La artesanía aragonesa con manos de mujer: un producto local, humano, tradicional y genuino

Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, el mundo sufrió una de las revoluciones más decisivas de la historia. Y no, no nos referimos a reyes guillotinados o pueblos sublevados contra sus opresores; si no a ese cambio social originado por la revolución industrial. Las fábricas germinaron y surgió lo que a día de hoy seguimos conociendo como clase obrera. Sin olvidar, la imposición de un sistema económico llamado capitalismo.

Pero fuera de esos patrones, ciertas personas decidieron mantener los ‘oficios de antes’. Esos en los que se realizan los productos de manera manual y no en serie. La artesanía continúa compitiendo contra las grandes empresas. Y en Aragón también. En este caso, las artesanas Carmen Cano, Marta Danés, Lola Naval y Loli Puértolas. Una muestra de las muchas mujeres que han decidido apostar por el trabajo artesanal y la gran mayoría, además, quedándose en núcleos pequeños de la comunidad autónoma. Chocolate, cerámica, cosmética natural y joyería. Y sus escenarios, los pueblos oscenses de Tolva, Serraduy, La Puebla de Roda y San Mateo de Gállego, en la provincia zaragozana.

Un impulso para los pueblos

“Hemos ampliado con la tienda, pero en el mismo pueblo. No todo va a ser abrir tiendas en Huesca, Zaragoza o Barcelona”, manifiesta Carmen Cano. Cano es la dueña de Casa Canseró. Este obrador, situado en la localidad de Tolva de unos 120 habitantes, es perfecto para el público más laminero. Sus chocolates de todo tipo (con frambuesa, crema catalana, canela, ron con pasas, té matcha…) no dejan indiferente a nadie. 

El nombre viene de su propia casa en Tolva, donde se ubica el obrador. “Un nombre un poco extraño a la hora de hacer algo comercial”, pero que Cano quiso mantener como seña de identidad. No obstante, reclama que las instituciones deberían apoyar más a los artesanos: “ayudan mucho a las grandes empresas y proyectos, que imagino que necesitan promoción, pero también la necesitamos los pequeños”.

A cuarenta kilómetros de Tolva, en la misma comarca de Ribagorza, se encuentra el núcleo de Serraduy. En este pueblo de tan solo 40 habitantes vive y trabaja Marta Danés, ceramista. Con sus manos da vida a “piezas de diseño hechas con técnicas tradicionales”; desde vajillas, hasta elementos decorativos.

Danés también hace hincapié en la importancia de desarrollar este tipo de negocios locales en los pueblos: “una vez leí que la artesanía no solo la hace el artesano, sino también el entorno que rodea ese artesano. No deja de ser un motor económico más. Y luego está lo cultural, lo que tú puedas transmitir a través de esa pieza de artesanía”.

Su zona queda plasmada a través de diseños de naturaleza, con insectos y plantas, pero también con dibujos de pueblos y casas. “Te inspira mucho el hecho de estar viviendo en un sitio tan natural”, declara. Pero Serraduy no solo está encarnado en dibujos, sino también a través de los materiales: “últimamente utilizo tierras naturales de la zona, buscando materiales más respetuosos con el medio ambiente y de kilómetro 0. Así es más auténtico aún”.

Siempre nos machacan más con turismo o ganadería y el artesano es otra forma de vida en pueblos tan pequeños como estos

Lola Naval es la creadora de la marca Naera Cuida de cosmética natural. Ella se encuentra muy cerca de Danés, en La Puebla de Roda, municipio de 100 habitantes. En este mismo enclave se halla su tienda física detrás del centro de producción. Naval es licenciada en ciencias químicas y tras el parón del confinamiento, decidió cambiar su rumbo profesional: “me apetecía mucho vivir en La Puebla. Soy de aquí, me fui a estudiar a Zaragoza, pero volví. Quería desarrollarme de lo que había estudiado y crear algo que hiciese sentir un bienestar a las personas, pero siempre respetando el entorno que tenemos”.

Con Naera Cuida (nombre que viene de la propia era agrícola donde se halla su negocio) fomenta “el autocuidado y, sobre todo, la belleza real”, a través de productos con materias primas naturales. “Cuesta mucho seleccionarlas, porque no son solo naturales, sino que quiero que estén avaladas por las certificadoras oficiales de cosmética natural”, explica. Además, cuentan con un cometido sostenible y de fomentar una red local, por lo que utiliza materias primas de kilómetro cero: “Si puedo comprar la caléndula ecológica a un chico de Tahull, prefiero comprársela a él que a gente que no conozco”.

