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El Pirineo Aragonés a lo largo de sus cuatro estaciones: “No es un parque temático, sino un ecosistema muy frágil”

José Miguel Navarro (Jaca, 1970) es naturalista, montañero, bombero y escritor con más de 16 años de experiencia a sus espaldas como guía de montaña y una docena de libros centrados en los Pirineos. Ahora, Navarro vuelve a emprender el camino de la pluma con su libro más personal 'Un año en el Pirineo. Averiguaciones y disquisiciones de un naturalista curioso' (Prames. Premio Félix de Azara 2021), donde transmite todos sus conocimientos sobre fauna, botánica, climatología y antropología a través de la anécdota y el relato.

A lo largo de las cuatro estaciones de un año, Navarro condensa y reúne “toda una vida” como naturalista. “Lo estructuré en un año porque no se me ocurría otra forma de hacerlo que no fuese a través de las estaciones, porque todo son ciclos y está interrelacionado”.  Aún así el autor reconoce que ha dejado muchas cosas fuera y que ni aún con 15 años podríamos descubrir todos los secretos del Pirineo. 

Tras publicar 13 ensayos sobre la zona, su último libro es su obra más personal en donde el autor admite que quiere “desnudarse” ante la gente que le conoce y la que no a través de notas que escribe desde los 16 años y que tras varios años de meditación decide llevarlo a la literatura “Es un homenaje a la gente que me ha dado forma y me apetecía demostrar que un libro científico se puede escribir con los sentimientos y las reflexiones que te provocan”. Aún así, Navarro defiende que es un libro didáctico y que “con esa intención se ha escrito”, “Llevo muchos años como guía de montaña y quería trasladar esos mismos conocimientos al libro”. 

Lo cierto es que la obra está llena de anécdotas, experiencias y divagaciones surgidas de la cotidianeidad y que sirven de trampolín para el conocimiento científico “Cuando empecé a escribir un blog: Pirineos, Montañas y Hombres y me di cuenta de dos cosas: de que a la gente le gustaba cómo escribía y que la gente se queda con las anécdotas. Si yo te digo que el tritón pirenaico se llama Euproctus asper ya se te ha olvidado, pero si te digo que tarda 30 minutos en copular eso se te queda” explica Navarro entre risas. “Algo que tenía claro es que tenían que ser capítulos cortos, que no estuviesen hilvanados los unos con los otros porque cada vez tenemos más estímulos inmediatos, tipo internet o la televisión, que hacen muy difícil terminar los capítulos”.

Navarro reconoce entre sus referentes para esta forma de escribir a Félix Rodríguez de la Fuente “sin duda, para mí y para toda una generación”, pero también la fortuna de haber tenido una infancia “neolítica” en el pueblo de sus padres y abuelos en Isún: “Yo tuve la suerte de vivir todavía la sociedad tradicional pirenaica que se estaba desmantelando. La gente había marchado de los pueblos para trabajar en las fábricas, pero habían mantenido las casas, y los fines de semana era como vivir en la Edad Media. Ahora me doy cuenta de que era valiosísimo porque todas esas tradiciones y creencias se han mantenido vivas desde el neolítico. Al final es lo que te marca porque estaban clavadas en la gente”

Esta relación del hombre con la naturaleza también se muestra a través del contraste entre la futilidad del hombre, sobre todo reflejado en el patrimonio, las ruinas y los lugares abandonados y, por otro lado, la eternidad de la naturaleza, que tiende a la entropía y siempre se mantiene en constante cambio “desde un punto de vista de la unidad cultural, a las tradiciones le quedan dos generaciones, mucha gente de la generación de mi hija no las ha vivido”.

Critica a la modernidad 

A lo largo de las distintas vivencias también hay espacio para la crítica a la modernidad, aunque no de forma explícita. Navarro señala en uno de sus capítulos que ya no quedan “lugares secretos” debido a la llegada del turismo, algo sobre lo que señala sus contradicciones: “El turismo es necesario porque al final todos hemos decidido que queremos vivir del turismo votando a los políticos que tenemos y haciendo lo que hacemos. Por otro lado, el sector primario es una mera anécdota, pero creo que no todo es válido. Nosotros vivimos del paisaje, el que viene de Zaragoza viene a ver naturaleza, no a mi y eso tenemos que cuidarlo”, esto último hace referencia a la ampliación de la estación de esquí de Cerler del grupo Aramón y su paso del telesilla por el Valle de Castanesa, “aquí tiene que haber una ordenación”. 

En esta misma dirección, el escritor también lamenta que no haya una mayor inversión en educación ambiental, “creo que es algo a lo que deberíamos ir encaminados. Insisto, la gente viene por la naturaleza; vamos a dárselo, pero vamos también a explicarlo para que la gente sea capaz de entender y valorar lo que está viendo. Esto no es un parque temático, sino un ecosistema muy frágil y que no todo vale para atraer turistas”. Esto se ve reflejado en uno de los últimos capítulos del libro, donde dos investigadoras autónomas descubrieron que la diversidad de flores en las cimas de las montañas estaba cambiando debido al cambio climático, “este ha favorecido que plantas que estaban en cotas más bajas suban a cotas más altas y las que se encontraban en las cotas más altas no son capaces de adaptarse y desaparecen” explica Navarro y lamenta que esta información “trascendente” y que ha sido publicada en la revista Nature no haya tenido ninguna relevancia “a nivel general”, tampoco en los medios. 

Y es que todavía faltan muchos campos por explorar en el Pirineo, “No sabemos todas las especies de Insectos que pertenecen al Pirineo, ni tampoco los ciclos del agua subterráneas” De hecho, se especula que el 90% del ecosistema pirinaico subterráneo, es decir, el perteneciente al campo de la espeleología es desconocido.

Por último, Navarro, recomienda un lugar concreto que visitar en cada estación “En invierno el Circo de Aneou; entre semana, con nieve y con anticiclón para mí es el paraíso, es un resumen perfecto de lo que es el Pirineo, por su belleza, por su vegetación, por su orografía y, además, por su Patrimonio. En primavera, el Chorro de Fornós, en Badaín. Toda la nieve de cotiella se canaliza por ahí y surge una vegetación amazónica en una zona que en principio debería estar seca. En verano, cualquier pueblo del canal de Berdún. Esos pueblos en verano huelen a cereal, están secos porque lleva mucho tiempo sin llover y están de color pardo, eso es verano en esencia. En otoño, Sansanet, siempre hay agua. El pirineo francés lo tenemos muy olvidado y es la mitad del territorio; creo que lo conozco, pero no tanto como me gustaría conocerlo” concluye el escritor pirenaico.