El cubo de espejos

Dos cubos, uno en cada punta de la ciudad, Zaragoza, van a ir al archivo. El de la Romareda, donde estuvo el Centro de Prensa del Mundial de 1982, luego la gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Zaragoza y hasta hace unos meses la Cámara de Cuentas de Aragón, en la calle Jerusalén.

El cubo de Turismo, como se ve en la imagen, ha tenido mucha utilidad como espejo. Para peinarse, para darse un repaso, para ver el Pilar reflejado, que impone menos si se contempla recogido en uno de los lados del cubo…

¿Quién no se ha mirado alguna vez en el cubo de espejos? ¿Quien no se ha hecho un selfie antes de que existieran los selfies?

En la foto se ve parte del ayuntamiento y una de las dos esculturas de Pablo Serrano que flanquean y franquean la entrada: el Angel Custodio y San Braulio, que fue obispo y personaje crucial en tiempos de los godos. Su altar en la basílica está un poco descuidado, tiene poco lustre y poca luz, pero es patrón de Zaragoza y su figura clama al cielo con su báculo. Al otro lado, un trozo de la Delegación del Gobierno (central) en Aragón.

Ahora que no tiene función y que espera su hora fatídica, es cuando resulta más útil el cubo que fue de Turismo. Ahora es sólo eso, un cubo, y ya es bastante o demasiado. Ahora funciona como una escultura… y como un espejo.

Hasta que lo derriben se podría usar ese cubo de espejos como oficina a pie de calle para que la alcaldesa, e incluso del delegado del gobierno, atendieran unas horas a la semana a la ciudadanía, sólo por charrar un rato y ver cómo va todo.

El cubo de espejos, y más ahora que ya casi no existe, es algo mágico y simbólico y sus lados reflejan lo que, de momento, se queda.

Esperemos que cuando lo derriben no rompan los espejos sino que los guarden con cuidado.

Pd.: Ya hay agua en la Fuente de la Hispanidad. Es un palmo, quizá de prueba.