“Yo sí que veo que se puede impulsar un pueblo, porque haya un artesano. Es un punto de interés. A todo el mundo cuando viajamos nos interesa mucho ir a ver algo de artesanía”. Loli Puértolas, además de ceramista, tiene su propia marca de joyería contemporánea: Bendito Momento. Plata, porcelana, pero también plástico reciclado -proveniente de botellas de agua y botes de champú- son los materiales que emplea en sus piezas esta artesana afincada en San Mateo de Gállego, el municipio más grande del reportaje con sus 3.000 habitantes. 

Aunque, de nuevo, Puértolas reclama esa ayuda institucional: “Nosotros llevamos muchísimos años en San Mateo y desde el ayuntamiento no es que nos hayan ayudado mucho. Depende de los pueblos”, comenta.

Además, recalca el buen momento que vive la artesanía: “Esta época es muy buena porque se está revalorizando. Y no solo a base de comprar piezas, casi más a base de experimentar el oficio”. Y es que, desde la pandemia, las personas se han decantado por “oficios más terrenales”, algo que brotó durante el período de confinamiento: “al parar de la vorágine de trabajar y trabajar, descubres que tienes otras capacidades y disfrutas de hacer algo artesanal”.

Artesano, na. Del it. artigiano: 

1. adj. Perteneciente o relativo a la artesanía.

2. m. y f. Persona que ejercita un arte u oficio meramente mecánico. U. modernamente para referirse a quien hace por su cuenta objetos de uso doméstico imprimiéndoles un sello personal, a diferencia del obrero fabril. 

Arte u obra de los artesanos

Esta es la segunda acepción, según la RAE, de la palabra “artesanía”. Pero ante el término “artesana”, la Real Academia advierte de que se trata de una “persona que ejercita un arte u oficio meramente mecánico”. Las artesanas se encuentran a caballo entre creadoras de productos útiles y auténticas artistas. “A mí artesanía me evoca oficio. Que haya una persona detrás de cada pieza, que sabes que es única, y que está hecha con las manos y con el corazón”, señala Puértolas. 

Una mirada pareja pero distinta de la que tiene Naval: “la artesanía ya no es una ciencia, que digo yo, pero es una forma de vida. Y das a ese producto un valor añadido: la historia que tiene el artesano detrás”.

El boca a boca, las ferias y mercados; pero también las redes sociales y las páginas web son sus formas de darse a conocer al mundo. “Ahora, con las redes sociales, nos hemos acercado mucho más fácilmente a la gente. Eso nos ha abierto posibilidades a las zonas rurales”, comenta Danés. Así, tanto Instagram como su página web o su WhatsApp se han convertido en sus modos de conexión con el público. Aunque sigue yendo a las ferias más importantes, pero siendo más selectiva.

En cambio, Cano prefiere los medios más tradicionales, ya que confiesa que con las redes “me cuesta un poco hacerme a ellas”. “Nosotros lo que hemos hecho mucho ha sido mercados y ferias. Y la gente nos ha conocido, incluso, han venido a ver el pueblo”, relata.

Con las manos

Si algo comparten estas mujeres son sus manos para trabajar. Aunque algunas se apoyan en maquinaria, son labores puramente manuales y, por tanto, de duración. Horas de trabajo que en el caso de Danés se convierten en hasta tres semanas: “El proceso es lento nos guste o no. Hay tiempos donde tú no estás haciendo nada, pero la pieza se está secando. Depende de la época del año, de la naturaleza, la atmósfera, la temperatura…”.

“Yo si tuviera que cobrar por horas, no tendría los precios que tengo”, sentencia Puértolas. Y es que, tal y como explica Naval, “no podemos competir con un producto de China. Son muchas horas de trabajo. El esfuerzo de una o varias personas para que puedas disfrutar de un producto y que al final va a valer la pena”.

Cano, por su parte, indica que en su caso es un proceso. Y solo desde la curva de atemperamiento hasta que el chocolate se solidifica y se contrae tarda unas seis horas. Por eso, estas artesanas en Aragón destacan la importancia de la elaboración de sus productos. Un producto que para Puértolas es “más humanizado, personal y único” o del que Naval señala su “calidad” y “mimo” al crear cada uno de ellos. 

Cano acentúa la diferencia frente a lo industrial, siendo una “economía más controlada” y donde se “apoya a la gente de tu zona”. En cambio, Danés resalta “la calidez” del producto artesano, que se siente al utilizarlo. Sea como fuere, estas artesanas siguen apostando por sus proyectos, por crear sus productos locales, humanos, tradicionales, genuinos y, por supuesto, de calidad.