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ENTREVISTA Pablo Galindo, profesor de Sociología

Pablo Galindo: “En cuestiones como la islamofobia, la prensa tendría que revisar el impacto que tiene en la conformación de mentalidades”

Pablo Galindo es profesor de Sociología de la Universidad de Granada y uno de los autores del artículo 'La islamofobia en el sur de Europa: los casos de Grecia, España, Italia y Portugal', elaborado en el marco de un estudio que ha realizado el grupo de investigación de su facultad sobre problemas sociales y publicado aquí. El trabajo considera que los medios de comunicación “han estigmatizado al Islam” y que, por otra parte, redes sociales como Twitter son “el vehículo perfecto” para difundir noticias falsas en las que se logra “fomentar la islamofobia”. Ejemplos hay a montones: “¡Qué alguien me diga por favor qué hace ese de la chilaba paseando por Notre Dame ardiendo!”, corrió por las redes hace poco más de un año. No era cierto. El objetivo no es otro, en aquel y en otros casos, que sembrar el odio hacia esta religión por parte de grupos radicales y de extrema derecha, “sembrando el desconcierto y la paranoia mediante la desinformación”. Galindo nos atiende por teléfono para explicarnos un poco más su trabajo.

La islamofobia y las fake news que la alimentan llevan un tiempo ahí pero dice usted que los medios contribuyen a veces a ella con expresiones como “terrorismo islámico” o “terrorismo yihadista”.

No hay un término ni una cadena de términos que sea totalmente objetiva y respetuosa con las connotaciones, porque es verdad que son términos que no son del todo correctos, y que al final generan una mirada que generaliza a ese país que debe existir en algún sitio de, no sé, pues “musulmania”, donde todos se juntan y deciden cómo acabar con Occidente, ¿no? En los medios de comunicación, dependiendo del nivel, escribe cualquiera de cualquier cosa y se dicen a veces una serie de mensajes simples y superficiales que van conformando esa opinión pública. Entre eso y el contexto nacional-populista en el que estamos desde hace tiempo, tanto en España como en Grecia, en Portugal y en gran parte del mundo desarrollado, contribuye a que todo encaje.

¿Quiere decir para que todo encaje para aumentar esa islamofobia entre la ciudadanía?

No deja de ser una interpretación personal pero en los momentos de crisis o de ruptura o de cambio radical como el que vivimos ahora, quizá sea necesario volver a buscar relatos mediáticos que desvíen un poco la atención, buscar nuevos enemigos o viejos enemigos para rearmar ciertas estructuras y que, al final, sigamos en esa línea del miedo que al final te inhabilita, te desactiva, no te deja interaccionar de manera natural con las personas, a no acercarme a ti “porque vienes de fuera”, “porque vas con una indumentaria” que entiendo que está asociada a ser árabe o a ser musulmán, cuando a lo mejor no tiene nada que ver, y entonces al final eso genera esa mixofobia de la que hablaba Bauman, de ese miedo y ese rechazo a lo que viene de fuera.

El papel de los medios y de las redes que desinforman, que intoxican y que te reafirman en tu línea ideológica, por mucho que consultes, te reafirman en el mismo camino en el que estabas. El tema de las fake news, de los bulos, de lo que ocurre en redes sociales y de todo esos memes que se envían, pues hay gente que sorprendentemente los da por buenos porque los reenvía a otras personas.

Entiendo que ese cóctel de medios no veraces, de 'fakes' en redes sociales y de movimientos de extrema derecha detrás auspician esa islamofobia pero, ¿qué otras circunstancias más personales colaboran en acrecentar ese odio?

