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Aldama, bomba de racimo

El presunto comisionista y uno de los principales investigados en el caso Koldo Víctor de Aldama comparece ante la comisión de investigación en el Parlament balear, en una imagen de archivo.
24 de noviembre de 2024 22:36 h

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Para entender algo mejor el cambio de estrategia de Víctor de Aldama, en prisión preventiva por un caso de fraude fiscal en hidrocarburos e imputado en el 'caso Koldo', conviene un poco de contexto. Aldama se juega hasta veinte años de cárcel. Colaborar con la Justicia puede suponer una reducción de hasta dos grados y a la mitad de tiempo en prisión. Acaba de cambiar a su abogado por el exjuez de la Audiencia Nacional a José Antonio Choclán, quien se promociona en su web como un “penalista experto en llegar a acuerdos”; así los acredita su apreciable hoja de servicios negociadores en nombre de futbolistas —Cristiano Ronaldo...—, artistas —Imanol Arias…—, banqueros —Ángel Ron...—, empresarios —Francisco Correa, David Marjaliza…— o políticos —Cristina Cifuentes o Rita Barberá. 

De seguro aconsejado por su nuevo abogado y tras negociarlo con la fiscalía, Aldama ha comparecido ante el juez para comprometer una cooperación que puede acarrearle notables beneficios penales si se demuestra efectiva. Lo ha hecho con una declaración pensada y estructurada con un claro objetivo: multiplicar el valor de su colaboración para maximizar así su rendimiento en beneficios penales. En otras palabras, Koldo y José Luis Ábalos ya se dan a estas alturas casi por amortizados política y penalmente, especialmente tras el demoledor informe de la UCO. Había que ofrecer algo más.

Para generar ese plus, Aldama ha detonado algo muy parecido a una bomba de racimo: un único proyectil o dispositivo transporta un determinado número de pequeñas bombas con diversas capacidades destructivas que libera al llegar a su objetivo. Si dejan a un lado las acusaciones concretas, el mecanismo básico que sustenta la declaración de Aldama se parece bastante. Existe un sumario base verosímil y con copiosa base probatoria —el 'caso Koldo'— que Aldama ha utilizado para liberar una serie de denuncias y rumores potencialmente explosivos, teniendo, por cierto, extremo cuidado de no incriminarse directamente en nuevos hechos delictivos que no se hallen ya dentro del sumario del caso base.

La ventaja táctica de la bomba de racimo reside en que empleando una única bomba se liberan varias decenas más con un único lanzamiento. La ventaja táctica que busca Aldama parece similar: incriminándose en un sumario donde ya estaba profundamente incriminado libera varias bombas mediáticas y políticas que no necesita probar. Le bastará con aportar las pruebas que seguro tiene para acreditar la veracidad y el funcionamiento de la trama corrupta del 'caso Koldo' para que todo lo demás se beneficie al menos de la duda, cuando no reciba directamente la presunción de veracidad. Le basta con colaborar para sustentar el 'caso Koldo' con el resto de sus denuncias y acusaciones. Si hubo corrupción en un caso, es probable que también lo haya habido en los otros. Si una parte es verdad, la otra no tiene por qué no serlo. Basta con repetirla para que funcione.

Ahí está el verdadero poder destructivo de la confesión de Aldama. Se equivocan el PSOE y Pedro Sánchez si creen que la falta de pruebas que pueda presentar Aldama les protege. Resulta efectivamente relevante a efectos probatorios penales. A efectos políticos y mediáticos apenas cuenta. A Aldama le basta con presentar las pruebas que seguro tiene sobre sus negocios con Koldo y compañía para detonar en racimo las bombas mediáticas y políticas de sus restantes denuncias y elevar el valor de su colaboración. Ni siquiera deberán o deben incluir hechos delictivos. Una simple reunión basta para detonar el escándalo. 

No tiene que demostrar que te ha corrompido. Le sobra con afirmar que te conoce. Cada prueba que seguro presentará para acreditar su colaboración en el 'caso Koldo' y obtener los beneficios que pretende, activará una y otra vez el racimo de las restantes bombas políticas y mediáticas. Así es la guerra. Normalmente, no basta con desear la paz.

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