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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

La cultura como salvavidas

Pocas veces el cine ha resultado tan premonitorio como en esta ocasión. Si algo tienen en común tres de las películas que mayor repercusión tuvieron en 2019 (Parásitos, La trinchera infinita y Jojo Rabbit) fue que todas ellas compartían la inquietud por transmitir al espectador la empatía hacia personas que se encontraban encerradas en un espacio reducido, contra su propia voluntad, obligadas por una amenaza externa y, en sus casos además, de manera clandestina. ¿Quién iba a decir que, pocos meses después, íbamos a estar experimentando una sensación no tan ajena? Ficciones basadas en realidades que, por su lejanía temporal o geográfica, parecían distantes de cualquier parecido con algo que pudiera resultarnos familiar. Hasta ahora.

Uno de los mayores temores que han acechado estos últimos días al tomar conciencia de que la amenaza es real, es el hecho de tener que enfrentarse a la idea de un aislamiento forzoso, la privación o máxima reducción de la libertad de movimientos. Ante ello, uno de los mecanismos que desde el inicio se ha alzado como paliativo de este excepcional estado ha sido la cultura. Artistas que, de forma completamente generosa y altruista, han ofrecido sus creaciones (música, libros, actuaciones teatrales, poesía), museos que han garantizado contenido virtual para su consulta (Museo del Prado, Centro de Arte Reina Sofía, Louvre) o plataformas que han facilitado productos audiovisuales de forma gratuita, se encuentran entre algunas de estas iniciativas; que, a medida que el tiempo de cuarentena se prolonga, ve aumentada su cantidad y variedad.      

Material que, por fortuna y desde no hace tantos años, en la actualidad resulta de fácil acceso para la mayoría de la población. Sin embargo, éste es el momento perfecto para pararse y valorar, no solo el medio, sino también el contenido que se ofrece. La cultura no solo sirve para sofocar al agobiante aburrimiento de estas semanas, es mucho más: es la herramienta que, como seres humanos, nos permite adquirir conocimientos, pensar, reflexionar y ser críticos. La situación exige estar preparados en este sentido, ya que una mente racional es la que hace frente a la adversidad y sabe sacar un aprendizaje de ella. En este caso, la moraleja está bastante clara.

Aplaudimos diariamente a todos los profesionales que están luchando por vencer al COVID-19, así como aquellos que están permitiendo alejarnos de la situación de parálisis absoluta; pero sobre todo observamos impotentes la fragilidad del individuo ante la magnitud de los acontecimientos, el valor real de servicios básicos que, hoy por hoy, son los que nos están sacando del agujero. Cuando esta crisis puntual se disipe y se convierta en un amargo recuerdo, tenemos el deber de no olvidar que pudimos superarla gracias a la sanidad pública y la generosidad de miles de personas que supieron anteponer el bienestar colectivo al individual. La cultura es la que nos ayudará a mantener vivo este recuerdo, reponernos y actuar en consecuencia. Porque saldremos de ésta.          

Pocas veces el cine ha resultado tan premonitorio como en esta ocasión. Si algo tienen en común tres de las películas que mayor repercusión tuvieron en 2019 (Parásitos, La trinchera infinita y Jojo Rabbit) fue que todas ellas compartían la inquietud por transmitir al espectador la empatía hacia personas que se encontraban encerradas en un espacio reducido, contra su propia voluntad, obligadas por una amenaza externa y, en sus casos además, de manera clandestina. ¿Quién iba a decir que, pocos meses después, íbamos a estar experimentando una sensación no tan ajena? Ficciones basadas en realidades que, por su lejanía temporal o geográfica, parecían distantes de cualquier parecido con algo que pudiera resultarnos familiar. Hasta ahora.

Uno de los mayores temores que han acechado estos últimos días al tomar conciencia de que la amenaza es real, es el hecho de tener que enfrentarse a la idea de un aislamiento forzoso, la privación o máxima reducción de la libertad de movimientos. Ante ello, uno de los mecanismos que desde el inicio se ha alzado como paliativo de este excepcional estado ha sido la cultura. Artistas que, de forma completamente generosa y altruista, han ofrecido sus creaciones (música, libros, actuaciones teatrales, poesía), museos que han garantizado contenido virtual para su consulta (Museo del Prado, Centro de Arte Reina Sofía, Louvre) o plataformas que han facilitado productos audiovisuales de forma gratuita, se encuentran entre algunas de estas iniciativas; que, a medida que el tiempo de cuarentena se prolonga, ve aumentada su cantidad y variedad.