Moda y cine: dos rupturas con lo establecido que se nutren de la libertad de los años 80 y cuestionan su convivencia

Entre la moda y el cine siempre ha existido una estrecha relación basada en la inspiración, difusión y complementariedad. Para la moda, el séptimo arte es un canal para expresar y crear nuevas tendencias. Para el cine, mientras tanto, la moda es una vía para transmitir ideas, emociones, contar historias y definir a sus personajes.

Algunas películas clásicas como ‘Desayuno con diamantes’ han marcado la historia tanto de la moda como del cine, en donde la actriz Audrey Hepburn se convirtió en icono de la elegancia gracias a su vestido negro y sus perlas, que supusieron un antes y un después en esta retroalimentación de expresiones artísticas, que continuó en los años 80 con la aparición de nuevas figuras y prendas que influyeron y traspasaron las grandes pantallas.

Sin embargo, esta relación mutua también sirve de función publicitaria y tendencias como las gafas de Tom Ford en ‘Un hombre soltero’, y de una oportunidad para hablar de la historia de personajes emblemáticos de la industria de la moda, como ocurre en la película ‘El diablo se viste de Prada’ con la biografía de la editora de Vogue, Anna Wintour.

Según comparte el diseñador de moda Eduardo Navarrete sobre estas dos artes, “el cine no existe sin la moda y viceversa porque una buena película va ligada siempre a un buen vestuario con el que tiene que convivir”. Por su parte, la diseñadora de moda turolense de 26 años que aprendió a coser de pequeña, Sandra S. Marco, explica que “el cine y la moda siempre han tenido una relación muy estrecha, pero la forma de abordar el diseño de moda y el diseño de vestuario son absolutamente distintas a pesar de que ambas vayan de la mano del vestir”.

“El diseño de vestuario busca construir un personaje y eso requiere de un trabajo de documentación histórica y contextual, de adentrarse y comprender su psicología. Eso lleva a tomar las decisiones necesarias para ese personaje y, de algún modo, la labor es hacer visible a un ser que ya existe pero que aun no es tangible”, afirma S. Marco, quien cuenta con un Máster en Creación Interdisciplinar y actualmente trabaja en la creación de su propia marca tras reconciliarse con las “ganas de diseñar y crear nuevos lugares” que recuperan “ese lugar inocente que partió de una necesidad personal cuando comenzó y en el que muchas personas le dijeron que se sentían cómodas y empoderadas con sus prendas”.

Tal y como señala la diseñadora aragonesa que ha desfilado en la Mercedes Benz China Fashion Week, más que hablar de moda “es mejor hacerlo de indumentaria”, ya que el primer término le conduce a “un sistema que genera mucho ruido” en el mundo y en una industria que, a pesar de estar tratando de reinventarse en busca de prácticas más sostenibles, “parte de un planteamiento que se muestra cada vez más insostenible”.

“La indumentaria es sin duda parte de las personas. Desde una perspectiva formal a nivel identitario y cultural es una herramienta que construye nuestro cuerpo social y nos define, capaz de establecer y también de transgredir categorías y eso es algo verdaderamente interesante”, apunta S. Marco, quien cree que “vestir es un lenguaje alternativo del cuerpo que nos permite comunicarnos”.

Para ella, que se inspira y explora las relaciones con el color, las formas, el cuerpo, la danza y la arquitectura, una de las cosas más interesantes como diseñadora es la relación interior y exterior que la vestimenta establece entre los cuerpos y el mundo. Además, describe la indumentaria como una “segunda piel” y “el primer lugar que habitamos” una vez que “las modas se van también a un segundo plano”.

Aun así, sí señala a la moda como un vehículo para transmitir sentimientos, emociones y nuestra autopercepción, así como un aspecto intergeneracional, aunque “cada época de respuesta a unas necesidades y estéticas que se van transformando”. “Uno de los errores ha sido marcarla por temporadas, años y géneros”, confiesa sobre este aspecto que se ejemplifica con el valor actual de las prendas vintage que estaban pensadas en su creación con atemporalidad.

“El abrigo que hay en el armario de la abuela resulta que lo llevó ella durante treinta años y sigue impecable. Cuando te lo pones te das cuenta de la calidad y calidez de algo bien hecho que estaba pensando para durar. La sensación que produce llevar algo así no tiene punto de comparación con las prendas hechas de forma rápida pensadas para una temporada”, señala S. Marco, quien también se despega de la diferenciación entre lo masculino y lo femenino, y de edad.

La utopía de apoyos, recursos y oportunidades

Eduardo Navarrete participó en 2018 en la obra ‘Háblame’ en la que aparecían los actores Víctor Palmero y Mariola Fuentes, pero, aun así, le gustaría seguir trabajando en la unión de cine y moda. Por su parte, Sandra S. Marco confiesa que también ha tenido ocasión de formar parte del equipo de diseño de vestuario de algunos cortometrajes y videoclips, así como ayudante de vestuario de teatro en donde entendió que “los procesos entre lo que se conoce como diseño de moda y de vestuario son distintos”.

