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Alerta roja

3 de noviembre de 2024 05:30 h

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Hace ya casi 30 años, el 7 de agosto de 1996, un episodio de lluvia torrencial (se midieron cerca de 160 litros de agua por metro cuadrado) arrasó el camping “Las Nieves” de Biescas, localizado en la salida de aguas del barranco de Arás.

El balance fue de 87 fallecidos y cerca de 200 heridos, muchos de los cuales han tenido que convivir de por vida con unas durísimas secuelas físicas y psicológicas. Estábamos ante la mayor catástrofe natural en España después del desbordamiento del Turia (1957) y las riadas del Vallés (1962).

Las administraciones no tenían mapas de riesgos ni protocolos de catástrofes, ni estaba tan localizada la predicción meteorológica, ni tan afinadas la información anticipada y las medidas preventivas para los ciudadanos, ni los planes de evacuación. Los teléfonos móviles todavía eran rudimentarios.

Un médico forense que estaba de vacaciones en Jaca, Juan Antonio Cobo, se puso en contacto con el puesto de mando en el ayuntamiento de Biescas para facilitarles un protocolo, que había redactado por propia iniciativa para situaciones de emergencia, bajo el principio básico de evitar cualquier preocupación a los familiares de las víctimas que no fuera la de interiorizar su dolor.

En ese protocolo se ordenaban las prioridades, entre otras rescatar y atender a los heridos, depositar e identificar los cadáveres, para ello se habilitó la Pista de Hielo de Jaca, e informar, acompañar y asistir psicológicamente a los familiares.

El pasado mes de septiembre, la borrasca “Boris” provocó graves inundaciones en las cuencas de los ríos Danubio, Elba y Óder (Austria, Alemania, Polonia, República Checa y Rumanía). Fueron las peores inundaciones de los últimos 20 años en el centro y en el este de Europa. El balance oficial fue de 18 muertos.

Cifra que contrasta con el centenar largo de fallecidos que ya tenemos  en España, la mayoría en la Comunidad Valenciana. En el pionero protocolo de protección civil del doctor Cobo, las víctimas y los familiares eran la prioridad. Los análisis y la evaluación de responsabilidades, por ese orden, venían después.

Primera reflexión. Tenemos que tomarnos muy en serio el cambio climático. En esa comparación de fallecidos con los países centroeuropeos, tan desproporcionada en perjuicio de España, han influido con toda probabilidad las consecuencias del cambio climático en el Mediterráneo, al que el meteorólogo Francisco Martín León ha descrito gráficamente como un “bidón de gasolina” cuando aparece una depresión aislada en niveles altos.

La temperatura del mar está muy alta y, al coincidir con los vientos en uno y otro sentido de una dana, los resultados en cuanto a intensidad de la lluvia pueden ser catastróficos por la enorme humedad y vapor de agua que se concentran.

Segunda reflexión. Tenemos que tomarnos muy en serio la ciencia y, en este caso, las predicciones de la Agencia Española de Meteorología (Aemet). Las danas ya forman parte de nuestras vidas. Desde el sentido común, un nivel rojo desde primeras horas de la mañana del pasado martes hubiera exigido una respuesta más rápida y una reiterada recomendación de la administración competente, en este caso la Comunidad Autónoma de Valencia, para que centros de trabajo y ciudadanos fueran conscientes de los riesgos a la hora de decidir si interrumpían actividades no esenciales y si limitaban su movilidad. 

Como dijo la secretaria general de Organización Meteorológica Mundial, Celeste Saulo, “matar al mensajero no resuelve el cambio climático”. Los negacionistas climáticos han llegado a las descalificaciones y a los insultos hacia los meteorólogos.

Tercera y última reflexión. Tenemos que tomarnos muy en serio la elaboración de mapas de riesgos en los planes urbanísticos y en la construcción de infraestructuras que van obstaculizando el curso natural del agua. No podemos ser tan laxos con la construcción en zonas inundables. Solo en el corredor Valencia, Alicante y Murcia, hay 280.000 viviendas en zonas de riesgo (barrancos, ríos, mares), según una investigación publicada por elDiario.es en 2023.

La ONU nos advertía no hace muchos días que acabamos de batir un nuevo récord de emisiones de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxido nitroso). Las señales catastróficas, ¿podríamos decir apocalípticas?, son muy claras. No podemos perder otra década más sin reducir los gases de efecto invernadero.

Hace ya casi 30 años, el 7 de agosto de 1996, un episodio de lluvia torrencial (se midieron cerca de 160 litros de agua por metro cuadrado) arrasó el camping “Las Nieves” de Biescas, localizado en la salida de aguas del barranco de Arás.

El balance fue de 87 fallecidos y cerca de 200 heridos, muchos de los cuales han tenido que convivir de por vida con unas durísimas secuelas físicas y psicológicas. Estábamos ante la mayor catástrofe natural en España después del desbordamiento del Turia (1957) y las riadas del Vallés (1962).