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ENTREVISTA

Pablo Font: “En la invasión de Ucrania es todo muy complicado, pero una visión maniqueísta y simplificadora es la que interesa”

Javier Ramajo

15 de marzo de 2022 21:19 h

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Pablo Font Oporto (Sevilla, 1980) es profesor de Filosofía política, Ética y Filosofía del Derecho en la Universidad Loyola Andalucía. Doctor con mención internacional por la Universidad de Sevilla, sus principales líneas de investigación son el derecho de resistencia histórico y actual, la colonialidad ecosocial y extractivismo, la dimensión política de la crisis socioambiental, el miedo social y la crisis del Estado social. Acaba de ver la luz su segundo libro, 'Batalla por el colapso. Crisis ecosocial y élites contra el pueblo' (Comares, 2022), donde analiza cómo nuestro mundo asiste a una lucha encarnizada entre élites de diverso tipo. Un combate sostenido en todos los terrenos que enfrenta a neoliberales frente a nacionalpopulistas, a oligarquías globales contra aristocracias locales. Ambos bandos intentan no sólo proteger sus intereses sino también alcanzar las mejores posiciones ante una crisis ecosocial (climática y energética) que podría derivar en un colapso civilizatorio. Pero detrás de ese conflicto hay una guerra contra el resto. Analizamos con Font, autor también de 'El derecho de resistencia civil en Francisco Suárez. Virtualidades actuales' (Comares, 2018), la invasión de Ucrania por parte de Rusia, sus orígenes y sus consecuencias.

¿Qué origen tiene la invasión de Rusia sobre Ucrania?

Los políticos nos lanzan mensajes simplificadores y, en primer lugar, lo que habría que decir es que la guerra no ha empezado hace dos semanas sino hace ocho años. La gran mayoría de los estados del bloque soviético han tenido muchísimos problemas de autoritarismos, de totalitarismos y de corrupción acelerada por la entrada del capitalismo y la caída de la Unión Soviética. En el caso de Ucrania, hay claramente una disputa desde hace tiempo entre prorusos y proeuropeos. En 2014 se produjo el derrocamiento de un gobierno legítimamente elegido en las urnas, que era proruso, y partimos de una situación en la que se interrumpe una normalidad democrática y en la que se están vulnerando derechos humanos en el territorio de Ucrania, donde una parte de su población no se siente identificada con el país y está siendo objeto de ataques desde hace ocho años y de lo que la prensa occidental no ha hablado. La cuestión es compleja.

Háblenos en ese sentido de una de sus líneas de investigación, el derecho de resistencia, en este caso de Ucrania.

Hay un derecho de resistencia en cuanto que hay una invasión ilegítima. No hubiera sido lo mismo si Putin se hubiera limitado a entrar en la zona del Donbass y haber forzado la máquina militar, en busca de una respuesta de la comunidad internacional para que se proteja a la población rusoparlante de Ucrania. Pero desde el momento en que Putin se extralimita de eso y trata de invadir el país completo, la legitimidad que hubiera podido esgrimir de legítima defensa de la población civil del Donbass la ha perdido. Por otra parte, el gobierno ucraniano ha estado apoyando también a milicias en esa zona, no solamente atacando con su ejército. Nos encontramos con actuaciones, esa entre otras, que no son adecuadas conforme al derecho de guerra y el derecho internacional por parte de unos y otros.

¿Quiere decir que ese derecho no está del todo claro?

Evidentemente hay un derecho de resistencia pero aquí no hay ni buenos ni malos. En la invasión de Ucrania es todo muy complicado, pero una visión maniqueísta y simplificadora es la que interesa. Porque también hay otros tipos de provocaciones por parte de Ucrania, como la voluntad de solicitar la entrada en la OTAN vulnerando los acuerdos tácitos por los que se concedió la independencia de Ucrania respecto a la Unión Soviética y en el que de alguna manera se estipulaba que Ucrania no entraría en la OTAN. Es lógico que la población rusa, y de eso Putin también se vale como excusa, se ponga nerviosa y piense que les van a poner bases militares o posibles lanzaderas de misiles al lado de casa. También habría que preguntarse por qué la OTAN sigue existiendo cuando se disolvió el Pacto de Varsovia o qué legitimidad tiene la OTAN cuando ha intervenido en otros conflictos más allá del mandato de Naciones Unidas.

