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La sinagoga mejor conservada de Aragón agoniza y las instituciones tratan de rescatarla del olvido

Se trata de la única fachada de sinagoga que se conserva en Aragón y agoniza a espaldas de los oscenses. El edificio se mantiene en pie a duras penas y de forma anónima en una calle de poco tránsito, detrás de un hotel y con el aspecto de una casa antigua y abandonada más. Pero se trata de un inmueble de gran valor histórico, levantado a finales del siglo XV y que explica parte de la historia de la ciudad y de la presencia de la comunidad judía. El Ayuntamiento de Huesca va a solicitar al Gobierno de Aragón que lo declare bien de interés cultural (BIC) para su mejor conservación y estudio.

El grupo municipal de Ciudadanos llevó la cuestión al Pleno y recibió el apoyo de todos los partidos salvo del PP, que se abstuvo. La formación naranja se erigió en portavoz para pedir a la dirección general de Cultura y Patrimonio que se lleven a cabo investigaciones y trabajos de documentación precisos con los que se prepare un fondo histórico y documental accesible a todos los ciudadanos y visitantes a través de la oficina de turismo o de la web del Ayuntamiento de Huesca.

Asimismo, el Consistorio pretende recabar información de otras administraciones públicas acerca del antiguo barrio de la judería y su entorno para futuras labores de conservación y protección. La capital oscense fue en su día cristiana, musulmana y judía, y los historiadores coinciden en señalar que junto a las de Zaragoza y Calatayud la aljama judía de Huesca formaba parte de las más importantes de Aragón. Hasta la expulsión en 1492 compusieron una comunidad próspera que dio además importantes figuras locales para las artes, las letras y las ciencias.

Mil judíos en una ciudad de 3.000 habitantes

Según los investigadores, en la primera mitad del siglo XIV llegó a contar con algo más de mil miembros, diezmados unas décadas después por la epidemia de peste que asoló la ciudad y que dejó esta cantidad en unos 200. Una cifra relevante en una Huesca que por entonces contaba con poco más de 3.000 habitantes. En este contexto destacaba la conocida como sinagoga menor, en la actualidad situada en el número 25 de la calle San Jorge.

El historiador Antonio Val destaca sus “rasgos constructivos sorprendentes, algunos visibles a simple vista”. En la planta baja hay un arco apuntado, cegado actualmente y que fue su puerta principal. El edificio fue modificado con el paso de los siglos, se abrieron accesos nuevos y se cerraron otros hasta hacerlo difícil de identificar a primera vista. “Era un edificio de fachada muy alargada y sin luz ni ventilación por la parte de la calle. El modelo arquitectónico de las sinagogas no es tan constante como el de las iglesias, pero la presencia de dos puertas se relaciona con el acceso diferenciado para hombres y mujeres. Había espacio bajo y alto y espacio específico para hombres y mujeres. Incluso había un patio para ellas”, explica Val.

Si hoy se lleva a cabo una visita, Val lamenta que sea “imposible sacar deducciones en una simple vista ocular. Si hay suerte, es posible que se conserve alguna inscripción debajo de las sucesivas capas de blanqueado y pintura”. Para los expertos resulta sorprendente que un edificio religioso medieval, no cristiano y aparentemente sin interés, haya sobrevivido. Posiblemente se debió a haber cambiado de uso tras la expulsión de los judíos de España para convertirse en una casa de habitaciones que alquilaba la iglesia de San Lorenzo, su propietaria.

Una construcción “única”

En 1975 todavía se conservaba el azulejo que ejercía de sello de propiedad. Su condición documentada de una sinagoga lo convierte en singular, y el hecho de que sea la única fachada de sinagoga conservada en Aragón, en un “edificio único”, según el portavoz municipal de Ciudadanos, José Luis Cadena. “No es un edificio de la categoría constructiva y arquitectónica de los otros edificios históricos de la ciudad, pero sus peculiaridades y los atributos de singular y único valor lo hacen no menos respetable que cualquiera de ellos”, añade Antonio Val.

Esta fachada, “que ha desafiado al paso del tiempo y a la persistente voluntad de borrar toda huella judía, razón de que sean muy pocos los vestigios conservados de sinagogas. Es un reto a los criterios de valoración de la historia de nuestra generación”, añade el historiador. La parte izquierda de este edificio fue adquirida hace unos años para abrir en su lugar un acceso a la escuela de Magisterio. “Afortunadamente, no se llevó a efecto esa iniciativa. De haberse llevado a cabo el proyecto ya estaría mutilado el edificio. Tiene las cubiertas en mal estado y, como en tantas ocasiones, su hundimiento puede arrastrar al resto de la construcción”, concluye.