La zawiya de Aznalcóllar, testigo de 800 años de historia y mezcla de culturas

Fermín Cabanillas

Sevilla —
20 de agosto de 2020 00:58 h

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A poco más de 30 kilómetros de la capital andaluza, un pequeño municipio se abre camino en la carretera, coronado por su impresionante mina, el enorme polígono de su entrada y sus calles todavía con ese sabor andaluz de los pueblos que no necesitan cambiar. Es Aznalcóllar, donde, curiosamente, a la hora de ver un tesoro cultural hay que llegar hasta la parte más alta del pueblo, y entrar en su cementerio.

Desde allí se divisa una impresionante vista de buena parte de los campos y el pantano que rodea al pueblo, y nada más entrar en él, unos metros a la derecha, se levanta majestuosa una zawiya heredada de los árabes única en Andalucía y una de las pocas que se conservan en toda Europa.

Por definición, una zawiya “es una escuela o monasterio religioso islámico”. El término se utiliza en las zonas del Magreb y de África Occidental. Suelen tener un estanque, y a veces también una fuente. Puede que la de Aznalcóllar la tuviese, aunque si fue así ya no está rodeada de agua, sino de las tumbas de los vecinos del pueblo.

Un camposanto diferente

La zawiya, por cierto, no es la única rareza de este cementerio. Este edificio árabe forma parte un camposanto que es en sí un rareza, ya que no es un lugar de enterramientos en un solo plano, sino que su ubicación en una antigua colina desde la que se divisa todo el pueblo hace que haya tenido que crecer a tres alturas, pegado además a las casas que se han ido acercando a él con el paso de los años. El cementerio es como una casa más de la calle donde se encuentra.

La historia en torno a este edificio es apasionante, y, como casi todo, se mezcla con la leyenda. La actual capilla del cementerio formaba parte de la antigua iglesia de Aznalcóllar de estilo mudéjar, construida posiblemente en el siglo XIV. Los restos que se conservan en pie correspondían a la cabecera de la nave central donde se emplazaba el altar mayor. Esta antigua iglesia se derribó en 1782 respetando sólo la cabecera, con la pretensión de ampliarla, pero más tarde se cambió de idea y una nueva parroquia fue construida en la parte baja de la ciudad, en el acceso desde el centro del pueblo al Ayuntamiento.

Un edificio singular

Técnicamente, el edificio presenta una planta cuadrada cubierta por una cúpula octogonal sobre trompas, apreciándose en el testero de la cabecera la huella de un retablo de último estilo gótico. El alzado de la capilla muestra unos muros de grueso ladrillo, aunque en el interior han sido enfoscados cubriéndose con gruesas capas de cal. 

Curiosamente, los alicatados son modernos, pero siguen los criterios decorativos del estilo mudéjar. Sobre la puerta principal se distingue perfectamente el arco toral apuntado que daba paso a la nave central, cerrado posteriormente para construir la puerta de la capilla. 

Un gran templo

Cuando se está dentro de la zawiya es difícil pensar que en realidad formaba parte de un gran templo, pero era así. Su fachada sur presenta dos ventanas saeteras enmarcadas en arcos de herradura ciegos. La huella árabe está por todos lados.

Este edificio ha sido restaurado en distintas ocasiones, ya que se hallaron humedades producidas por la filtración del agua, múltiples grietas en la fachada principal y desprendimiento de la fábrica de ladrillo, y se quiere poner en valor definitivamente para que sea visitada con regularidad.

Para visitarla hay que pedir permiso en el Ayuntamiento, e incluso el propio alcalde, Juan José Fernández, se ofrece como guía si su agenda se lo permite. Pero es indispensable proceder al arreglo que necesita: “Es un sitio único, y queremos compartirlo con toda la gente que podamos. Se quiere cambiar este suelo por uno transparente, de forma que la gente no pise el primero que tuvo, pero sí lo pueda ver todo el que entre”, explica.

La fecha aproximada

Su construcción es imposible fijarla en el tiempo. Se cree que su origen puede estar en torno al 1248, cuando Sevilla se rindió a los árabes, pero comenzó entonces una convivencia de lenguas y religiones, y puede que algunos de aquellos mudéjares fueran los encargados de la construcción. Tal es su belleza que incluso la Reconquista la mantuvo en pie, y en torno a ella se construyó la nueva iglesia de Aznalcóllar.

Mientras el alcalde consigue la ayuda que reclama para ponerla en valor, la Diputación de Sevilla la ha incluido en la guía que, a través de Prodetur, recoge el impacto cultural, artístico y arquitectónico del gótico-mudéjar, con edificios que se conservan en pie y que hablan por sí solos del paso de los siglos entre el XIII y el XVI en los cuatro puntos cardinales de la provincia.

La propia guía explica que el mudéjar “puede interpretarse como un complejo fenómeno artístico bifronte: el derivado de los contactos, interrelaciones y conflictos entre el arte hispanomusulmán y los sucesivos estilos cristianos acogidos y desarrollados en la Península Ibérica”, y es tal el impacto que 58 de los pueblos de la provincia sevillana tienen resquicios de ese estilo en sus calles.

De esta forma, aunque parezca imposible, algunos de los edificios que son vistos cada día por miles de personas en calles y pueblos de la provincia salieron de la mente de un arquitecto hace casi un milenio, y han sobrevivido para ser testimonio indeleble del paso de la cultura árabe por suelo andaluz, y con ganas de estar en pie varios milenios más. 

La belleza del cementerio

Todo lo que rodea a esta capilla le da un aire distinto al cementerio, que en 2017 optó a uno de los premios enmarcados en el concurso para elegir al mejor camposanto de España, organizado por la revista ‘Adiós Cultural’, editada por Funespaña.

Junto a 'La Zawiya', resultaron finalistas en la modalidad de mejor monumento del citado concurso otras construcciones de Villaluenga del Rosario (Cádiz) y Monturque (Córdoba), así como de Masnou (Barcelona), Bolvir (Gerona), Alcantarilla (Murcia) y Abaurrea Alta (Navarra).