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Domingo Félez, un turolense que combatió en la Guerra Civil, fue prisionero en Mauthausen y participó en la guerrilla venezolana

Cédula alemana de Domingo Félez, Munich, julio 1947

Candela Canales

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Domingo Félez nació en Alcorisa, en Teruel, el 21 de octubre de 1920. Desde pequeño las ideas republicanas estaban presentes en su casa. Su padre las adquirió de Francia, donde fue a trabajar en la vendimia. Su madre se reunía en el Casino Liberal y fue elegida en 1932 como presidenta de la comisión de Primera Enseñanza del pueblo. 

Domingo Félez militaba en el Partido Socialista Obrero Español y, cuando empezó la guerra, se apuntó como voluntario. Primero formó parte de la Segunda Columna Sur-Ebro Carod-Ferrer, aunque no compartió algunas de las actuaciones de la columna, así que prefirió incorporarse a la Cuarta Columna Maciá-Companys, donde había muchos catalanes, explica el libro ‘Domingo Félez. Veterano de tres guerras’ escrito por Laura S.Leret. 

A los pocos días del levantamiento militar comenzaron las represalias en Alcorisa, donde se fusilaron a muchas personas de derechas. “En Alcorisa, los anarquistas sustituyeron los consejos municipales por comités. Apresaron a muchas personas que eran llevadas a la plaza y desde el balcón, le preguntaban al pueblo si esa persona debía ser fusilada”, expone Leret en el libro. 

Al padre de Domingo, republicano de Azaña, lo detuvieron y “lo pusieron a desenterrar fusilados a mano limpia, a sacarlos de la fosa para enterrarlos y mi padre cogió una fiebre y murió a los 56 años”, relata. 

Estuvo combatiendo durante los años de guerra y los militarizaron en Utrillas. “Era un simple soldado” que combatió con fusiles Skoda checoslovacos y fusiles rusos de infantería, eran unos fusiles altos con una bayoneta; también tenían miles de rifles que nos mandó Cardenas, el presidente de México, explica Leret en el libro. 

En agosto de 1938 solicitó el ingreso en la Escuela Popular de Guerra de Barcelona, con la que desfiló por la Avenida Diagonal de Barcelona el día que las Brigadas Internacionales se despidieron de España. “A principios de 1939, ante la inminente pérdida de Barcelona, nos retiramos a pie hacia la provincia de Gerona y así hasta que llegamos a la frontera con Francia. Me ingresaron, como a tantos otros, en el campo de refugiados de Argels-Sur.Mer. Alli recibimos la noticia del fin de la guerra civil”, relata el libro en primera persona. 

En el campo de Argels eran unas 100.000 personas entre civiles y militares custodiadas por guardias de origen senegalés. Más tarde ingresó en la 40 compañía que fue llevada a ensanchar y mejorar la carretera Niza-París en los Alpes Marítimos. Continuaron trabajando para realizar la prolongación de la línea defensiva Maginot en febrero de 1940, que fue tomada por los alemanes “sin pegar un tiro”. 

“En diciembre de 1940 llegó la Gestapo, tenía un informe sobre cada uno de nosotros, no podíamos mentir. Quedamos en el stalag unos 800 hombres españoles, no había de otras nacionalidades. Nos metieron en un tren a un rumbo desconocido, hasta que el tren paró, los guardias abrieron las puertas del vagón y nos empujaron. A gritos nos ordenaron salir y formarnos. La nieve cubría el andel y el piso. Caminamos varios km hasta las puertas de la fortificación. Era el campo de concentración de Mauthausen”, expone Leret en el libro. 

Allí cogió una infección y le consideraron invalido. Le trasladaron de barraca y lo nombraron barbero, “lo que le permitía tener mejores condiciones que los demás prisioneros”, cuenta Leret. “Él mismo lo decía, cualquier superviviente de un campo de concentración era porque tenía un puesto especial que les permitía sobrevivir los estragos de un campo de concentración. Así cuenta varias anécdotas de cómo estuvo cerca de la muerte, dice que se salvó por las casualidades”, comenta la autora. 

El 5 de mayo de 1945, tiempo después de la huída de los nazis del campo de concentración, se presentaron unas patrullas del ejército de EEUU y ocuparon el campo. El 8 de mayo Domingo Félez fue detenido, ya que alguien había interpuesto una denuncia contra él en la que lo acusaban de haber llevado a gente a la cámara de gas. Tras 26 meses de cautiverio, le pusieron en libertad. Tras una temporada en Alemania, en octubre de 1947 se trasladó a Venezuela como exiliado. 

“A los 40 años decide entrar en la guerrilla, en los años 60, que se desarrolló inspirada en la revolución cubana para derrocar el gobierno de Romulo Betancurt. Ahí empieza a luchar por sus ideales y estuvo a punto de la muerte en varias oportunidades”, explica Leret. 

Domingo Félez vivió hasta casi los 95 años “una vida muy intensa, llena de aventuras”, cuenta la autora. Leret decidió escribir su biografía porque Félez es “un superviviente”: “Estaba haciendo un reportaje a españoles, yo soy nieta de republicanos españoles, mi abuela se exilió en Venezuela y a mi abuelo lo fusilaron en la Guerra Civil. Empecé a tener interés en escribir reportajes y entrevistas sobre este tema. Hice muchas y me di cuenta de que la historia de Domingo Félez era diferente. Su participación en la guerrilla ya se destacaba por estos dos aspectos de su vida, no hay muchos testimonios de guerrilleros venezolanos”. 

El libro se conforma como un relato escrito en primera persona en el que Domingo cuenta su vida y sus aventuras. Leret explica que utilizó esta fórmula para conseguir que el lector “se meta más en la historia y pueda sentir que la otra persona la está escribiendo y está contando su historia”. 

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