¿Dice que ha habido una cierta provocación que Putin ha aprovechado?

Aquí hay muchos intereses, muchas excusas. Zelenski tiene sus intereses también, se ha sabido que tiene dinero en paraísos fiscales y Putin viene de la KGB, que reúne lo peor de la Unión Soviética, que es discutible que fuera un Estado comunista, porque hay quien dice que era un capitalismo de Estado, pero en todo caso recogió el imperialismo, el totalitarismo, el autoritarismo, el nacionalismo y el populismo. Ese señor se supo prevaler de estados en un momento en que en la Unión Soviética había una situación de caos, de pobreza y de pérdida de peso internacional y de autoestima, y esa mano derecha de Yeltsin fue como el salvador providencial de Rusia para hacerse respetar política, económica y militarmente, con autoritarismo y con un régimen que no es realmente democrático, y ahora jugando sus bazas a nivel geoestratégico.

El envío de armas a Ucrania no va a solucionar la guerra sino que va a echar más gasolina al fuego

Volviendo al derecho de resistencia de Ucrania, ¿cómo valora el envío de armas ante el ataque ruso?

Pues si tú estás dando un soporte armamentístico de cualquier tipo a Ucrania sabiendo que eso simplemente va a retrasar la agonía de la guerra y va a provocar en última instancia más muertos civiles y militares, va a alargar el sufrimiento de la población, el conflicto se va a enquistar y Putin va a acabar igualmente obteniendo la victoria, pues probablemente sea algo contraproducente. Habría que repasar también lo que ocurrió con Saddam Hussein en Irak, por ejemplo, o el caso de Bashar al Asad en Siria o el caso de Gadafi en Libia, que eran tiranos, pero habría que ver el bien mayor que se obtiene cuando se interviene en esas situaciones.

La entrega de armas y el soporte a Ucrania podría ser contraproducente para la población civil y podría generar heridas mayores cuando se acabe la guerra, que pueden provocar nuevos conflictos a nivel bilateral, pero también a nivel internacional. Ya vimos cómo el conflicto de los Balcanes provocó la Primera Guerra Mundial. No estoy nada de acuerdo con que sea legítima esa entrega de armas, más allá de que por supuesto también hay aquí unos intereses de la industría armamentística, de Estados Unidos y de la OTAN por alargar la guerra, etc. Pero yo creo que esto es contraproducente y que más bien habría que intentar lo antes posible un acuerdo de paz o un alto el fuego.

Evidentemente Putin, cuando gane, va a intentar colocar a una marioneta al frente del Gobierno de Ucrania que él pueda manejar. Pero, yendo al bien mayor, al bien común de la población, en este caso el mal menor sería evitar ese derramamiento de sangre y toda esta situación de desplazados, de refugiados, de cercos a ciudades como Mariupol, puede acabar en auténticas tragedias humanitarias. Me parece lamentable la decisión de Pedro Sánchez de secundar estas ideas y, por supuesto, me parece todavía más lamentable la posición de Yolanda Díaz o de otros miembros del Gobierno apoyando esa medida. Tengo claro que eso no va a solucionar la guerra sino que va a echar más gasolina al fuego.

¿Qué nos puede decir de la crisis energética que se deriva del conflicto militar?

La crisis energética no es simplemente producto de circunstancias puntuales como la pandemia o como la guerra en Ucrania, sino que nos encontramos con problemas de fondo como el pico de los recursos, enlo relativo al petróleo el peak oil, y es que se llega a la máxima posibilidad de producción de petróleo de calidad y barato. Es decir, se nos está acabando el petróleo de calidad y barato. No se acaba el petróleo, porque sigue habiendo reservas disponible pero ya es de más difícil acceso. La tasa de retorno energético, por tanto, es cada vez menor y el petróleo de peor calidad pero más caro porque hay que excavar más. ¿Qué ocurre? Pues en ese contexto en el que todos queremos seguir manteniendo nuestro nivel de vida, no hay realmente una solución básica para una transición energética como se está contando, porque las renovables tienen muchos problemas, entre otros que son dependientes de los combustibles fósiles.

