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Las mujeres de la selección española de fútbol -probablemente tendría que decir las futbolistas- son espectaculares. A pesar del calvario que han vivido durante mucho tiempo, de que dos días antes no sabían qué iba a ser de su futuro, han vencido a una de las mejores selecciones del mundo, la de Suecia. Ha sido la guinda de las victorias conseguidas ante la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y, sin duda, las reforzará en el largo camino que todavía tienen por recorrer.
Son varias las enseñanzas que podemos sacar de la lucha de estas mujeres por su dignidad. Para empezar, ¿cómo es posible que ni las administraciones, ni los medios de comunicación, ni ninguna asociación vinculada al mundo del fútbol hayan denunciado el funcionamiento de una Federación como si fuese el cortijo de su presidente, con criterios más propios del siglo XVIII que del XXI? Cómo tenía que ser el ambiente en la RFEF para que las jugadoras, habituadas al mundo del fútbol, integradas en clubes que, como hemos visto, no son la vanguardia en la defensa de la igualdad, hayan reaccionado como lo han hecho.
El acoso, las coacciones o la discriminación llevaban años, pero solo cuando un grupo de jugadoras seleccionables han dicho “se acabó” -algunas lo dijeron hace un año- ha empezado a cambiar el funcionamiento de la RFEF. En el fútbol, como en cualquier ámbito social, las cosas no cambian hasta que los sectores oprimidos son capaces de organizarse y rebelarse. Entonces todos nos preguntamos cómo no hemos sido capaces de verlo y reaccionar antes, en este caso, al menos un año antes.
La unidad es condición necesaria. Las jugadoras se han mantenido firmes ante todo tipo de chantajes, amenazas e intentos de división y han conseguido que se sumen a su lucha mujeres futbolistas de todo el mundo. El ejemplo más claro es el de las selecciones de Suecia y España juntas tras una pancarta que decía: “SeAcabó. Nuestra lucha es la lucha global”
Y no solo han sido las futbolistas las que han reaccionado, buena parte de la sociedad española, seguramente la mayoría, nos hemos enterado de su situación, hemos comprendido las razones de su pelea y estamos dispuestos a contribuir a que sus reivindicaciones sean una realidad. Pero esto no hubiese sido posible sin la difusión que ha tenido su enfrentamiento con la Federación, desde el beso robado a Jenifer Hermoso hasta la negativa, tres días antes del partido contra Suecia, a participar en la selección, pasando por la lamentable asamblea de la RFEF. Los medios de comunicación han sido fundamentales.
Creo que hay que destacar el papel jugado por Víctor Francos, presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD). Ha entendido la situación de las jugadoras, ha contribuido a hacer posible la participación de casi todas las jugadoras -sin que se sancione a las dos que no lo han hecho- y se ha comprometido a impulsar los cambios necesarios en la Federación. La actitud de Francos pone de relieve lo importante que es que las instituciones estén al servicio de la ciudadanía, especialmente de los sectores con más dificultades.
Esta experiencia tiene que llevar al CSD a analizar el funcionamiento de las demás federaciones y al Gobierno, a modificar la Ley del Deporte. Las federaciones deportivas son entidades privadas, pero, en la medida en que representan al Estado, su funcionamiento tiene que tener una regulación especial. No pueden hacer lo que quieran y no solo en cuestiones de igualdad de género, tampoco pueden funcionar como si fuesen un coto privado de la persona que las presida.
El machismo tiene las raíces profundas en nuestra sociedad, son demasiados los Rubiales y Guerras y, además, la mayoría de los hombres tenemos comportamientos no aceptables en unas relaciones de igualdad y respeto con las mujeres. También tienen hondas raíces las prácticas antidemocráticas que 45 años de democracia han sido incapaces de erradicar de las distintas instituciones. Los gobiernos, las organizaciones sociales y cada persona en nuestra vida cotidiana, tenemos una ardua tarea por delante para acabar con estas herencias. Pero ya nada será como antes de que un grupo de mujeres plantase cara a la poderosa Real Federación Española de Fútbol.
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