“En el diseño de vestuario hace falta un trabajo previo apasionado y enorme de referencias, documentación y conocimiento histórico. También debes ser una persona organizada y observadora. Muchas veces hay que buscar y buscar, y adaptar aquello que encuentras, teñir, modificar, crear trampantojos en busca de un efecto… Hay que tirar de mucha imaginación”, añade la diseñadora, a quien le “encantaría” volver a participar en vestuario y dialogar con todos los departamentos en donde “la libertad de creación aparece sobre la base de todos los parámetros con los que hay que contar para crear el todo”.

Sin embargo, poder dedicarse a ello y, todavía más dentro del cine, “requiere de un sacrificio enorme que no siempre es recomendado”, señala ella, que reconoce que, aunque el mundo virtual está abriendo posibilidades, también está generando dificultades que se suman a “los factores piedra que existen en el camino como la economía y la competencia”.

“Estoy tremendamente aburrida de entrar en Instagram y ver a un millón de marcas haciendo lo mismo, de observar que la comunicación y la influencia es mucho más importante que la calidad del diseño o del producto. También descubres personas con proyectos maravillosos que difícilmente encontrarías de otro modo, pero este tema me da mucho que pensar”, añade.

Ahora todo se mueve muy rápido y es complicado sostener económicamente un proyecto creativo y sacrificio “sin quemarte antes” porque no es fácil emprender. Sandra S. Marco, por su parte, ha optado por tener un trabajo alimenticio que no tiene relación con el diseño y, paralelamente, ha intentado impulsar sus proyectos. “Debo admitir que he encontrado cierta paz en ello porque me ha permitido hacer y crear desde una libertad y una apetencia que se limitan mucho cuando se ponen otros factores en medio. Pero obviamente no debería ser así”, sostiene en su petición de apoyos y recursos en este ámbito.

Otro de los vértices dentro de este mundo es despegarse de la idea de que “todo aparece de modo individual” porque, aunque tal y como piensa la diseñadora de que “nos educan para salir a sobrevivir en un mar de tiburones” y que ello conduce a “casos hervideros de recelos y envidias incapaces de ver más allá de nuestro ombligo”, las personas que tenemos alrededor y que se convierten en “aliados” aportan “mucho” en los trabajos propios y crean “un magma muy rico”.

‘Enamorado de la moda juvenil’: los años 80 en el cine y en la moda

“Yo creo que de los años 80 se han recuperado muchas cosas, sobre todo, la manera de expresarnos y la libertad. Veníamos de un momento muy malo de represión y esos años fueron una explosión en todos los sentidos”, asegura Eduardo Navarrete, quien da “gracias a que los cardados no se vuelvan a llevar”.

Este diseñador de moda considera que “ahora estamos en un momento muy globalizado en el que se puede llevar todo”, pero cabe puntualizar que en este período “el cine fue capaz de cambiar las tendencias y formas de interactuar de los jóvenes de la época” con el uso de pitillos ajustados, pantalones de mezclilla, cinturones anchos con remaches, botas, faldas negras, tachuelas y botas militares, entre otros.

Los años 80 son un motor de la nostalgia para una generación que soñaba con ser lo que se mostraba en la televisión y en las revistas de la época. Con ellos nacieron los sombreros y las chamarras de cuero de ‘India Jones’ o los chalecos de ‘Back to the future’, que abrieron paso a la publicidad por emplazamiento en la que se incluían productos o mensajes relacionados con la industria de la moda dentro de una narrativa audiovisual como el cine.

Según cuenta Sandra S. Marco, el cine tiene la capacidad de generar y expandir imaginarios y su indumentaria es “una herramienta potente para generar contexto y construir personajes verosímiles”. Asimismo, en la actualidad, la imagen “nos persigue por todas partes y estamos acostumbradas a ver muchas cosas por lo que su efecto no es el mismo”, pero si piensa en lo que tenían que sentir aquellas personas que vivían en un lugar pequeño, al observar looks extravagantes en persona que habían visto en el cine, tenía que ser “increíble”.

Aun así, ella admite que en estos años “ese espíritu de transgresión y estética” llegó a todos los lugares del mundo gracias al cine, a la moda y a las revistas. “De alguna manera fue un medio para que un montón de jóvenes ampliasen las posibilidades de su imaginario y adoptasen esa estética y actitud”, apunta sobre el cine y la cultura, de la que piensa que “expande la mirada, las posibilidades y las formas de estar en el mundo”.

“La multiplicación de los medios y la velocidad a la que sucede ahora, dificulta que algo pegue con tanta fuera y solidez como en los años 80. De hecho, la estética y el espíritu de estos años ha sido materia de reproducción e inspiración para nosotros ahora. Pero me pregunto si con lo volátil que es todo hoy, quedará algo así de nuestra época en el futuro”, se cuestiona la joven.

Para “la respuesta habrá que esperar”, pero para reflexionar sobre la unión de estas dos artes, sus influencias y sus formas de expresión heredadas solo hay que mirar el presente. El cine sin moda no es, la moda sin cine tampoco. Los años 80 fueron los de Michael Jackson, de Prince, de Guns ‘n’ Roses y de Metallica, pero también de Roberto Verino, Adolfo Domínguez, Sybilla, Azzedin Alaia, Martin Margiela y, por otro lado, de ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’, ‘Amanece, que no es poco’, ‘Blade Runner’, ‘La historia interminable’ y ‘Nostalgia’.