'Irreversible': relato de una tetraplejia con “muchas cosas por hacer”

La de Nathalia Mejías, con “h” como a ella le gusta escribir su nombre, no es una historia de superación más. Pese a las trabas del destino, supo salir adelante y luce una amplia sonrisa. Un accidente de moto hace 17 años la dejó para siempre en silla de ruedas. Su actitud, por qué no decirlo, debe servir de ejemplo para personas a las que le ocurra algo similar. Lejos de encerrarse, se propuso salir y crecer. Escribió el libro 'Irreversible' para decirle a su manera a los médicos que su lesión no era tal, que había “muchas cosas por hacer”, y acaba de patentar unos guantes para personas con movilidad reducida en las manos ('EL♾SY PVP: ERROR'). Su nuevo reto también tiene nombre, Ares, su hijo, que nacerá en apenas dos meses. Hijo de Zeus y Hera, el dios olímpico de la guerra en la mitología griega personificaba la valentía, la fuerza incansable, la lucha. Al escuchar el relato de esta sevillana, ella y su pareja, Álvaro, no podían haber encontrado mejor nombre para su descendiente.

La historia de Nathalia tiene una inevitable fecha de arranque: el 17 de octubre de 2002, cuando apenas tenía 20 años. El conductor de un vehículo la arrolló tras saltarse dos semáforos en la avenida Expo'92. El fatal diagnóstico, tetraplejia completa, y un año y tres meses de rehabilitación continua, sin salir de los hospitales Virgen del Rocío, primero, y San Juan de Dios, después. Al principio solamente podía mover la cabeza. Poco a poco fue asimilando su situación, aunque lo sucedido no dejó de ocasionarle una depresión. Estudiaba Imagen y Sonido, y lo tuvo que dejar casi todo atrás. Pero decidió “cambiar el chip”, recuerda ahora, a sus 36 años.

“Tenía dos opciones: o quedarme llorando en casa o coger el toro por los cuernos”. A tenor de su relato, escogió con fuerza la segunda de las posibilidades. “Si yo estaba mal, mi familia peor lo pasaba”, comenta. Siempre fue muy inquieta, explica, y su temperamento la llevó a apostar por entrenar a destajo (“me obsesioné un poco”, confiesa) para conseguir poco a poco mayor movilidad. “No quería alejarme de lo que tenía: mis amigos, mi familia, la playa”.

La idea de los guantes

Fuera ya del encierro hospitalario, Nathalia comenzó su recuperación por sí misma en el gimnasio que la asociación de personas con lesión medular y otras discapacidades físicas 'Aspaym' tenía en el barrio del Cerro del Águila de Sevilla donde, tras dos años de sesiones, alcanzó un “tope”. Todo su agradecimiento a la asociación, pero aquel “gimnasio de cojitos”, como ella lo llamaba, se le quedaba corto. Necesitaba más. Allí empezó a utilizar los denominados 'agarres de águila' para poder ejercitarse, los mismos que luego le ofrecieron en “un gimnasio normal” y que no satisfacían sus necesidades porque le dañaban las muñecas. “¿Qué podía hacer?”, pensó. Pues inventó, no sin esfuerzo burocrático y tras una ardua búsqueda del mejor material posible, unos guantes pensados para personas que necesiten rehabilitación, para personas con movilidad reducida o nula en las manos.

Su pareja, Álvaro, le regaló la marca (EL♾SY PVP: ERROR®ï¸), llena también se simbología (“no tiene precio”), como las decenas de tatuajes que cubren el cuerpo de Nathalia: varios helados, una rosa por su abuela, una princesa por su padre, el perro que tuvo, unos dados que suman 17 (como el día del accidente con la moto) y unos emoticonos, los que más le gustan, que simbolizan su relación con su pareja, que tiene otra historia que merece punto y aparte. En su brazo izquierdo, el dibujo de una gran sirena. Nada puede representarla mejor, explica: “le encanta el agua y no anda”, bromea. El “vicio” de los tattoos lo tiene en casa, ya que su hermana y su cuñado se dedican a ello.

“Mi misión es cuidarlos”, apunta Álvaro mientras toca la barriga de su pareja. Él vivía en Triana cuando, antes del accidente, veía pasar a Nathalia con su moto, pensando en que quizás algún día estaría con ella. Un viaje a Ibiza “para abrir la mente” (ella) y un paso por la Legión (él) les alejaron. Tras diez años sin contacto, retomaron lo que pudieron empezar como adolescentes y que ahora les llevará a ser padres.

“Los médicos me dijeron que mi lesión era irreversible”

Nathalia y Álvaro, de momento, están verdaderamente ilusionados con lo que ha sido, digamos, su primer hijo: los guantes 'elsy'. Elaborados con neopreno elástico impermeable, tienen varios tamaños según la necesidad de cada persona, y sirven para todo tipos de ejercicios de gimnasio (mancuernas, barras, cuerdas, máquinas, gomas, etc.) como para algunas actividades de ocio. Nathalia y Álvaro quieren ayudar a personas que han pasado por lo que le ocurrió a ella, para facilitar rehabilitaciones, y ofrecen el producto a asociaciones y centros hospitalarios, además de difundirlo por redes sociales. Un amigo con tapicería en San Juan de Aznalfarache les ayuda a darles un empujón con la fabricación.

El estado actual de Nathalia, de sonrisa permanente, poco tiene que ver con cómo estaba al salir del hospital. “Los médicos me dijeron que mi lesión era irreversible”, recuerda. Nathalia pasó un tiempo en coma. Ella no vio un túnel y una luz al final como dicen, sino unas enormes alas a las que, con cada episodio que soñaba, se le caía una pluma. Tras desprenderse la última, despertó. Desconcertada, muy delgada pero con la barriga hinchada, preguntó si estaba embarazada. “Ojalá fuera eso”, le dijo su madre justo al salir del coma. Ahora, aquel despertar del sueño se ha convertido en realidad. “Tengo un embarazo mejor que el de cualquier otra mujer”, asegura pese a los malos augurios de los médicos, otra vez, que le advirtieron del riesgo. Su vida, su embarazo, dice, es normal, sigue con sus ejercicios, ahora con ayuda de una fisioterapeuta. El próximo reto (“mi vida ha ido por retos”) tiene nombre de dios griego.