Las estalagmitas de las cuevas actúan de un modo similar a las cajas negras de aviones, ya que son capaces de registrar las condiciones climáticas que ocurrieron durante su formación. Gracias a ellas, un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha podido establecer los cambios de temperatura registrados en el Pirineo Central en los últimos 2.500 años.
Se trata de la primera vez que esta reconstrucción de los cambios climáticos recientes se realiza a partir de estas formaciones geológicas que constituyen archivos de información, ya que tradicionalmente se han empleado anillos de árboles y registros lacustres.
Ana Moreno, una de las investigadoras principales, explica que, a través del análisis geoquímico de las estalagmitas, y una vez establecido con detalle el marco cronológico en el que se formaron, es posible conocer las variaciones climáticas que han afectado a una región determinada a escalas temporales de cientos a miles de años.
“El estudio de los cambios climáticos del pasado permite de esta manera contextualizar el actual cambio global en un contexto espacio-temporal más amplio y ahondar en los mecanismos de cambio climático natural en tiempos pasados. Sin embargo, es una reconstrucción cualitativa del clima porque esas variaciones detectadas no se pueden acotar como cambios de temperatura en grados centígrados”, lamenta Moreno, quien avanza que la segunda fase del estudio sería precisamente intentar conocer las temperaturas exactas, para lo que se requieren otro tipo de métodos.
El análisis realizado presenta un registro compuesto por ocho estalagmitas obtenidas en cuatro cuevas localizadas dentro del Geoparque del Sobrarbe y del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, en el Pirineo Central, e incluye isótopos estables y elementos traza del carbonato que forman estos depósitos.
La comparación de los análisis del oxígeno de estalagmitas recientes con las variaciones climáticas obtenidas en estaciones meteorológicas de la zona durante los últimos 100 años ha indicado que la temperatura, y en menor medida la precipitación, han determinado la composición geoquímica del carbonato.
El conjunto de estos datos obtenidos se compara con otras reconstrucciones climáticas a escala local, regional, ibérica y europea --lagos, glaciares y otras estalagmitas--, mostrando un alto grado de coherencia. Así, se ha visto que, en el Pirineo Central, el periodo romano, especialmente los años 0-200 de nuestra era, la Anomalía Climática Medieval, parte de la Pequeña Edad de Hielo y la Era Industrial representan los períodos más cálidos, mientras que las décadas más frías ocurrieron durante la baja Edad Media y la mayor parte de la Pequeña Edad de Hielo, asociadas a eventos volcánicos y al aumento de las manchas solares.
“La coherencia entre los datos de las estalagmitas estudiadas en las cuevas pirenaicas, así como la sincronía con otras reconstrucciones de temperatura a escala europea, por ejemplo, las obtenidas a partir de los anillos de árboles, informan sobre la representatividad regional de este nuevo registro para indagar en las variaciones climáticas pasadas de nuestras montañas”, añade Moreno.
El trabajo, que acaba de ser publicado en la revista científica 'Climate of the Past', ha estado liderado por los investigadores del CSIC, Ana Moreno, del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), y Miguel Bartolomé, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) e Instituto Suizo de Espeleología y Estudios Kársticos (SISKA), y se ha llevado a cabo en colaboración con un equipo internacional compuesto por investigadores e investigadoras de instituciones de España, Suiza, Austria, China y Estados Unidos.