A escasos metros de la ciudad de Huelva y de un espacio protegido. A vista de pájaro, las balsas de fosfoyesos acechan con sus 120 millones de toneladas de residuos a la capital onubense y su entorno natural. Según denuncian este lunes las organizaciones ecologistas Greenpeace y Mesa de la Ría, el temporal Enma ha desencadenado un vertido de estos residuos industriales tóxicos, peligrosos y radioactivos en el paraje natural Ría de Huelva.
¿Cómo? Desde la organización ecologista Mesa de la Ría, Aurelio González explica que “las aguas torrenciales han arrastrado material sólido y líquido de la base de las balsas. Ese agua contaminada ha provocado inundaciones en el área perimetral, desbordándose y llegando hasta El Estero y el Río Tinto”.
Según Greenpeace, las imágenes que han recogido prueban que, aunque la actividad en el vertedero tóxico se paralizó hace siete años, se siguen produciendo vertidos. “Esto muestra graves fallos en la seguridad y el control de las balsas, de las que se encarga la empresa responsable de los vertidos, Fertiberia, que vuelve a incumplir sus obligaciones y sigue permitiendo que sus residuos afecten al medio ambiente, con graves consecuencias para la salud de la ciudadanía y los ecosistemas de la zona”, denuncian.
Efectos del cambio climático
Los ecologistas advierten de que las medidas de seguridad no son suficiente y que el cambio climático, con efectos como el del devastador temporal Enma, pueden provocar un desastre mucho mayor: que las 120 millones de toneladas de residuos acumulados por las actividades de Fertiberia y otras empresas del polo químico onubense acaben en el océano, tras haber arrasado los espacios protegidos de la Ría de Huelva.
Julio Barea, portavoz de Greenpeace, explica que las consecuencias de un vertido de estas características “son difícilmente cuantificables, ya que serían toneladas y toneladas vertidas a la rías de Huelva, que podrían llegar a Doñana y Mazagón en forma de vertido de difícil remediación”. Al contrario de lo que sostiene la empresa, Rafa Gavilán, de la organización Mesa de la Ría, subraya que “el problema es que está en una zona permeable de marisma, cuya base siempre está en contacto con el agua y está siempre expuesta a la subida del nivel del mar. Es decir, no es hermética”.
Un proyecto sin “descontaminación integral”
Obligada a paralizar su actividad en 2011, Fertiberia, donde trabajó la actual ministra de Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, ha presentado un plan de restauración que el Gobierno de España está evaluando para autorizar o no. Dicho proyecto se basa en cubrir con con una capa de tierra los residuos tóxico, pero no supone, según denuncia Greenpeace, “una descontaminación integral de la zona”.
Rafael Eugenio Romero, portavoz de las empresas del polo químico de Huelva, asegura haber consultado a los técnicos y niega que haya filtraciones. Tras ver las imágenes recogidas por las organizaciones ecologistas, afirma que no ve que “la balsa esté rota y vertiendo a la ría. En la zona interior hay escorrentías, que no salen de ahí. Los daños que ha hecho la lluvia se quedan dentro, no veo vertidos desde la balsa hacia la ría”. Según Romero, los técnicos niegan que haya filtraciones. Desde Greenpeace argumentan que las balsas están situadas en una ladera y que las escorrentías que llegan a la ría, en la base de la ladera, son aguas contaminadas por los fosfoyesos.
La Junta de Andalucía denegó en su momento el proyecto que el Gobierno de España tiene ahora mismo sobre la mesa. El gobierno andaluz archivó la petición de Fertiberia para modificar su Autorización ambiental integrada (AAI), con la que básicamente se pretendía enterrar bajo tierra las 1.000 hectáreas de residuos tóxicos acumulados a las puertas de la ciudad de Huelva.
Y es que, según un estudio de la propia Universidad e Huelva, las balsas de fosfoyesos siguen filtrando metales pesados y otros contaminantes, como arsénico, cadmio, uranio y zinc. Al igual que los ecologistas, la ciencia lo tiene claro: “estas zonas de la balsa de fosfoyeso que se consideraban restauradas, junto con las que aún están por restaurar, son actualmente una importante fuente de contaminación al estuario de Huelva”.