La presidenta andaluza, Susana Díaz, recibió en el palacio de San Telmo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al término del Consejo de Ministros celebrado el viernes en Sevilla. El desembarco de Sánchez y todo su gabinete en la capital andaluza se produce tres semanas antes de que arranque la campaña para las elecciones andaluzas del 2 de diciembre. Sánchez y Díaz, que hace un año se batieron en una guerra por el control de la dirección federal del PSOE, estuvieron casi dos horas reunidos.
El presidente del Gobierno llegó a mediodía a San Telmo desde Plaza de España, donde se celebró un Consejo de Ministras menos lustroso para Andalucía de lo que esperaba la Junta. La portavoz, Isabel Celaá, evitó abordar cuestiones relacionadas con Andalucía, como la financiación autonómica, con el pretexto de estar “a las puertas de una campaña electoral”. Legalmente no hay nada que impida al Gobierno central impulsar medidas para Andalucía, aunque políticamente la oposición ya ha criticado este Consejo de Ministras en Sevilla como “una herramienta electoralista de Sánchez al servicio de Susana Díaz”.
Sin embargo, en Moncloa tenían muy claro que no pretendían hacer ningún anuncio en clave andaluza precisamente para evitar que les acusaran de hacer campaña desde su posición institucional. Lo que sí ha llevado Moncloa a esa reunión en Andalucía es la prohibición de las 'narcolanchas', una reivindicación en el campo de Gibraltar.
El viernes, mientras caía una copiosa lluvia en Sevilla, el presidente entró a pie por los jardines traseros del palacio, y Díaz le recibió en el salón de los espejos. Sánchez firmó en el libro de honor de San Telmo: “Al pueblo de Andalucía con la esperanza de continuar la labor histórica de construir entre todos una Andalucía y una España próspera e igualitaria entre hombres y mujeres. Un abrazo afectuoso”, escribió.
Los dos dirigentes buscaron mostrar una complicidad que ha sido inexistente hasta ahora con besos y sonrisas ante las cámaras y luego mantuvieron una reunión de casi dos horas en un despacho como ejemplo de su “idilio”, como lo define con ironía un miembro del Gobierno andaluz. Todo esto fue ajeno a la prensa escrita, a la que se le prohibió “por razones de seguridad” el acceso cuando pidió poder asistir al recibimiento al presidente del Gobierno.
Desde el equipo de la presidenta y en Ferraz aseguran que ambos dirigentes han restituido una alianza táctica, gracias al pegamento de sus cargos institucionales, y pensando en las próximas citas electorales. No hace ni diez días que Sánchez estuvo en Sevilla para acompañar a Susana Díaz en su proclamación como candidata a la presidencia de la Junta en el Comité Director del PSOE andaluz. Ferraz y la federación andaluza quisieron dejar claro desde el principio que la crisis está superada con la presencia de Sánchez desde el primer momento.
Visitas de Sánchez para mostrar unidad
“Estoy contigo, Susana, estamos contigo”, le dijo Sánchez. El presidente del Gobierno no tendrá excesiva presencia en la campaña porque la mayor parte de esos días estará fuera de España, porque le coincide con la cumbre Iberoamericana en Guatemala, su viaje oficial a Cuba y la reunión del G20 en Argentina. Pero Díaz cuenta él y con miembros “elegidos” de su gabinete para la campaña. “Habrá mucha presencia de ministros en la campaña”, señalan desde Ferraz, donde barajan que el Comité Federal del próximo 10 de noviembre se celebre en Granada como un acto más de la precampaña andaluza.
La coordinación entre Ferraz y San Vicente está en manos de Juan Cornejo, secretario de Organización del PSOE andaluz y responsable de campaña de Díaz; su homólogo en el federal, José Luis Ábalos, y el hombre fuerte que han dejado en Ferraz, Santos Cerdán. La campaña electoral de Susana Díaz volverá a ser “muy personalista”, como lo fue en 2015, porque el contacto personal con la gente, el puerta a puerta, calle a calle y pueblo a pueblo “es la especialidad de la presidenta, lo lleva en los genes”, dice un miembro de su equipo.
