tengan problemas para aplicar políticas de diversidad en su lugar de trabajo por el simple hecho de que no hay suï¬cientes graduadas para ello”.
En opinión de Rocío Berenguel, de la Asociación de Mujeres Ping y Programadoras, el su descenso en el mundo de las tecnologías no se puede achacar a un único factor. “Hemos de ver un conjunto completo de agravantes que hacen que cada vez menos mujeres decidan tomar las vías de la tecnología para su carrera”, explica a eldiario.es/andalucia.
El primero de los factores se encuentra sin lugar a dudas en la infancia: “El tipo de juguetes con los que fomentamos el aprendizaje determina en gran medida sus aficiones e intereses en el futuro. Si hacemos una vista de los regalos de chicos normalmente siempre incluyen algún juguete que sea de mecánica, construcción o incluso hoy en día robótica. En cambio a las niñas se les delega en juegos más de muñecas, juegos de rol tipo maestras...”.
Y continúa: “Si hacemos una valoración inicial de este supuesto bien podríamos cuestionarnos el porqué de que este fenómeno sea ahora un aliciente para la bajada del número de mujeres pero sí tenemos que tener en cuenta el cambio económico en las familias para ver la diferencia”. Y es que que antiguamente “era mucho menor el presupuesto familiar para juguetes en las casas y los hermanos y hermanas normalmente acababan compartiendo juguetes”. Hoy en día el número en las casas es infinitamente mayor “y esto provoca que el compartir y por lo tanto que ambos sexos intercambien sus juguetes es menos frecuente”.
Por otro lado, apunta el factor de la visión de la profesión y las expectativas de futuro. “Es una profesión donde desde el principio cualquier mujer tendrá que enfrentarse con obstáculos y donde el techo de cristal es un factor más acuciante que en cualquier otra profesión con lo que es difícil que alguna chica que esté pensando en su carrera para tomar la decisión de la rama por la que tirar pueda decidirse por las ramas de la ingeniería”, remarca.
De la situación en las aulas sabe David Benavides, que es profesor en la Escuela de Informática de la Universidad de Sevilla: “La sensación personal es de soledad ante una parte de la sociedad. Hay veces que tengo grupos en los que sólo hay hombres y cuando te das cuenta impresiona. El futuro está y va a estar en la informática y ahí hacen falta mujeres para generar un futuro más igualitario”.
Cree que en esto influyen “los estereotipos creados” como el uso que se les da a los ordenadores con videojuegos “más agresivos, que destacan sobre todo la masculinidad y que son los que se visibilizan más”. En la misma línea, expresa: “Las tecnologías se pueden usar para todo pero esa parte y los hombres que están detrás de las TIC se visibilizan más y por lo tanto parece un prototipo masculino”.
Cuando se celebran este 2018 los 50 años del nacimiento de la ingeniería de software, se queda con un ejemplo para la paradoja. “El ejemplo al que siempre se recurre en estos casos, por ser muy significativo, es el de Ada Lovelance a la que se le atribuye haber escrito el primer algoritmo, es decir, la primera pieza de software”, recuerda.
Eso no ocurre sólo entre universitarios, sino que se aprecia también en los ciclos formativos, según el mismo estudio de UGT. En los grados medios y superiores podemos observar lo feminizados que están algunos ciclos formativos (estética, peluquería, farmacia, enfermería, atención sociosanitaria), y lo masculinizados que están otros (electro mecánica, electricidad, sistemas micro informáticos). “La tasa de actividad de las mujeres es menor que la de los hombres, pero en todos los casos, aumenta a medida que se obtiene mayor grado de formación”, exponen desde el sindicato.
Un descenso de tres escalones
Porque la segregación empieza en los estudios, pero continua en los sectores. Es el sector servicios en el único que hay una representación equilibrada entre mujeres y hombres en Andalucía, habiendo apenas un 5% de mujeres en la construcción, un 22% en industria y un 26% en el agrario.
Y esa misma segregación termina trasladándose a las ocupaciones. “Podemos ver la fuerte segregación de las ocupaciones, el escaso número de mujeres en puestos directivos (directores y gerentes), ocupaciones militares, conductores, operadores, por ejemplo, y la alta representación en salud y cuidado de personas, así como entre trabajadores no cualificados en servicios”.
“La segregación empieza en la educación [...] porque evidentemente la formación tiene una correlación directa con la tasa de actividad. Mujeres y hombres siguen estudiando ramas y especialidades diferentes”, concluye el informe sobre brecha salarial correspondiente a 2018 y elaborado por el sindicato UGT en Andalucía. Y es que las ciencias y tecnologías, con más oportunidades en el mercado de trabajo, están masculinizadas, mientras que hay muchas más alumnas en humanidades y ciencias sociales, con más dificultades para el empleo.
Hoy día, las mujeres suponen más de la mitad de los universitarios. Pero observando los datos sobre evolución del número de universitarios que publica el Ministerio de Educación y Formación Profesional, se aprecia cómo su porcentaje está por debajo del tercio en ingenierías y arquitectura, en la media en el caso de ciencias sociales y jurídicas, y por encima de la mitad en ciencias de la salud, y disparado en artes y humanidades.