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Una huelga de hambre como último tren 14 años después: divorciarse y abrir la puerta del infierno

Han pasado 14 años desde que separó su vida de la de su marido. La comunicación de la sentencia de divorcio lleva la fecha de su cumpleaños. Es solo uno de los ejemplos en los que él puso su “sello de psicópata narcisista”. Sufrió el “descrédito permanente” ante sus hijos, sobre todo con la frase “ponte mala o te pongo mala yo”. Insultos reiterados sin descanso: puta, víbora, egocéntrica, estúpida. Interrogatorios en círculos brutales para controlar sus actos y comunicaciones. Y un largo etcétera. Ha sacado alguna fuerza para relatar su historia, de momento anónima, pero tiene en mente ponerse en huelga de hambre. “Mi divorcio me supuso la ruina, la extorsión y el saqueo total de mi vida. En términos jurídicos, la muerte civil por violación de la tutela judicial efectiva”.

Fue su hijo pequeño el que la avisó, hace ya mucho tiempo, sobre la situación en la que se encontraba: “mamá, mamá, contraataca, que papá te está hundiendo”. Tres abogados la traicionaron, asegura, y lo único que ha ganado en los juzgados fue la declaración de este hijo, que no quería ver a su padre porque “lo ignoraba, no le daba cariño y para lo único que lo quería era para espiar a su madre”. A su exmarido se le permitió sacarla del censo electoral y, en unas elecciones, no pudo ejercer su derecho al voto. La baja coincidió con la fecha de cumpleaños de su madre. “Alfombra roja a toda su gestión, el sistema está a su servicio, lo controla y manipula absolutamente todo”.

El “acoso jurídico” que afirma haber sufrido ha supuesto “la violación de la tutela judicial efectiva a través de operadores jurídicos del propio turno de violencia de género, que han traicionado ampliamente mis intereses”. Asimismo, el archivo de denuncias, incluso en algún juzgado de violencia de género, ha agravado su situación de indefensión y la muerte civil por violación de derechos fundamentales. El Defensor del Pueblo de España, con quien se puso finalmente en contacto el verano pasado, tiene en cuenta su caso aunque en decisones judiciales no tiene potestad para entrar.

Antes del divorcio, sufrió también maltrato físico por parte de su pareja. Empujones, agarrones, zarandeos. “Hubo un intento de envenenamiento con un arroz que nadie comió y, como no había cuerpo de delito, no pude poner denuncia. En la cuenta había dejado 0,28 céntimos de euro y no podía enviar muestra al laboratorio para análisis.

“Me das asco”

En pleno proceso de separación, “cuando ya todo estaba muy mal”, intentó tener relaciones sexuales con ella y le arañó la espalda “para que parara”. “Automáticamente dijo que iba a ir a la Guardia Civil a denunciarme a lo que respondí: 'te acompaño, yo asumo lo que hago'. En un segundo intentó, un día le espetó ”desnúdate“, a lo que le respondió ”si sigues por ahí, será o tú o yo, me das asco“. ”Se paró en seco porque sabía que no hablo en vano“, recuerda.

El maltrato psicológico tampoco le esquivó, con una “continua alusión a que yo estaba mal de la cabeza, que no tenía nada, que todo era suyo y, al final, esas desvalorizaciones se han convertido en realidad, pues tras el divorcio en 2005 lo he perdido absolutamente todo”. Reflejado en variados partes de lesiones ese maltrato psicológico, no se llevó a cabo investigación por parte de una psiquiatra forense que en un principio anunció que iba a hacerla“.

Una noche su hijo lloraba mucho. Cuando lo fue a acostar, le comentó: “mamá, estoy destruido porque solo veo cómo mi padre le da palos a mi madre”. Aquellas palabras fueron comentadas en los talleres de intervención contra la violencia de género que se impartían en la calle Alberto Lista de Sevilla por el Instituto Andaluz de la Mujer. Tras el divorcio, su exmarido le demandó por incumplimiento de régimen de visitas ya que su hijo menor se negó a dicho régimen. Él y su letrado me presentaron como manipuladora ante la jueza, una “tendencia de espionaje” que continuaría con los tres letrados “que me traicionaron”.

