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Bocaleones: el valle encantado que mira a Zahara de la Sierra

Mª Ángeles Robles

9 de mayo de 2019 16:55 h

El Parque Natural Sierra de Grazalema todavía conserva lugares poco transitados que merece la pena descubrir. Valles encantados por los que parece que no ha pasado el tiempo y que son islas tranquilas que el turismo apenas ha abordado. El arroyo Bocaleones, en Zahara de la Sierra, es conocido como el río que ha esculpido la famosa Garganta Verde, uno de los espacios naturales más visitados de la provincia de Cádiz. Pocos excursionistas se preguntan, sin embargo, qué ocurre aguas abajo, cuando el caudal se remansa y discurre lentamente hasta morir.

Durante su corto recorrido, el arroyo Bocaleones deja su impronta en un paisaje que va desde los hondos desfiladeros de la garganta al apacible escenario natural del valle al que da nombre. En este paraje se une al Guadalete, que tras permanecer quieto en el pantano Zahara-El Gastor sigue su curso hasta su desembocadura en el El Puerto de Santa María.

El valle del Bocaleones, protegido por las lomas y montañas que lo rodean de las inclemencias extremas del tiempo, es famoso por sus huertas que lucen esplendorosas durante el verano.

Un puñado de casas rurales, como Cinco Lunas o Huerta Bocaleones, acogen desde hace años a los turistas deseosos de experimentar una inmersión total en la naturaleza porque, aunque Zahara de la Sierra está muy cerca, en el valle no hay nada que pueda distraer al visitante en comunión con el entorno.

Pese a que muchas de las tradicionales huertas ya no están habitadas por sus antiguos moradores, la fisonomía del valle, que goza de la seguridad que le otorga pertenecer a una de las zonas más protegidas del Parque Natural Sierra de Grazalema, apenas ha cambiado. El visitante recurrente vuelve siempre a un edén verde inundado por el ruidoso silencio de la naturaleza.

Fernando y Antonia son unos de los pocos habitantes del valle que todavía permanecen en Bocaleones. Apenas han salido del pequeño territorio que los vio nacer: él, en el mismo “rancho” sobre una loma donde sigue viviendo con su mujer; ella, un poco más abajo, cerca ya de la carretera, en una casa que ya no existe.

Fernando, ya jubilado, cuida a veces las ovejas de un vecino. El rebaño es numeroso y abundan ahora las pequeñas crías que se enganchan a la teta de su madre en mitad del carril. Él ya no tiene rebaño propio, ni ordeña las cabras con cuya leche su mujer hacía un delicioso queso casero que solo consumían ellos y algunos vecinos. Sí tienen gallinas, que alimentan únicamente con maíz que ellos mismo siembran y que corren libres hasta que Antonia las llama de vuelta al gallinero. Una perra grande, amable y fiera a la vez, las defiende “de los zorros que viene a comérselas por la noche”.

También siguen cultivando el huerto que tienen cerca del río. Ahora “es tiempo de ponerlo”, porque el huerto cada verano es nuevo y en primavera el trabajo se centra en ir sembrando escalonadamente lo que corresponde: pronto los pimientos y, casi enseguida, los tomates

Apenas quedan vecinos antiguos. Algunos ha muerto, otros, muy mayores, prefieren vivir en el pueblo donde se sienten más acompañados y mejor asistidos. Fernando y Antonia no renuncian a su dura parcela del paraíso aunque se plantean el futuro de forma práctica y saben que llegará el momento en que no podrán bajar al valle, cuidar de las gallinas, plantar el huerto, ayudar al vecino con las ovejas. No les inquieta.

Fernando no se queja, porque está acostumbrado a aceptar lo que la vida le depara, pero mira a lo lejos cuando afirma que la mayoría de las casas “las han comprado extranjeros, sobre todo ingleses que apenas se comunican” con ellos.

Cómo llegar al valle del Bocaleones

La entrada al valle del Bocaleones está en la carretera que une Zahara de la Sierra con Prado del Rey. A pocos kilómetros si entramos por Zahara de la Sierra, un pequeño bosquecillo delata la presencia del río que baja de la Garganta verde y que atraviesa el valle para unirse al Guadalete.

Un carril de tierra rojiza, a la derecha de la carretera, marca el inicio del sendero circular que bordea el valle. A medio camino del trayecto, tendremos que cruzar el río, por eso únicamente se puede completar el recorrido a pie en un delicioso paseo que no entraña mayor dificultad que vadear el arroyo, no demasiado ancho ni caudaloso en esa zona.

Si tras cruzar el Bocaleones nos desviamos a la derecha, podemos ver el punto justo en el que une sus aguas a las del río Guadalete, que avanza gélido desde el fondo del pantano Zahara-El Gastor. El rumor de las cañas y una impresionante vegetación de ribera acompañarán al paseante durante este tramo. Volviendo sobre nuestros pasos, podemos continuar por el carril que rodea el valle hasta alcanzar de nuevo la carretera.

Si tienen la suerte de poder pasar algunos días en Bocaleones, hay varias excursiones posibles en los alrededores, aunque merece la pena perderse en la tranquilidad absoluta del campo, contemplar las vistas de la Garganta Verde que se pueden admirar desde algunos puntos del fondo del valle, e incluso bañarse en las siempre frías aguas de este modesto río que marca un territorio singular.