13 de diciembre de 2012. Un instituto. Un largo pasillo. Un aula. Antonio recuerda aquel día con detalle. “No dijo casi nada, dos, tres palabras… Pero fue suficiente”. Aquel 13 de diciembre, con un grito ahogado, su hija de 15 años ponía fin a casi un año de malos tratos por parte de su pareja, también de 15, y Antonio y su mujer lograban componer el rompecabezas: “Irene confesó el suplicio por el que estaba pasando a un profesor con el que tenía mucha confianza”. Habían notado sus cambios de humor, algún moratón que su hija atribuía a los entrenamientos de karate –Irene es cinturón negro- y comportamientos raros, pero “nunca nos hubiéramos imaginado algo así”.
Los últimos datos que ofrece el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) revelan que, en el primer semestre de 2012, se registraron en Andalucía 78 denuncias por violencia de género en chicas de entre 14 y 18 años. De las 15 mujeres asesinadas en la Comunidad Autónoma el año pasado, seis eran menores de 30 (el 40%) y, por primera vez, una de las víctimas mortales tenía menos de 20. Lejos de ser un fenómeno aislado, el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) advierte: “El porcentaje de casos de malos tratos en menores se incrementa cada año”.
Alertados por éstas cifras el IAM y la Asociación de Estudios Sociales por la Igualdad de la Mujer (AESIM) pusieron en marcha hace seis meses un programa de atención para estos casos en las ocho provincias andaluzas. Su sorpresa ha sido mayúscula. Sólo en los tres primeros meses de este año ya recibieron 30 casos. Y eso, explican, que aún no hay una implantación homogénea del programa por toda la región y tampoco se ha producido el previsible efecto llamada que provocará el conocimiento del programa.
“La primera torta se la pegó el día de su 15 cumpleaños, ese fue su regalo”, narra Antonio con templanza, manteniendo a raya una rabia que ha logrado dominar con la terapia. “Dejó de ponerse manga corta, la llamaba a las cuatro, las cinco de la mañana…”. Hasta que un día se ensañó, Irene se asustó y a los tres o cuatro días lo contó todo. “La suerte es que mi hija no ha llegado a tener una relación de dependencia con él”, suspira con cierto alivio Antonio, al tiempo que confiesa que “celebraron” el resultado de esa primera terapia: “Al salir me fui con mi mujer a una cafetería y tomamos un café… Es muy fuerte lo que voy a decir, pero nos dio la sensación de que, después de lo que habíamos pasado, éramos casi afortunados, porque los casos de las otras chicas eran terribles, extremos”.
Irene empieza ahora a encontrarse bien, gracias a la terapia individual y grupal que ha recibido de la mano de una de las terapeutas que trabaja en el programa de atención psicológica a víctimas menores de maltrato, puesto en marcha sólo hace seis meses. Impulsado por el IAM y por AESIM en todas las provincias andaluzas, se trata de un servicio pionero: “No hay ninguna CCAA que, de manera institucional y global, esté dando solución a este problema. Un problema que requiere de una especial atención porque hablamos de niñas, menores, que están siendo víctimas de otros menores”, explica la coordinadora del programa, Paola Fernández.
El IAM puso en marcha el servicio, alertada por el incremento de casos. “Empezamos de manera experimental, pensando que la terapia iba a estar más dirigida a educar conductas, pero nos hemos encontrado con casos espeluznantes, de violencia física muy severa, de control y chantaje psicológico y coacción sexual, por lo que hemos tenido que enfocar las sesiones a restaurar, primero, y a educar y prevenir después”. “Y tenemos adolescentes de todos los niveles sociales y educativos: no es un problema que afecte más a un tipo de mujer que a otro”, subraya Paola Fernández.
¿Qué está fallando?
Mónica Peralta asegura que en las terapias hacen especial hincapié en el maltrato psicológico, “porque es más difícil de detectar”. Es aquel que hace referencia al control de la ropa, del móvil, redes sociales e incluso de lo que hablan con sus familiares… En estos casos, afirma, se produce un aislamiento del grupo de amigas, criticándolas, manifestando que son una mala influencia o que son muy “ligeras”. También trabajan con conceptos como empujar, “algo que la mayoría de las veces no identifican como violencia física… o el golpear las paredes, puertas, pegar puñetazos en la mesa o cerca de ellas para intimidarlas. Estos comportamientos no suelen identificarlos como violencia”.
María. 17 años.
- ¿Qué es para ti violencia de género? ¿Conoces a alguien que la haya sufrido?
- La violencia de género consiste en malos tratos tantos psicológicos como físicos a una mujer… La verdad que no conozco ningún caso, aunque basta con encender la televisión.
- ¿Y tus amistades son conscientes del problema?
- Hoy todos estamos al corriente de este tipo de situaciones. A todos nos parece algo malo, aunque el machismo en algunos de mis conocidos está presente.
- ¿En qué sentido?
- Comentarios sobre ropa, chistes, bromas, cometarios sobre que son las mujeres las que tienen que estar en casa y realizar las tareas domésticas… Un chico con el que salí también se metía con mi ropa, tenía celos… y solía decirme que “no quería que nadie mirara lo que era suyo”.
“¿Qué está pasando? Si son cada vez más numerosas las campañas de prevención contra los malos tratos y el machismo, ¿por qué no calan entre la población joven?”, se pregunta Paola Fernández.
“No es propio de los hombres hacerse cargo de las tareas del hogar”
La Fundación Mujeres (FM) y la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) realizaron en 2011 un estudio – Andalucía Detecta- en el que se evaluaba el grado en que adolescentes andaluces de 3º y 4º de la ESO tenían interiorizado el sexismo, referido a roles e ideas relacionadas con la legitimidad del dominio del varón sobre las relaciones de pareja y sobre su capacidad de identificar el abuso o el maltrato. Los resultados arrojaron que tanto los chicos (73%) como las chicas (60%) tenían interiorizadas conductas sexistas de algún tipo: El 24% de los chicos y el 9% de las chicas opinaban que “los hombres están más capacitados que las mujeres para lo público (la política, los negocios, etc.)”. El 20% de las chicas y el 28% de los chicos estaban de acuerdo en que “el lugar más adecuado para la mujer es en su casa con su familia” y que “no es propio de los hombres hacerse cargo de las tareas del hogar”.
Asimismo, el 86,4% de las chicas y el 77,4 de los chicos asumían como verdadera la idea de que “sólo puede hablarse de maltrato a la mujer cuando el hombre le pega”. De hecho, el estudio observa que un 61,2% de los chicos y un 41% de las chicas tenían interiorizada la creencia de que los celos son una muestra de amor, incluso el requisito indispensable del verdadero amor.
“Los celos –recuerda Paola Fernández- suele usarse habitualmente para justificar en las parejas comportamientos egoístas, represivos y violentos”. Y pueden ser sólo el origen: “El problema es que no se detectan estas situaciones como un riesgo”. “Ahora se ejerce un control menos explícito sobre las mujeres y es más difícil de detectar”, asegura. “Tenemos demasiado interiorizados los mitos relacionados con el amor romántico… la transmisión de valores a través de esas princesas de cuento que buscan a su príncipe ideal. Muchas son vulnerables y cuando se encuentran con una situación de abusos piensan: ”por mí va a cambiar, el amor es para toda la vida“. Hay que desmontar esos mitos, favorecer la autoestima, la independencia, incentivar la educación preventiva, la educación en igualdad, en los colegios e institutos desde ya”. Para que el cuento siempre acabe bien.