María Pachón Monge (La Zarza – Huelva, 1981) no es una mujer normal. Pero no por su pasado, sino por su presente. Nació siendo hombre, pero sólo físicamente, y no es alguien normal porque irradia una fuerza mental y de voluntad para hacer las cosas que quiere hacer en su vida que se salen de la normalidad.
A finales de la pasada década decidió incorporarse al ejército profesional español, siendo la primer mujer soldado española que llega a ese cuerpo siendo ya transexual. No es una transexual “de show televisivo” ni una activista. Es una mujer normal, de casi 1,90 de altura pero normal, que mira a los ojos cuando contesta, que lee y analiza la prensa que llega a sus manos, que habla de política con soltura, y que pelea con su pelo contra el viento a la hora de hacerse las fotos para eldiario.es/andalucia.
Mientras se recupera de una baja laboral en su pueblo, María Pachón Monge no habla, de momento, de subir su graduación de soldado en el Ejército del Aire o de pilotar un F-18, porque sus pretensiones son otras, y pasan por encontrar la estabilidad en todos los sentidos y que los que la han señalado alguna vez por la calle terminen comprendiendo que, en realidad, los diferentes son ellos.
P.- ¿Qué es lo más duro, en lo social o lo personal, de hacer el cambio en su vida que usted hizo?
R.- Ha sido muy duro, tanto en lo personal. Nacer en un cuerpo equivocado es vivir un infierno, pero en lo social fue aún más duro, ya que tuve que luchar contra la incompresión de lasociedad, y tener que soportar humillaciones a diario, tanto agresiones físicas como psicológicas durante mi infancia. Llegar a la meta me ha costado sudor y lágrimas, pero mi mayor logro es haber conseguido ser María.
P.- ¿Nos queda mucho en España para ver a una mujer transexual o a un hombre afeminado y no darnos la vuelta para mirarlos?
R.- En mi caso intento pasar desapercibida totalmente. Los que se dan la vuelta no notan mi transexualidad, simplemente se pueden dar la vuelta porque me consideren atractiva. Todo depende de cómo vayas por la vida, seas transexual o no.
P.- ¿Por qué el ejército?
R.- Estaba canasada de trabajos temporales, y el ejército me ha dado la oportunidad de compaginarlo con los estudios. Quiero hacer Relaciones Internacionales, aunque también me tira bastante Derecho.
P.- Hay que ser muy valiente para dar el paso que dio en un pueblo de menos de 1.400 habitantes.
O me suicidaba o cogía el toro por los cuernos, y decidí lo segundo. Me puse la vida por montera y decidir luchar y ser feliz.
P.- ¿Cuándo se dieron cuenta en casa de que no todo iba según lo planeado?
R.- Muy pronto, porque a los 5 años de edad ya se dieron cuenta de que no iba todo en plan normal. Fue muy duro, tanto para mí como para mis padres. Llegué a odiarlos, porque no entendía por qué me vestían de niño o por qué me reñían al jugar con muñecas. Nunca llegué a conseguir que me llevaran al cole con el babi rosa. Pero en casa, escondida, disfrutaba mirándome al espejo con la ropa de mi hermana y los tacones de mi madre.
P.- En una reciente entrevista cuenta que no todo fue fácil en su llegada al ejército, sobre todo con algunas compañeras.
R.- Había una actitud que podemos definir como complicada por parte de algunas compañeras hacia mi persona. Pero fueron casos puntuales y afortunadamente sólo duraron unos meses.
P.- ¿En algún momento de su proceso pensó que era mejor dar marcha atrás y dejarlo todo como estaba?
Jamás he pensado en tirar la toalla ni nada parecido.
P.- ¿Cuál es su intención profesional dentro del ejército?
R.- Lo que quiero es servir a España, y de paso ser un referente para muchas personas, que puede que no tengan a nadie en quien mirarse.
P.- ¿Qué le parecen las recientes reformas que ha aprobado la Junta de Andalucía en materia de transexualidad?
R.- Son noticias positivas. Ya no me afectan, pero a los que vienen detrás sí. Al menos no pasarán el calvario que muchas personas han pasado.
P.- ¿Habrá alguna vez un presidente o presidenta, o ministro o ministra de Defensa que sea transexual?
R.- Puede ser. No podemos dejar de pensar que todo va a evolucionar en positivo, incluso en ese sentido.