A la 1.25 de la madrugada del 24 de enero, la niña de tres años Naira El Madiouni Fernández recibió el alta en el Hospital Comarcal de Melilla y su madre hizo caso a los médicos: volvió a casa y la acostó. Después se tumbó a su lado e intentó dormir. Le despertó el ruido raro que, otra vez, emitía la niña al respirar. Media hora después, Naira falleció.
El caso está siendo investigado desde entonces por el juzgado de instrucción número 4 de Melilla y el abogado de la familia cree que hay indicios de negligencia: la niña tenía antecedentes de problemas respiratorios y le fue diagnosticada una bronquitis aguda esa misma mañana. Sin embargo, la falta de autopsia complica que se depuren responsabilidades. Según la madre, una mujer con hiyab y un fonendo le advirtió de que practicar una autopsia a un cadáver es haram: pecado. La mujer decidió no hacerlo y la jueza no ha autorizado la exhumación del cadáver. Este es un relato basado en los partes médicos y, sólo parcialmente, en la denuncia de la madre.
La mañana del lunes 23 de enero María José acudió con su hija Naira a la consulta de la pediatra porque la niña se asfixiaba, tenía tos, un pitido en el pecho y fiebre alta. Pese a que la pediatra recuerda en un informe emitido el 26 de enero que la madre indicó que la niña “nunca se pone mala”, Naira había sido ingresada tres veces entre 2014 y 2015 por problemas respiratorios, según consta en un documento entregado al juzgado esta semana. Tras diagnosticar una bronquitis aguda, la pediatra prescribió antibióticos, pero esa tarde María José no le administró la medicación porque la niña no comía. Naira se acostó hacia las nueve y media y alrededor de las once empezó a respirar mal. La madre recuerda en su declaración que tenía “la piel amarilla y los labios verdes” y que los ojos “se le iban hacia atrás”.
A las 23.17 Naira ingresó en el hospital, donde la reanimaron. Después de comprobar los resultados de las placas, el médico de urgencias aseguró que la niña estaba bien e invitó a la madre a que se marcharan a casa. Según declaró la madre, le dijo que bastaría con que acostase a Naira con un cojín bajo la cabeza. Un pediatra confirmó el diagnóstico y, aunque ella protestó porque quería que la niña durmiese bajo observación en el hospital, volvió a su domicilio. A la 1.25 Naira fue dada de alta. El informe del médico de urgencias recoge que se la atendió por “disnea por mucosidad momentánea en vía aérea” y recomienda “observación domiciliaria, control y seguimiento por su médico de atención primaria”.
María José se acostó junto a su hija, y al poco comprobó que la niña tenía los labios morados y volvía a respirar mal. A las 3.20 Naira y su madre se presentaron en urgencias por segunda vez aquella noche. La cría lo hizo inconsciente, muy fría y lívida. Media hora después, el mismo pediatra que la había devuelto a casa le dijo a María José que Naira había muerto y le dio el pésame. En el certificado de defunción se recoge la hora de la muerte: las 3.45. El documento señala como causa “inmediata” del deceso una “parada cardiorrespiratoria” y como “causa inicial o fundamental” consigna “muerte súbita/parada cardiorrespiratoria”.
Causa inicial de la muerte: “muerte súbita/parada cardiorrespiratoria”
En las instrucciones básicas de certificación de defunción de la Organización Médica Colegial se especifica que para la causa inicial debe consignarse la “enfermedad o lesión que inició los hechos anteriormente mencionados que condujeron a la muerte”: “Se anotará una única causa [subrayado], la que haya sido desencadenante de todo el proceso que ha llevado a la defunción”. Estas instrucciones no se cumplieron y la denuncia hace hincapié en el contenido vacío del documento. “Todos moriremos por una parada cardiorrespiratoria”, explica el abogado de la familia, Francisco Parres.
El caso presenta una complicación adicional: no se practicó autopsia porque la madre se negó a que se le realizase y el hospital no informó de la muerte al juzgado, que hubiese podido ordenarla de oficio. ¿Por qué se negó la madre? La denuncia, formulada el 3 de febrero, recoge la intervención de una mujer que, vestida con bata blanca, hiyab y un fonendo, se acercó a ella minutos después del fallecimiento y, a solas, le advirtió de que realizar la autopsia a Naira era haram [pecado en chelja, un idioma rifeño]. María José dice ahora que fue manipulada y actuó bajo sugestión y en estado de shock por la muerte de Niara. Su abogado cree que se aprovecharon de su escasa formación: “Los padres se enteraron de lo que es una autopsia quince días después”.
