El Obispado de Málaga contra la flamenca de ocho bits
El intento de convertir a Málaga en una ciudad amiga del arte urbano ha topado con la Iglesia. Al Obispado de la ciudad le ha disgustado una sevillana en 8 bits que Invader, un artista francés, plantó sin su permiso en una fachada lateral del palacio episcopal. El inmueble, declarado Bien de Interés Cultural, muestra ahora una figura pixelada de un metro vestida de rojo carmesí, ataviada con abanico y flor en la cabeza. Dice el Obispado que no cuestiona la calidad artística de la bailaora, sino que se la hayan dibujado en su palacio sin su permiso: “No es un lugar apropiado para ello”.
El Palacio Episcopal de Málaga está en pleno centro turístico. En un minuto a primera hora de la tarde, una decena de turistas saca su móvil para hacer la foto de la Catedral (enfrente), de la Plaza del Obispo, de la calle Santa María, tan típica, tan colmada de tiendas de souvenirs con idéntico vestido al del mosaico. Allí, en la en la fachada de calle Santa María esquina con Molina Lario, ha colocado Invader a su bailaora en posición flamenca. El inmueble es BIC desde 1979.
El Obispado lamentó que no había sido ni siquiera informado de que el artista iba colocar el mosaico. Según explicó en una nota, pidió al ayuntamiento que lo retirase pero no tuvo respuesta. Después interpuso una queja formal tanto al consistorio como ante la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía, competente para la protección de los bienes de interés cultural, que ya ha abierto un expediente informativo para determinar si las intervenciones de Invader han afectado al patrimonio público.
“Lo valorarán los técnicos en función de la normativa específica de mantenimiento y protección de las zonas BIC”, declaró este miércoles el delegado de la Junta de Andalucía, José Luis Ruiz Espejo, que aludió a la “concienciación” sobre la protección del patrimonio: “Estamos por la promoción del arte pero salvaguardando y protegiendo los bienes catalogados”. La normativa en este caso es la Ley de Patrimonio Histórico Andaluz, que además de obligar a la restitución del BIC alterado, contempla sanciones por los daños y perjuicios causados.
Un ayuntamiento patrocinador del arte urbano
Invader es un artista urbano francés que se dedica a intervenir en las calles recreando con mosaicos figuras de antiguos videojuegos arcade en formato 8 bits. Aunque mantiene el anonimato, en lo suyo es popular y reconocido: tiene casi 450.000 seguidores en Instagram, publica sus propios mapas, ha desarrollado una aplicación para que sus fans registren sus intervenciones y ha estampado sus obras en más de 30 países. Hace tres semanas pasó por Málaga y realizó al menos 29 mosaicos: desde una planta de marihuana en Calle Bolivia, a una especie de pulpo con el icónico jersey a rayas de Pablo Picasso, pasando, claro, por la bailaora de marras.
El caso reabre una vieja polémica. Mientras fomenta intervenciones tuteladas, el ayuntamiento ha perseguido obras y acciones de artistas locales que actuaron sin pedir permiso. Por pintar uno de sus famosos barbudos, la policía local multó a Dadi Dreucol, que para pagar la sanción subastó y vendió por 251 euros un dibujo realizado sobre la propia multa. Poco tiempo después, el consistorio llevó a cabo la caza del misterioso artista que pintó de color dorado un par de bancos, papeleras y un contenedor de papel. El joven estaba realizando un proyecto sobre la “descontextualización” de los objetos urbanos. Pese a que no hubo alarma social por que algunos bancos y papeleras pasaran del gris al dorado, las autoridades hicieron hasta un llamamiento a la colaboración ciudadana para dar con el “vándalo”.
El rasero es distinto con artistas internacionales ya consagrados, que actúan bajo la cobertura legal de las instituciones y muchas veces también pagados por ellas. El Centro de Arte Contemporáneo lleva años amparando y fomentando el arte urbano, cuyo componente de rebeldía y autenticidad queda en entredicho cuando se cobija bajo el paraguas institucional. 12.000 euros costaron los dos inmensos murales realizados por D'Face y Obey en el pretendido “Soho”, donde hay otros muchos otros graffitis amparados por el ayuntamiento y su programa MAUS (Málaga Arte Urbano en el Soho). Año y medio después de que terminaran sus murales, el CAC inauguró sendas exposiciones individuales de sus obras.
El caso de Invader es similar: el propio CAC ha programado una muestra para 2018, y su director, Fernando Francés, declaró ayer a Sur que le parece “muy importante” que Málaga cuente con intervenciones de Invader y que en Francia, algunos edificios protegidos han incorporado sus obras como “parte de su riqueza”. “Las leyes están para adaptarse y siempre hay excepciones justificadas y justificables”, declaró Francés, para quien Invader actúa “a su criterio”.
Los artistas urbanos actúan a veces al margen de la ley, se exponen a multas por ello y el propio Invader asegura que ha pasado varias noches en prisión. La concejala de cultura, Gemma del Corral, dijo a Málaga Hoy que el consistorio no autorizó la intervención, pero en este caso sorprende que haya podido realizar sus obras en pleno centro y anunciándolo en prensa sin que el consistorio lo supiera. El CAC aclara que no ha participado, que la exposición programada es “independiente” y que supieron de la “invasión” cuando el artista ya estaba en Málaga.
Invader tiene tal fama que algunos de sus mosaicos han sido arrancados en el pasado, se supone que para su venta a coleccionistas. Por eso ha desarrollado estrategias para resistir: desde contactar con antelación con los propietarios a usar un cemento especialmente potente para estampar sus delicadas teselas. En alguna ocasión el artista ha declarado que elige con cuidado dónde coloca sus obras, y que sigue criterios estéticos, de visibilidad y simbólicos. Sea cual fuere el criterio elegido, su flamenca de ocho píxeles ha topado con la Iglesia.