Los contextos y los momentos son siempre las variables determinantes para explicar. Aquí el contexto viene de atrás, de la crisis económica, crisis financiera, desempleo, precariedad, etc. Los nacionalpopulismos, en este caso de extrema derecha, encuentran un caldo de cultivo perfecto para conectar con el pueblo, nunca mejor dicho, que no entiende de izquierda o de derecha sino de que no tiene para comer, que no tiene para poner la calefacción, que no tiene para pagar los libros de mi hijo o de mi hija. Y entonces hay gente que sabe conectar muy bien, que tiene discursos muy elaborados y muy bien argumentados, correctos o no, eso ya es otra cuestión, pero que calan muy bien y que conectan y que se traducen en votos, en apoyos, o sencillamente en que tu opinión pública se mimetiza con lo que defiende ese partido político. Grecia, Portugal, también Italia, España... Había muchos más países, salvo que en este estudio había que concretarlo en el sur de Europa. Pero Suiza, Alemania, Irlanda, Reino Unido, Turquía, creo que tienen ejemplos bastante recientes de cómo eso va calando, cómo eso va cuajando.

Pero cada cual tiene una opinión propia de la realidad, ¿no cree?

Pero al final lo que todo eso genera es que lo que tú piensas sobre cómo está el mundo y sobre los miedos que te hacen más vulnerable tenga un componente de objetividad concreto pero también tienen un componente de interpretación, de percepción y de inoculación mediática o político-mediática que te deja totalmente inhabilitado para tener tu propio planteamiento crítico.

Volvemos a lo de siempre, que la gente no es crítica, que la gente no contrasta, que la gente no sabe buscar, no saber filtrar información, lee en un único idioma y eso, pues no sé si tiene alguna ventaja pero desventajas tiene muchas. Entre esa falta de crítica y esa posibilidad que cada vez tiene más la sociedad que te desactiva para decir “no” o para decir “no estoy de acuerdo” ante alguna cuestión que tú consideras injusta, pues el miedo es la clave y se convierte en un elemento legitimador de los gobiernos que habían perdido una gran parte de su legitimidad en las últimas décadas; y estos nuevos miedos, reales o no, irracionales y emocionales la mayoría, son una herramienta importante para seguir manteniéndote en tu jerarquía, en tu posición.

¿Qué herramientas usan esos gobiernos o esos partidos políticos ligados a la extrema derecha para meter miedo a la población en contra de personas de otro origen o de otra religión?

Creo que este es de los pocos casos donde hay manuales con muchos años de antigüedad, en el sentido de que, en un contexto de extrema necesidad, conectando con las clases más bajas, más desfavorecidas y más vulnerables al tema económico, al tema de desempleo, al tema de precariedad y vendiendo cuatro mensajes muy simples pero muy viscerales y muy emocionales de “estas son las personas o estos son los colectivos o estas son las realidades que ponen en peligro tu pan, tu comida, tu bienestar, tu familia, tu hogar”, pues son muy fáciles de transmitir. Y en contextos electorales concretos consiguen llegar a una amplia mayoría de gente porque saben moverse bien en estos contextos, cuentan con asesores para transmitir estas ideas, y en las redes sociales tienen un contexto difuminador que yo creo que cala. El nacionalpopulismo hay que reconocer que es atractivo para determinadas capas sociales que lo están pasando muy mal y es relativamente fácil. Es algo que se lleva haciendo durante muchísimos años en Europa y siguen pautas clásicas, por llamarlo de alguna manera.

¿Qué parte de culpa tienen los medios de comunicación si no abordan verazmente la información o contradicen ese tipo de ideas?

Los medios de comunicación, partiendo en el mejor de los casos de una buena intención y de la línea de informar y de construir opinión pública, es verdad que en muchos de los casos no contrastan información, no la consolidan o la argumentan con datos, sobre todo comparativos. Los titulares siguen, y puedo entender que la digitalización de la prensa tenga ahora mismo otras prioridades u otro tipo de “peajes” para seguir funcionando, tienes que intentar ser atractivos y que incluso tengan que tener un poco de componente emocional, y eso a veces contribuye a conseguir otro tipo de cosas. Esa emocionalidad, tan de moda ahora y que guía nuestros comportamientos, los medios deberían de contrarrestarla con objetividad, con argumentos, con datos, con estadística. No digo que la estadística sea la panacea, pero al menos te permiten agarrarte a un estudio, a una fuente, a una base de datos. En general, hay muchos medios de comunicación, y de amplio nivel, que hace ya tiempo que hacen unas visiones muy superficiales, muy simplistas y cuyos titulares tienen términos o incluso elementos étnicos, religiosos o culturales que se convierten en el cuerpo de la noticia cuando en el fondo no lo son. Pero para el lector se convierten en la noticia.