Determinar si hay responsabilidad médica es complicado sin una autopsia que recoja las causas del fallecimiento y con un certificado rellenado de forma genérica. Los padres han solicitado que se le practique una necropsia urgente en tres ocasiones, la primera el 9 de febrero, pero hasta ahora la jueza instructora ha rechazado exhumar el cadáver alegando que la solicitud parte de una “apreciación subjetiva”, según dejó escrito en una providencia del pasado 17 de febrero. Francisco Parres ha interpuesto una queja ante el Consejo General del Poder Judicial por la dilación en practicar esta prueba. Es probable que de nada sirviera ya: el cuerpo de la pequeña fue enterrado sólo envuelto por un sudario, según la práctica musulmana. Por eso, este mismo martes Parres presentó un escrito renunciando a la práctica de la prueba.
INGESA advierte a la familia contra la “difamación y el atentado al honor”
Para el abogado, existen muchos elementos que sugieren una mala praxis: la niña llegó cianótica al hospital, la pediatra diagnosticó bronquitis aguda esa misma mañana, tenía antecedentes de problemas respiratorios, apenas transcurrieron dos horas entre el alta y la muerte, se consignó muerte súbita “cuando no lo es” y no se informó al juzgado. “Todo eso no es subjetivo”, protesta. Tampoco la actuación de la misteriosa mujer del hiyab, aunque esto, a diferencia de todo lo demás, no consta en la documentación incorporada al sumario.
La investigación avanza con lentitud, y el hospital no ha remitido hasta esta misma semana el informe de la asistencia que prestó aquella noche. El documento, que debía arrojar luz a la actuación médica, es una cronología sin información nueva o conclusiones respecto a la atención que recibió la niña. Pasado un mes del fallecimiento, sólo se ha tomado declaración a los padres.
Hasta ahora, la administración ha actuado en defensa de los profesionales médicos. Francisco Robles, director del Instituto de Gestión Sanitaria (INGESA) en Melilla, pidió mesura a los padres para que no cometiesen “difamación y atentado al honor” y ofreció apoyo jurídico a los médicos para, “si así lo deciden, emprendan acciones legales”. Juan José Imbroda, presidente de la ciudad autónoma, criticó que “se eche una mancha negra” sobre los profesionales de la sanidad y que “haya gente que se aproveche de un caso así para crear una sensación de inseguridad e inasistencia hospitalaria”.
“La posición del presidente de Melilla es que los médicos han actuado con el protocolo. Pues bendito protocolo que va contra el sentido común. Hubiera sido facilísimo que pasara la noche en el hospital”, lamenta Parres. La gerencia del hospital e INGESA han rechazado contestar las preguntas de este medio porque el asunto está siendo investigado por un juzgado.
“Pensamos que lo que falla son los protocolos de asistencia y eso se debe a la situación de la sanidad en Melilla. Los recursos no son adecuados”, asegura Toni Roderic, portavoz de la familia. Según Roderic, la ciudad arrastra un déficit de recursos médicos cuya mejor muestra es un hospital a medio levantar. El Hospital Universitario empezó a construirse en 2009, pero la obra lleva parada desde septiembre de 2012 y el contrato acaba de ser resuelto por la Audiencia Nacional. A comienzos de marzo visitó Melilla la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, pero no se reunió con la familia de Naira.
Según la Memoria 2015 elaborada por INGESA, el Hospital Comarcal de Melilla disponía de 168 camas, de las cuales 161 “funcionantes” (sic) y 116 médicos para 84.871 habitantes censados, a los que se suma “el contingente de personas que atraviesan la frontera a diario y que también reciben asistencia sanitaria”, según la propia memoria. Muchos de ellos para dar a luz.
En 2014, último año en que se pueden comparar los datos de Ceuta y Melilla a través de la memoria de INGESA, la presión asistencial en Pediatría era en Melilla de 30,37 usuarios por profesional y día, y de 24,08 en Ceuta; y de 38,44 en Atención Primaria en Melilla y 32,83 en Ceuta, que disponía de 252 camas hospitalarias (179 “funcionantes”). Ambas ciudades tenían casi idéntica población en 2014 (84.180 en Ceuta, 83.679 en Melilla). Mientras que en Melilla se atendieron en 2014 33.408 urgencias, en Ceuta fueron 30.118.
INGESA no ha respondido a las preguntas sobre la suficiencia de los recursos materiales y humanos de la sanidad pública en Melilla.