“Nadie escapa de la poesía”. Ese era el lema que José Ignacio Montoto Mariscal, conocido como Nacho Montoto (Córdoba 1979-Sevilla 2017), eligió junto a su equipo para definir la esencia de la última edición del festival internacional de poesía ‘Cosmopoética’, que el joven escritor dirigió el pasado otoño y donde consiguió llevar los versos a lugares y temáticas que impregnaron de su barniz toda la ciudad. Nadie escapa de la poesía. Pero a la poesía se le ha escapado Nacho Montoto.
El escritor, con solo 37 años, falleció el pasado domingo en Sevilla y será despedido este martes en Córdoba, su ciudad, donde el mundo de la poesía y la cultura lloran su prematura pérdida a comienzos de este 2017 en el que se cumplirán diez años de su primera publicación. “Lograr un punto de inflexión”. “Apostar por nuevos formatos. Innovar”. “Proyectar más allá el festival”, eran las ideas con las que presentaba públicamente Cosmopoética a comienzos del pasado septiembre y que definían su espíritu frente al universo creativo que amaba.
Palabras cargadas de ilusión, de un poeta que se convirtió en director artístico del festival que desplegaba versos por toda una ciudad y a ella traía a los mejores escritores. Y triste metáfora ahora, la de ese punto de inflexión, convertido en un logro más, en un último peldaño en la carrera de este escritor, truncada de manera repentina por la muerte en el albor de su madurez profesional.
Su trayectoria, pese a su juventud, estaba jalonada de publicaciones y había logrado el reconocimiento en el mundo cultural. Su intensa obra poética sumaba siete títulos desde hace una década hasta ahora: La ciudad de los espejos (2007), Las últimas lluvias (2008), Mi memoria es un tobogán / Espacios Insostenibles (2008), Superávit (2010), Tras la luz (2013), La cuerda rota (2013) y Estamos todos, aquí no hay nadie (2015), su última obra. Una creatividad que caminó desde sus primeros versos cortos a la seguridad de una lírica de mayor envergadura, que le valió en 2013 el Premio Andalucía Joven de Poesía.
Y como esa proyección que buscaba para Cosmopoética, la encontró también para su propia creación. La dirección del festival había sido el último eslabón desde donde bucear en las posibilidades del mundo de los versos. Hasta entonces, más allá de los títulos publicados, Montoto había sido incluido en varias antologías de jóvenes escritores y había participado en proyectos creativos como CEB. Canciones en Braille, una iniciativa interactiva, electrónica, narrativa y colectiva, además de colaborar con varias revistas literarias y digitales.
Su curiosidad por la innovación creativa le llevó a desarrollar incluso una obra de Net Art para el portal de Canal Cultura Contemporáneo de las universidades andaluzas y crear junto a otros escritores el poema visual Identidade(s), además de idear y cofundar el Colectivo CAIN, coordinar ciclos de poesía, moverse en el mundo de la gestión cultural y dedicarse a la crítica literaria en algunas publicaciones especializadas.
Su prematura desaparición deja el vacío de su firma cuando se apuntaban nuevos pasos en su ascenso profesional. Su consolidación poética queda huérfana, con la amarga sensación que hoy comparte su familia del mundo de la cultura, que estos días ha dedicado palabras de cariño y elogio a quien se ha ido demasiado pronto, habiendo dejado sólo el aperitivo de una trayectoria poética que deseaban seguir degustando.