“Yo trabajaba de forma temporal en un centro de investigación. Él pidió el traslado a ese lugar, según los técnicos del Instituto Andaluz de la Mujer, 'para hundirme mejor'. Su manipulación fue tal que el día del juicio del divorcio se presentó con dos testigos del propio centro de trabajo, que al final no entraron a dar su versión. Manipulación total sobre la situación. Esa puerta laboral se cerró tras mi separación. Antes, en pleno divorcio, levantó los ahorros del matrimonio, seis millones de pesetas”, relata.

“Traición” en los juzgados

Esta mujer explica que ha sufrido la “traición” en los juzgados de Sevilla. “La primera letrada del turno de oficio de violencia de género me traicionó. El embargo de cuenta bancaria y de mi nómina durante dos años y medio antes del desahucio supuso la pérdida de mi vivienda por indefensión absoluta. Además, mi letrada se había puesto en contacto con agencias de embargos extrajudiciales para seguir teniendo la nómina embargada aun habiendo perdido la vivienda con la excusa de que, al igual que los desahuciados por los bancos siguen debiendo dinero, yo también. Incluso esta letrada llegó a hablarle mal de mí a mi propio hijo y, a pesar de haber sido denunciada por dos médicos con parte de lesiones, el proceso de denuncia ha sido archivado, incluso en la Audiencia de Sevilla”.

Respecto a la segunda letrada del turno de violencia que abordó su caso, en la reclamación de una pensión de alimentos y atrasos correspondientes “también se traicionó mis intereses y los atrasos, cifrados en principio en 12.000 euros, se vieron reducidos a algo más de 700 euros. No se involucró en el proceso de desahucio a pesar del interés del IAM en este caso”, lamenta.

Posteriormente, con un tercer letrado del turno de violencia de género, “a pesar de mis denodados esfuerzos por recuperar mi vivienda mediante un recurso extraordinario de infracción procesal, el pasado mes de diciembre de 2018 descubrí que mi letrado había alterado la fecha del lanzamiento en dos ocasiones, poniendo un año menos y presentando dicho recurso a los 18 meses de conocerlo, además de otros errores intencionados en la presentación de dicho recurso, por lo que la violación de la tutela judicial efectiva es ya inasumible y el secuestro de mis derechos de efecto mortal”.

Aislamiento social

Según relata, “por el sistema de trabajo del Colegios de Abogados de Sevilla, gozan de total impunidad pues existe una ley no escrita, pero que funciona a rajatabla, de forma que ante la mala praxis de un letrado sus colegas lo cubren, de forma que en vez de un sistema democrático se produce una involución a un sistema medieval con estamentos privilegiados al margen de la ley”. “En los diversos recursos a la Audiencia por archivo de denuncias, nunca se me ha permitido declarar ni dar mi versión, todo a puerta cerrada, con autos que nunca han podido recurrirse fuera del distrito de Sevilla”.

“Y por si fuera poco, el sistema jurídico español es tan machista que puede convertir a una universitaria, con períodos selectivos laborales continuos, como es mi caso, en una auténtica esclava, sin tutela judicial efectiva, sin patrimonio”. De esa forma, su esfuerzo por recomponer su vida ha sido inútil y su formación solo ha servido para el “enriquecimiento ilícito de su exmarido y de sus propios letrados para vivir en una humillación hasta el final”.

“El día a día va perdiendo su sentido al comprobar que sólo tienes obligaciones y que tus derechos le pertenecen. Se pierde la coherencia del sistema democrático, sin planes, sin futuro, con la vida rota y un sentimiento de humillación para el resto de tus días por la traición de tus propios letrados. Esto a su vez genera un aislamiento social y aporofobia que va en aumento conforme pasa el tiempo. Las mujeres deberían ser mudas, era una de sus máximas al final, y, junto a su perfil psicopático, yo he terminado como una auténtica esclava en pleno siglo XXI”.