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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Moreno, investido presidente de Andalucía con la mayoría absoluta del PP y la abstención “afectuosa” de Vox

Juan Manuel Moreno Bonilla (Barcelona, 1970) ha sido investido presidente del Gobierno andaluz, el séptimo de la historia autonómica, gracias a la primera mayoría absoluta del PP (58 diputados) y la abstención “afectuosa” de Vox, que no reveló el sentido de su voto hasta que el presidente del Parlamento, Jesús Aguirre, abrió la ronda de consultas diputado a diputado. Los tres grupos de izquierdas -PSOE, Por Andalucía y Adelante Andalucía- han votado en contra en un debate que se ha prolongado siete horas, con un receso para comer.

Los socialistas de Juan Espadas, reducidos a 30 escaños, liderarán una oposición enfocada a cuestionar la gestión de la Junta, orillando los debates culturales que monopolizaron el mandato anterior cuando la ultraderecha tenía un peso significativo en la agenda del Ejecutivo. El nombramiento de Moreno le será comunicado al rey de España, Felipe VI, y al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

El presidente andaluz jurará el cargo este sábado en una ceremonia multitudinaria en el Palacio de San Telmo, al que están invitadas 300 personas, y al que asistirá el líder nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, casi todos los presidentes autonómicos del partido y la plana mayor de esta formación.

El PP quiere leer la rotunda victoria de Moreno en Andalucía, la comunidad más poblada, como el preludio del cambio de ciclo político que llevará a Feijóo a la Moncloa tras las generales del año que viene. El acto de San Telmo -es la primera vez en 20 años que no se celebra en el propio Parlamento andaluz- será la puesta en escena de esa fortaleza, para lo cual la Junta ha dispuesto no sólo del edificio de Gobierno, sino de toda la explanada y calles aledañas, porque parte de la efeméride se celebrará en el exterior.

La abultada mayoría de los populares -58 de 109 diputados- se ha hecho estruendosa en el salón de Plenos cuando ha estallado el aplauso después de la votación de la investidura. Moreno ha recibido el saludo y la enhorabuena de Espadas, en primer lugar, y luego de los portavoces del resto de grupos, en especial de Macarena Olona, que se tomó unos segundos cuando fue llamada a pronunciar su voto, sonrió, levantó el micrófono con parsimonia y pronunció una “abstención afectuosa”. “Pues un sí más afectuoso”, le replicó de inmediato la veterana diputada del PP, Esperanza Oña, que le seguía en la ronda de llamamientos.

Fuentes próximas al presidente andaluz advierten de que ellos no han negociado ese voto de confianza de la ultraderecha, y que se trata de un cambio de registro “de sentido común”, tras “el error asumido de una campaña electoral” muy beligerante con Moreno. Vox dio por hecho que entraría en el Gobierno andaluz “con una motosierra”, ejerciendo el “cambio real”, y no “la continuación de las políticas del PSOE”, como afeaban al PP. Pero su resultado electoral quedó muy por debajo de las expectativas, y con ello se enfrió también el tono impulsivo y acalorado de su candidata, la ex portavoz en el Congreso y referente nacional del partido.

Los populares han empezado la legislatura cediéndoles un sillón en la Mesa del Parlamento, órgano de dirección de la Cámara, pero aseguran que no lo han hecho por cimentar buenas relaciones con sus viejos aliados, sino como un gesto de “generosidad” con la tercera fuerza parlamentaria. “Lo habría hecho también con ustedes si hubieran sido tercera fuerza”, le espetó Moreno a Teresa Rodríguez durante su cara a cara. Sea como sea, Vox ha respondido con una abstención en la investidura, que tiene un peso simbólico en la aritmética actual, pero bastante más peso político en el contexto nacional.

Olona se ha estrenado en el Parlamento andaluz con dos discursos, uno conciliador y lleno de guiños al PP, buscando una relación “especial” y “exclusiva”; y luego en la réplica otro discurso más duro, beligerante y mitinero, en el que le ha negado a Moreno cualquier expectativa de poder conciliar acuerdos con las izquierdas y con ellos. “Su mayoría le obliga a elegir”, ha dicho.

Al partido de Santiago Abascal le interesaba que los titulares de prensa de hoy y mañana recogiesen ese voto de confianza a Moreno, ligando su futuro al del PP. El andaluz no lo necesitará en esta legislatura, pues puede valerse de su mayoría absoluta para sacar adelante todas las leyes e iniciativas que presente. Pero puede que dentro de un año y medio, tras las generales, sea Feijóo quien necesite los votos de Vox en el Congreso para ser investido presidente del Gobierno de España, y esa aritmética sí podría condicionar al Ejecutivo de Moreno y cambiar drásticamente la fisonomía de la legislatura andaluza.