¿Cuál sería, a su juicio, la receta ideal para que se dejaran de propagar esa mala información?

Hace falta amueblar bien la cabeza de la gente, en la socialización en general y en los procesos educativos (que los chavales desde muy jovencitos empiecen a saber trabajar, filtrar y discriminar en internet, en redes sociales, fuentes fiables y objetivas). Tenemos que ser conscientes de lo que son las redes sociales y de los mensajes y de las motivaciones que tienen, y de los perfiles ideológicos y demográficos que entregamos libremente a las redes sociales cada vez que hacemos cualquier cualquier cliqueo. Y por supuesto, esa educación crítica de la que todas las instancias son responsable (escuela, educación, medios de comunicación, clase política). Pero, claro, la prensa, con independencia de si tienen su enfoque empresarial o su enfoque comercial, en cuestiones como la islamofobia tendría que revisar que el impacto que tiene en la conformación de mentalidades puede ser muy dañino para la sociedad en general.

Los medios de comunicación tienen su responsabilidad y la gente tiene que tener su propia opinión y no dejarse llevar por etiquetas. Porque incluso muchas veces ocurren efectos contrarios: ciudadanos franceses, ingleses o alemanes mal denominados de segunda o tercera generación, nunca les han hecho sentirse franceses, nunca les han hecho sentirse ingleses, nunca les han hecho sentirse alemanes. Y nacieron allí, estudiaron allí, hablan alemán, francés, inglés o castellano igual de bien o de mal que el autóctono, digámoslo así. Ese recordarle constantemente “tú no eres francés” o “tú no eres español” va conformando una exclusión social, una falta de identidad, una falta de expectativas, puede que un sentimiento de furia, o de rencor, o de frustración. ¿Por qué yo no puedo sentirme como tal si he hecho lo mismo que el que tengo al lado? Y muchas veces hay circunstancias de pobreza, de exclusión social, de barrios marginales, donde puede haber gente radical que capta a esos chicos, conecta muy fácilmente con ellos y son al final los artífices de cosas como ese chico de 20 años de Viena. Es gente muy vulnerable y que, a lo mejor, ideológicamente tampoco están muy amueblados con ese aspecto.

¿Qué conclusión más concreta saca de este trabajo del estudio que apunta a la dificultad de discernir la información verosímil de los bulos?

Pues que ha habido un incremento notable de comportamientos, actitudes, conducta islamófobas y xenófobas en los últimos años, y que el contexto económico de precariedad, de falta de expectativa, es un caldo de cultivo perfecto para que eso ocurra. Y que la aparición generalizada de las redes sociales permite que se extienda de una manera descontrolada y que es muy difícil medir de manera cuantitativa los denominados discursos de odio y delitos de odio.

¿A qué se refiere?

Si nos basamos únicamente en denuncias en centros policiales o la judicialización de algunas de ellas, bien por la situación irregular de la persona o bien porque no se es conocedor de si eso es un delito de odio o no, hace que las estadísticas no sean representativas. De hecho, ese fue uno de los problemas que tuvimos a la hora de cazar datos a nivel cuantitativo. No se puede hacer de manera cuantitativa, tiene que hacerse de manera cualitativa. Y ahí las asociaciones, el tejido asociativo, el tercer sector de los diferentes países objeto de estudio, sí que te dan datos de gente que va, de gente que denuncia, pero que luego a lo mejor no se traduce en nada.