Los invisibles de la España rural, en 66 fotografías

Dos años y medio de trabajo y más de 12.000 disparos resumidos en una selección de 66 fotografías. Miguel Sebastián ha plasmado en 'Tierras Varadas', la muestra que puede verse hasta el próximo 23 de septiembre en el Museo de Teruel, “un territorio que deja de ser”, porque como él dice no le interesaba retratar “lo que sucede”, sino “lo que va a dejar de suceder o lo que sucedió”. Esta exposición fotográfica recorre el Teruel rural olvidado, que podría ser el de cualquier región interior de España, como una “mirada desde el pasado hacia el futuro”, con nostalgia, pero también, dice el autor, con esperanza.

“No es una radiografía costumbrista o documental de la realidad”, aclaraba Sebastián durante la presentación de la exposición. No era ese el objetivo que se marcó cuando comenzó con un proyecto que le ha servido para recuperar sus raíces en el mundo rural turolense, a la localidad de Ojos Negros que ha vuelto a ser su hogar, después de años lejos de su tierra, años en los que ha aprendido a contar la realidad desde dentro con su particular visión, como ya mostró con la exposición “Colores Primarios” en la que relataba la vida de un indigente durante un año.

Ahora muestra con este trabajo, que también se ha convertido en un libro prologado por Julio Llamazares, su visión sobre ese mundo rural, atenazado por la despoblación y lo hace, también, como grito reivindicativo.

El objetivo de su cámara ha retratado durante dos años y medio de trabajo un territorio que se va desdibujando a nuestros ojos, donde “su propia historia y su identidad se diluyen entre los muros de los pueblos que van desapareciendo”, apunta el autor.

“Durante años no hemos advertido que Aragón, igual que otras comunidades autónomas del norte, está hecha de pueblos, somos nuestros pueblos, y esos pueblos durante muchos años se han olvidado, y hasta se han maltratado” señala con rotundidad.

Esa es una idea que quiere lanzar al espectador de esta exposición que, como pocas, obliga a la reflexión sobre la despoblación del mundo rural en España y la sociedad que queremos. Una reflexión en la que también surgen otras palabras como el concepto de habitar entendido como “estar donde uno desea estar, por encima de los inconvenientes”. Y entonces surgen otros conceptos, dice, como el de arraigo, el sentido de pertenencia, el regreso y el viaje a nuestra memoria.

Los últimos, los que quedan en los pueblos, los protagonistas

El recorrido por esta selección fotográfica muestra mucha gente que espera: ancianos sentados en la calle del pueblo o niños en el patio del colegio. Muestra imágenes que evocan ese recuerdo y memoria con el desenfoque, con las luces y sombras y el blanco y negro de todas las imágenes que nos retrotraen a un pasado muy presente. Vemos la fuerza del mensaje en una gota de agua, en el ojo o el cráneo de un ciervo o en las letras de un viejo cuaderno de una escuela olvidada o de uno nuevo que enseña a los niños el mundo en árabe y castellano.

Tienen protagonismo los últimos, los que quedan en los pueblos como Sinforosa -imagen del cartel de la muestra- y Martín, el matrimonio de octogenarios, únicos habitantes de la pedanía de La Estrella, en Mosqueruela; el último escultor de piedra del rodeno, Lorenzo, o Demetrio Colomer, último vecino de Almohaja. Pero también hay primeros: el primer bebé nacido en Visiedo en años o los primeros juegos de unas niñas rodeadas de altas hierbas. “Y serás las nuevas raíces las que acallen estas tierras varadas”, leemos junto a las fotografías, que cobran más fuerza con los versos y letras poderosas de autores como Julio Llamazares y José Antonio Labordeta.

Realidades de ayer y de hoy de estos pueblos en los que hay carbón y mineros, hay ovejas, hay fiestas, hay nacimientos, pero también muchas imágenes que suenan a despedida.

“No hay ninguna pose, no hay nadie que esté mirando a cámara”, lo que para Leo Tena, director del festival Teruel Punto Photo en el que se enmarca esta exposición es “vivir la vida desde dentro”.

La exposición de Sebastián es una de las apuestas destacadas de este festival que cumple su decimoprimera edición, y desde la primera han querido hablar de individualidad y de soledad, a veces forzada, para dar visibilidad a los invisibles, a gente y “a nuestra tierra olvidada, maltratada, humillada, a la que quieren hacer invisible”.