El gas, entonces, cobra muchísima más importancia porque, aunque es limitado, y el eje de conflicto por el control de los recursos se desplaza del espacio que ocupado en los últimos 50, 60 o 70 años, es decir, desde Oriente Medio a otra zona caliente como Rusia y Ucrania, teniendo en cuenta que todo lo que es centroeuropa es muy dependiente del gas ruso, no tanto en España al depender de Argelia en ese sentido. Pero aquí quien manda es Alemania, y Alemania sí es muy dependiente. El gas, además, cobra también importancia porque para poder estabilizar los sistemas eléctricos es una fuente de energía muy versátil, polivalente y adecuada ya que las renovables no te aseguran un suministro continuo. Y aquí está jugando Putin sus bazas, porque tiene la llave de paso a Europa central y occidental.

¿Cómo analizaría los posicionamientos de la OTAN, la Unión Europea o Estados Unidos en relación con el conflicto?

Esta guerra, como digo en mi libro, es un episodio de un conflicto más general entre dos élites que se están enfrentando. Es una guerra, en última instancia encubierta, contra la inmensa mayoría de la humanidad, por eso digo contra el pueblo, sobre todo contra los más vulnerables. Es una guerra de unas oligarquías muy minoritarias que identifico como globales y locales. Las primeras son aquellas que, a partir de la Segunda Guerra Mundial y de la descolonización, del cambio en China a partir de la muerte de Mao y de, sobre todo, la caída de la Unión Soviética y el fin de un mundo separado en dos bloques incomunicados, con la globalización y las nuevas tecnologías ponen en marcha porque piensan que va a haber una mayor posibilidad de negocio y sus territorios van a quedar bien parados.

Esas élites tienen una visión globalista, cosmopolita y liberal que a priori puede resultar interesante pero en el fondo lo que hay detrás es una visión de proteger sus propios intereses y las ideologías que están detrás, con neoliberales que creen en una desregulación absoluta del mercado hasta incluso socioliberales que creen en una economía de libre mercado a nivel global, pero con cierta regulación, con ciertas ayudas a las clases más vulnerables incluso los socialdemócratas, por eso el PSOE también está ahí metido.

¿Qué papel juega Estados Unidos y su presidente, Joe Biden?

Biden representa esos intereses que comentaba, con gran importancia de las relaciones internacionales y las estrategias a nivel geopolítico y geoeconómico, a nivel internacional. Y lo dijo en su discurso de investidura, que quería recuperar el papel de EEUU de líder internacional, y a los pocos días ya estaba otra vez volviendo a bombardear en Siria. ¿Qué pasaba con Trump? Que defendía a los otras élites, las locales, vinculadas a un territorio y que han ido perdiendo peso porque no han sabido adaptarse a la globalización y controlar los sistemas internacionales, sino que no están acostumbrados a controlar las economías locales.

La ideología de Trump es más bien nacionalista, populista, que vende cosas que realmente no son factibles, y también neoconservadora, porque piensa que hay que volver a recuperar las raíces del origen de la grandeza de Estados Unidos. Por eso para él no es importante la política internacional sino que lo es el ámbito doméstico. La política internacional es una pasarela Cibeles en la que Estados Unidos simplemente exhibe su poderío, que viene de su propia grandeza moral porque es el país destinado incluso por Dios a ser el líder del mundo, sin tener que intervenir. Primaba la defensa de las élites locales con un proteccionismo económico, donde no se puede permitir, por ejemplo, que China nos siga importando productos y nos siga machacando en lo económico y, por tanto, también en las raíces morales y espirituales de nuestro pueblo. Pero es menos peligroso que Biden en el ámbito internacional.

Putin es admirado por Trump porque quisiera ser ese líder y por eso se monta en el caballo con el torso desnudo. Un macho alfa, autoritario, que escarba las raíces espirituales del pueblo. Están en la misma onda ideológica, pero es que además los dos protegen a los mismos tipos de élites, las locales, cada uno a las suyas, aunque también haya oligarcas rusos a nivel global. Pero para Trump la OTAN no es importante, es secundaria. Trump no hubiera forzado la máquina con la expansión de la OTAN hacia Rusia y la entrada de Ucrania. Y además resulta que los otros líderes de la OTAN son globalistas, son liberales, y se siente más cómodo con Putin. Cuando ganó Biden las elecciones parecía que se vencía al monstruo, pero evidentemente Biden defiende unos intereses hay intereses muy claros.

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