De momento, el mandato ha empezado en un clima de sosiego, calma institucional y rictus protocolario. Todos los debates de la oposición con Moreno han compartido un tono moderado, respetuoso, a ratos cómplice, como si todos hubieran sobrevivido a la misma tormenta perfecta: 77 de los 109 diputados son nuevos, pero todos los partidos vienen de un mandato convulso en el que ocurrieron muchas cosas sin precedentes y todas a la vez: la primera vez que el PSOE andaluz era apartado del poder, después de 37 años gobernando (las izquierdas rodearon el Parlamento el día de la investidura de Moreno en 2019 en señal de protesta por su pacto con un partido ultraderechista que negaba la violencia de género y relacionaba a los inmigrantes con la delincuencia).

En 2019 también irrumpía en el Parlamento andaluz ese partido extremista, con 12 diputados y casi 400.000 votos, que demonizaba el Estado de las autonomías. En ese momento Vox no estaba todavía presente en ninguna otra Cámara legislativa del país, todos los ojos de la política española estaban puestos en Andalucía. Nadie sabía qué iba a pasar, pero toda la izquierda vaticinaba una regresión de los derechos sociales, sobre todo para las mujeres y los colectivos más vulnerables. La mera presencia de Vox en el hemiciclo era vista por el resto de fuerzas políticas, incluida el PP, como una fiera descontrolada e imprevisible. Esa incertidumbre contagió aquel debate de investidura, con intervenciones toscas, violentas, bruscas, agoreras, catastróficas.

Un estado de nerviosismo y de electricidad estática que fue mitigándose a la largo de la legislatura, apagada también por el peso de los acontecimientos que, en algunos casos, cambiaron el mundo: una pandemia mundial de coronavirus que arrasó con la vida de más de 15.000 andaluces, otras crisis sanitarias que zarandearon a la Junta -la listeriosis, el virus del Nilo, la viruela del mono-, la invasión de Rusia a Ucrania y una guerra en suelo europeo que sacude la geopolítica del planeta y que ha provocado una escalada inflacionista que amenaza con una crisis de hambruna en África, con sumir en la pobreza a cientos de personas, acabar con el empleo y el ahorro de mucha gente, dejar noqueada las economías interconectadas por el gas, el petróleo y el comercio internacional y empujar a los gobiernos a acometer duros recortes en las políticas públicas.

La XII legislatura que empieza ahora parece un anticlímax del mandato anterior. Se notaba en el debate de investidura que Vox se ha naturalizado como fuerza parlamentaria al uso, sin el aspecto de monstruo mitológico que le atribuían sus rivales de izquierdas. Olona hizo, de largo, el discurso más brusco de todos, presentando ante Moreno una sociedad polarizada, de poderosos contra débiles, negros contra blancos, cristianos contra islamistas, españoles contra inmigrantes, feministas contra machistas, luchadores del cambio climático contra negacionistas, adalides de la natalidad frente a quienes defienden el derecho al aborto... Una sociedad que exige, a ojos de Vox, que el presidente andaluz tome partido por una de los dos frentes, las izquierdas frente a las derechas.

En ese cuerpo a cuerpo, a Moreno le ha costado muy poco lidiar con su oponente, haciéndole ver que “la hipérbole” y la “exageración” expulsa de la realidad política a quien la usa, venga de la izquierda o venga de la derecha. El presidente andaluz venía de pedir en su discurso de investidura una legislatura tranquila, donde él renunciará a usar “el rodillo” de la mayoría absoluta, si la oposición se compromete a no ejercer la “oposición absoluta”. “Diálogo permanente, moderación y cercanía”, ha dicho, como “sello de identidad de la forma de hacer política en Andalucía”.

Todos sus rivales le han recogido el guante, desde Teresa Rodríguez, del grupo mixto (Adelante Andalucía) e Inma Nieto (Por Andalucía) hasta Juan Espadas, del PSOE. Los dos grupos de izquierdas han mostrado el mayor distanciamiento con Moreno, han puesto el acento en las políticas públicas y en erradicar los síntomas de pobreza de parte la población andaluza. El cara a cara entre el presidente de la Junta y el líder socialista de la oposición ha sido cordial, con ofertas mutuas para pactar y colaborar juntos, pero las visiones divergentes sobre el papel del Gobierno de Pedro Sánchez en Andalucía han evidenciado la fractura entre PP y PSOE. Con las generales a la vuelta de la esquina, a los de Espadas les toca defender con uñas y dientes el trabajo de Moncloa y los populares harán lo posible por ponerlo en entredicho.