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La pequeña gran sinagoga de Córdoba: 700 años de la huella judía

Viajen en el tiempo 700 años atrás. Septiembre de 1314. En Córdoba se inician los trabajos de construcción de la Sinagoga. Un año después, en septiembre de 1315, concluirían. Y ahora, en pleno siglo XXI, como entonces, 365 días son los protagonistas de la conmemoración del séptimo centenario de este singular edificio, la única sinagoga de época medieval que se conserva en Andalucía y una de las tres sinagogas más significativas de España junto a las dos ubicadas en Toledo.

Calle Judíos. En el barrio de la Judería. El que fuera templo de la comunidad sefardí en la Córdoba del siglo XIV acaba de ser restaurado y puesto a punto para un año de conmemoraciones que entre septiembre de 2014 y septiembre de 2015 quiere rendir homenaje a un edificio que marca la huella judía en Córdoba y al que acuden miles de visitantes buscando su propia huella vital.

“Salen de la visita llorando. Muy emocionados. Para ellos es obligado pasar por la Sinagoga”. Lo cuenta Javier, que lleva varios años en las labores de atención a los visitantes de este edificio. Es testigo de cómo judíos llegados de todas partes del mundo tienen marcado en rojo en su agenda la visita a la Sinagoga que, de uso exclusivamente turístico, es sin embargo un oasis para los sentimientos de quienes siguen esta religión.

Entran como turistas pero viven la visita al monumento de una manera muy particular. Apuran la breve estancia que se permite en el edificio hasta el último momento. “En silencio, en un rincón, sin más, aprovechan para rezar” en un lugar que sienten como suyo. “Hay quienes hacen algún cántico”. Y hay quien, al realizar la visita, conserva las costumbres que se seguían en la Sinagoga de hace 700 años. Es su manera particular de reencontrarse con la comunidad judía que siete siglos atrás levantó este templo, desconocido para muchos y, sin embargo, aupado al segundo puesto en la clasificación de monumentos más visitados en Córdoba tras la Mezquita-Catedral.

Desde fuera, un muro y una puerta en una callejuela estrecha es lo que el turista despistado puede pasar por alto sin percatarse de lo que tiene ante sí. Pero es parada obligada para comprender parte de la historia de esta ciudad. La Sinagoga de Córdoba, de planta cuadrada, con un pequeño atrio de columnas y una sala de oración, fue templo hebreo hasta 1492, año en que los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los judíos de la península. Después, el edificio se utilizó como un centro hospitalario y en 1558 se estableció allí la cofradía de los zapateros y su patrón, San Crispín. A partir de 1885, se declararía como monumento, uso con el que se conserva como Bien de Interés Cultural (BIC).

“Santuario en miniatura” testigo de la historia

Pese a esas distintas etapas, la Sinagoga pervive como tesoro que explica su propia historia a quienes la quieren visitar cientos de años después de su construcción. De hecho, se preservó su inscripción fundacional: “Santuario en miniatura y morada del testimonio que terminó Ishap Moheb, hijo del señor Efrein Wadowa el año setenta y cinco”, reza la placa que indica el año 5075 del calendario judío, 1315 según el cristiano, y que indica la familia que financió la construcción del templo.

Esa es la imagen inicial de este viaje en el tiempo al sumergirse hoy en la Sinagoga de Córdoba, una joya arquitectónica que se puede ver como “un reflejo del arte nazarí de Granada en Córdoba”, y que cuenta con la prueba más evidente de ello en sus yeserías y ornamentación, explica el arquitecto Arturo Ramírez, director de las obras recién terminadas para la restauración del edificio. Una tarea arquitectónica, arqueológica y de restauración que ha llevado tres meses de tiempo para darle la bienvenida al séptimo centenario.

Pero más allá de la historia, de la arquitectura y de su riqueza artística, la Sinagoga se erige como valor de presente. De un lado, las administraciones ven en ella un espacio para atraer y recuperar al turista hebreo. El calendario de actividades conmemorativas a lo largo de este año para celebrar los 700 años del monumento así lo pone de manifiesto. Que Córdoba esté inscrita en la Red de Juderías de España quiere ser algo más que una inscripción más devenida por su pasado.

De otro lado, son esos turistas, los judíos, los que sacan a flor de piel el sentido de su visita. Y, conservan, como hace 700 años, sus costumbres al volver al templo. Mujeres que se quedan en la sala anterior a la sala de rezo donde pasan solo los hombres. Inclinación y cabeza cubierta para el rezo. Lágrimas al pisar el suelo de sus antepasados. Y algunos, incluso –cuentan quienes los reciben y escuchan sus palabras emocionadas- dicen que conservan las llaves y que, algún día, volverán.