Patios cordobeses: una arquitectura singular para estos oasis urbanos
La Fiesta de los Patios de Córdoba tiene tras de sí unas raíces arquitectónicas que explican gran parte de todo el desarrollo histórico y social que tienen tras de sí estos oasis urbanos, distinguidos como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La construcción singular de estos espacios les ha hecho erigirse como lugares de convivencia vecinal y, traspasando fronteras, lugar de peregrinaje para los miles de turistas que cada año visitan los patios en busca de esa singularidad que les caracteriza.
Históricamente, la domus romana primero y la vivienda islámica después, cada una con sus características, asentaron en Córdoba una serie de construcciones que tenían en el patio un importante espacio del que dependían la recogida del agua, la entrada de luz o la salida del humo de la casa. Un espacio que, como contacto con la naturaleza, se asentó en las construcciones posteriores de las casas cordobesas.
De un lado, en lo que hoy se puede visitar como casas-patio, se encuentran las viviendas unifamiliares, donde habita una sola familia, y que tiene para sí sola el patio como estancia central de la casa. De otro lado, las antiguas casas solariegas que se convirtieron en casas de vecinos, arrendando habitaciones de las galerías superiores por la gran emigración del campo a la ciudad y que tuvieron en el patio su espacio de vida común, como una estancia más de la vivienda con las zonas comunes como las cocinas o los aseos. Y, en un tercer caso, existen construcciones de casas unifamiliares, adosadas, que comparten un patio común, como espacio de convivencia entre las distintas familias.
El patio, en cada uno de estos tres tipos, se convertían en un lugar de relaciones familiares y sociales, para recibir a las visitas, un espacio que contaba como una estancia más de la casa, ya fuera de una sola familia o compartida por varias, al estilo de las corralas de vecinos. Y, cada uno de ellos, siempre con una característica común: desde la calle se puede apreciar la existencia de ese patio.
Además, en todas estas viviendas, son varias las características comunes de la arquitectura de los patios cordobeses: sus paredes pintadas con cal, que refleja la luz y los rayos del sol y, además, se usa por su poder desinfectante; los muros repletos de macetas con plantas y flores que, como si de una segunda piel de la casa se tratara, tienen una función climática; y a ello se une el suelo de chino cordobés o losas de barro, que favorece la transpiración entre la tierra y la atmósfera y contribuye igualmente a crear un particular microclima. De hecho, los patios se erigen en una especie de cámara fresca que sortea las temperaturas más calurosas con siete u ocho grados menos.
Ahí, las plantas y el agua juegan un papel esencial. La belleza que hoy ven los miles de turistas que se acercan hasta los patios cordobeses no sólo tiene una componente estética, sino que nace de la historia, de la importancia del agua en civilizaciones como la musulmana, que dejaron su impronta en los patios, donde fuentes, pozos y acequias mantienen esta tradición. Agua también para regar los cientos de macetas que pueblan los patios, con su verdor y los colores de las flores, consiguen el clima propio de esta postal fotográfica típica de Córdoba.
Una arquitectura común para todas las casas patio que se refleja también en el concurso que se celebra cada mes de mayo para galardonar a los más hermosos y que, entre otras características, distingue a los patios “de arquitectura renovada o moderna” de los patios “de arquitectura antigua”. Una distinción que tiene en cuenta la edad del edificio, para separar en la competición las casas que cuentan con más de cincuenta años de las que tienen menos de medio siglo de vida o han sido reformadas por completo recientemente.
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