En algún momento alguien debió pensar que Torremolinos era un buen lugar para el rock and roll. El más puro, de raíz americana hundida en los 50, que bebe de Little Richard, Buddy Holly, Ritchie Valens o Bill Haley, y de otros artistas menos populares para los profanos. El Rockin' Race Jamboree cumple 22 ediciones en el pueblo fetiche del desarrollismo de los 70, retratado para la posteridad por la caricatura de Alfredo Landa y las suecas, y que por un fin de semana recuerda más a aquellas fiestas preuniversitarias retratadas hasta la saciedad en el cine que al turismo de sol y playa.
Torremolinos es una fiesta del tupé, los vestidos de lunares, las patillas y el tweed. Quien más quien menos se ha preparado para la ocasión. Hay aquí un mercadillo vintage, donde un tipo de Sheffield llamado Chip Waite vende las camisetas del festival y una revista que, dice, edita él: Mad Music for Bad People. Chip cree que el festival ha evolucionado: de los 50 a los 60.
Como él, la mayor parte del público es extranjero. Muchos venidos para la ocasión; otros, parte de la colonia británica de la Costa del Sol. Wiina pasará una semana con otros cinco finlandeses. Visitaron Ronda y Málaga, pero el motivo principal es este evento. Wendy y Ronnie son de Dorset, y llevan ocho años sin faltar a la cita. Dicen que “el estilo español” es diferente y que el ambiente es relajado. Con sus patillas, el tupé, las gafas, son inconfundiblemente rockabilly. Hay también un mercadillo, donde Maggie vende ropa vintage: “El público extranjero aprecia las cosas”. Entre otros productos, ofrece unas “Original Spanish Espadrilles”. Son unas esparteñas, explica, y en su día ya las calzaron Lauren Bacall y Grace Kelly. Y enseña las fotos de los dos mitos de Hollywood.
“¿Por qué venís?”. “Porque somos rockers”, responde José Luis, explicando lo obvio. Pero luego Inma completa: “Y porque podemos y porque los niños ya son grandes”. Ellos, que viven en Cortes de la Frontera, son una excepción aquí. “Lo bueno es que es en pleno invierno y los europeos están a -20 ºC. Yo si fuera finlandés vendría seguro”.
Los asistentes ya son más de 3.000. En 1994 fueron tres bandas, una portuguesa, otra malagueña y la tercera de Madrid. Este año son 26. Pero si un evento así se celebra en Málaga es porque lo que Guillermo Jiménez Pou empezó como un hobby es hoy un sello y una tienda, Sleazy Records, y un festival, el Rockin' Race. Jiménez Pou es a la vez el organizador del festival y el capo del sello. De coleccionar vinilos pasó a venderlos, y de escuchar bandas de los 50 pasó a programarlas. De un pequeño local, el Pink Elephant, se mudaron a una caseta de feria; de allí, al Palacio de Congreso y ahora, al Auditorio.
El festival ya es una gran cita, de las más importantes del género en Europa. Es también una oportunidad estupenda para eso en lo que las administraciones tanto insisten: la desestacionalización del turismo. Los hoteles con los que colabora el festival se llenan y por Torremolinos pasan, en febrero, finlandeses o británicos con el nexo común del gusto por los orígenes del rock and roll. Este año cuentan con la colaboración del ayuntamiento, reticente durante los 20 años de mandato del PP de Pedro Fernández Montes.
Para esta edición el festival sale a la calle. El sábado y el domingo por la mañana habrá bandas y pinchadiscos en La Nogalera y La Carihuela, que complementan a las actuaciones de la tarde en el Hotel Barracuda y a la programación nocturna del Auditorio. La organización cubrió las bajas de las dos estrellas indiscutibles del cartel (The Trashmen, autores del incombustible Surfin' Bird, y Wanda Jackson, que se cayó del cartel por, valga aquí la redundancia, una desgraciada caída) con The Kaisers y The Bellfuries. Aquí la referencia es El Sótano, el programa vespertino de Radio 3 con diez años en antena. Entre los clásicos, veteranos como Chris Montez (primera visita a España) o Eddy The Chief Clearwater. De swing al psichobilly, pasando por el rythm and blues y rock and roll en español, que este año representa Johnny Tedesco, un argentino pionero en eso de trasladar una música genuinamente norteamericana al castellano.
Del cartel del viernes, José Luis e Inma se quedan con Velvet Candles, que hacen doo wap y eso, aseguran, “nunca se ha visto por aquí”. Es el sonido vintage, el rock and roll original, y ellos dicen que es la música más moderna del mundo.