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Nuevo curso político. Y este viene con curvas, cargado de elecciones, posibles adelantos electorales y demás batallas políticas. De un tiempo a esta parte solo escucho comentarios similares, cuando alguien hace referencia a los próximos meses. Casi de forma automática respondo que sí, que va a ser un año intenso e interesante; pero luego caigo en la cuenta que falta mucho para todo eso de lo que se habla: nueve meses, un embarazo.
En nueve meses se pueden hacer muchas cosas. El ex presidente Rajoy, en ese lapso de tiempo tras llegar a La Moncloa, recortó el gasto público en 9.000 millones de euros, congeló el sueldo de los funcionarios y el salario mínimo interprofesional, reformó el mercado laboral (debilitando al trabajador), aumentó el IVA, el IRPF y el IBI, paralizó la aplicación de la ley de dependencia, introdujo el copago farmacéutico, suprimió la sanidad universal, subió las tasas universitarias y mandó al paro a cientos de profesores interinos al aumentar el ratio de alumnos por aula. No está mal para nueve meses.
Pero ahora parece que ese tiempo se va en un suspiro. Varios plenos en otoño, luego el parón de Navidad, el debate sobre presupuestos y de pronto hay que disolver las Cortes de Aragón para empezar la campaña electoral. Vaya, no ha dado tiempo a aprobar leyes.
A veces se nos olvida (o quieren hacernos olvidar) que la función principal del Poder Legislativo es, precisamente, legislar. Que las diputadas y diputados de las Cortes deberíamos dedicar más tiempo a redactar leyes y menos a otras cosas.
El Ejecutivo de Lambán y Soro tiene unas cuantas leyes en cola. Muchas las presentó a toda prisa en el último Pleno de junio y alguna como la reforma del Impuesto de Sucesiones (que no afecta para nada a la mayoría de la población aragonesa) se ha trabajado incluso en agosto. Parece que quieren hacer en esta última etapa lo que no han hecho en tres años. Bien está… si fuera verdad. Pero me da la impresión de que no es del todo así.
Por una parte, es cierto que los plazos son muy ajustados; por otra, quizá la intención del Gobierno de Lambán y Soro sea precisamente esa: pretender que se han intentado aprobar muchas leyes pero, lástima, no ha dado tiempo. Curiosamente, entre esas iniciativas admitidas a trámite en junio no está la Ley de Vivienda, la Ley de Universidad o la Ley de Discapacidad. Total, a quién le importan estos temas.
Un Gobierno que realmente quisiera aprobar leyes se sentaría con todos los partidos y propondría un calendario apretado pero realista; propondría cambios en los tiempos de comisiones y plenos, que no se traducen en nada tangible, y dedicaría toda su energía en aprobar leyes que mejorasen la vida de las personas. Pero creo que no va a ser así. La Casandra que llevo dentro me dice que el argumento en primavera será “Podemos y el PP no han querido aprobar todas estas leyes que hemos traído”, omitiendo que lo han hecho a última hora y con escasas ganas de que salgan adelante.
¿Es factible aprobar una ley en poco tiempo? Sí. Lo han demostrado con el Impuesto de Sucesiones, reformado por la vía rápida y justo en la dirección opuesta a la que anunciaba su programa electoral. En cambio, la tantas veces prometida Ley de Vivienda no está ni admitida a trámite en las Cortes, una ley necesaria para paliar (ya no solucionar) el problema de los desahucios, la dificultad de los jóvenes para emanciparse o los altos precios de los alquileres. Como tantas otras cosas, todo es cuestión de voluntad política.
Podemos va a dedicar los próximos meses a trabajar duro para sacar leyes adelante. Ahora que comienza el curso político, sugiero al Gobierno de Lambán y Soro que hagan los deberes y no se excusen con que el profe les tiene manía.
Nuevo curso político. Y este viene con curvas, cargado de elecciones, posibles adelantos electorales y demás batallas políticas. De un tiempo a esta parte solo escucho comentarios similares, cuando alguien hace referencia a los próximos meses. Casi de forma automática respondo que sí, que va a ser un año intenso e interesante; pero luego caigo en la cuenta que falta mucho para todo eso de lo que se habla: nueve meses, un embarazo.
En nueve meses se pueden hacer muchas cosas. El ex presidente Rajoy, en ese lapso de tiempo tras llegar a La Moncloa, recortó el gasto público en 9.000 millones de euros, congeló el sueldo de los funcionarios y el salario mínimo interprofesional, reformó el mercado laboral (debilitando al trabajador), aumentó el IVA, el IRPF y el IBI, paralizó la aplicación de la ley de dependencia, introdujo el copago farmacéutico, suprimió la sanidad universal, subió las tasas universitarias y mandó al paro a cientos de profesores interinos al aumentar el ratio de alumnos por aula. No está mal para nueve meses.