La dirección socialista andaluza quiere “naturalizar” la presencia de Pedro Sánchez en Andalucía y sus apariciones públicas junto a Susana Díaz. “Todo está en paz y concordia”, comentaba uno de los dirigentes cercanos a la presidenta tras su encuentro con Sánchez en San Telmo. Los socialistas andaluces creen que la acción del Gobierno y el propio perfil del presidente “ahora suman”. “Valen más juntos que separados. Sus proyectos se retroalimentan”, dice una fuente autorizada en el PSOE-A.
Para ejemplificarlo, explica que Sánchez por fin habla de las políticas de la Junta de Andalucía como “un ejemplo y reflejo de lo que quieren hacer en el Gobierno de España”. En el recuerdo remoto están las visitas “incómodas” a Andalucía del secretario general del PSOE, en su primera etapa, cuando apenas hacía mención de la gestión de Díaz, siendo ésta “el único contrapeso institucional socialista a las políticas de Mariano Rajoy”. Los barones socialistas enterraron el hacha de guerra tras su derrota en las primarias y, conscientes de que las peleas internas pasan factura en las urnas, hacen un ejercicio de resiliencia para escenificar que la maquinaria está engrasada.
El 2-D, el primer test electoral
Quienes animaban a Díaz a adelantar las elecciones esgrimían, entre otros, el argumento de aprovechar el “viento de cola” de la moción de censura que llevó a Sánchez a Moncloa e impulsó al partido a la primera posición generalizada en las encuestas. En el equipo de Sánchez siempre han pensado que él tiene más tirón que Díaz y ahora insisten en que el presidente sigue tirando más que la marca PSOE.
Las elecciones andaluzas inauguran un ciclo electoral largo y será el primer test a escala nacional. También el Gobierno de Sánchez, sustentado en la fragilidad de 84 diputados y complejos vínculos con otros partidos (Unidos Podemos y los nacionalistas catalanes y vascos), se examina en las urnas andaluzas. Los socialistas quieren volver a aparecer “unidos”, creen que eso será clave en estos comicios, frente a las tensiones internas que confrontan a la dirección de Pablo Casado con el PP andaluz; o a la ejecutiva de Pablo Iglesias con la agrupación andaluza de Teresa Rodríguez, que concurre con una marca distinta a Podemos (Adelante Andalucía).
En el PSOE andaluz, poco a poco, desaparece aquella idea de que la foto conjunta de Pedro Sánchez y Susana Díaz es “un recordatorio permanente” de su derrota en las primarias, de que ambos confrontaron dos modelos de entender el PSOE, y se impuso finalmente la visión del primero. El madrileño, forzado a dimitir por una dirección orgánica pilotada por Díaz, se rebeló contra los poderes fácticos del partido y llegó a hablar de “dos bandos” dentro del PSOE, algo que los andaluces perdonan, pero nunca olvidarán. Sánchez se erigió como la voz de la militancia frente al aparato clásico representado por la presidenta de la Junta, a quien los sanchistas dibujaron en el ala más conservadora del PSOE.
El argumentario sanchista más visceral ha sido heredado por los rivales políticos de Susana Díaz y candidatos a disputarle el Gobierno en las elecciones andaluzas. PP, Podemos, Ciudadanos e IU esgrimen los “casi 40 años de gobiernos socialistas en Andalucía” como principal argumento para postularse como “un cambio necesario para acabar con el régimen del PSOE andaluz”. Los socialistas se frotan las manos ante los problemas de sus rivales, pero sin perder de vista el ascenso de Ciudadanos, cuya hipotética suma con el PP puede amenazar su principal bastión. Sánchez es consciente de que no se lo puede permitir.