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Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Las cosas casi nunca son lo que parecen. Las grandes tecnológicas del momento, Facebook y Google, en realidad viven de la publicidad. Facebook, por ejemplo, cuenta con una cartera de más de 8 millones de anunciantes que producen el 98% de sus ingresos anuales: 70.500 millones de dólares en 2019. Para hacerse una idea de la magnitud de su facturación, el año pasado Inditex, el gran grupo español generado a partir de Zara, facturó 28.286 millones de euros en todo el planeta con más de 174.000 trabajadores. Facebook no llega a 40.000 empleados. Resumiendo para no marearse con las cifras: Facebook tiene una cuarta parte de la plantilla que Inditex y factura 2,5 veces la cifra del holding gallego. El dato es más desolador en España porque el año pasado la nómina de empleados de Zuckerberg era inferior a 30 personas.
En las últimas semanas, Facebook está viviendo un boicot de grandes anunciantes que ha puesto muy nerviosos a los ejecutivos de la compañía. Unilever, uno de los mayores anunciantes del mundo, que invirtió en publicidad en 2019 nada menos que 7.700 millones de dólares, decidió dejar de anunciarse en Facebook por la falta de control de los contenidos de la red social. Otros grandes, como Coca-Cola o Starbucks se han sumado a eliminar su publicidad de Facebook, siguiendo la propuesta de la Liga Antidifamación (ADL), que inició el boicot como parte de la campaña “Stop Hate for Profit”, con un mensaje claro: “para obtener mayores beneficios económicos no se puede promover el odio, la intolerancia, el racismo, el antisemitismo y la violencia”. El grupo que promueve el boicot considera que Facebook no hace lo suficiente para eliminar los contenidos racistas y que incitan al odio en su plataforma.
Tanto Google como Facebook pagan a los medios de comunicación por proyectos de innovación o por licenciar sus contenidos. “El año pasado algunos medios recibieron de Facebook hasta tres millones de dólares para que sus historias aparecieran en el nuevo Facebook News”, explicaba recientemente Joshua Benton en el prestigioso laboratorio de periodismo Nieman, de la Universidad de Harvard.
¿Por qué pagan a los medios cuando podrían distribuir las noticias gratuitamente? En el artículo de Benton explica que esta inversión en los medios no persigue la rentabilidad de Facebook. Más bien es una forma de “resolver un problema de relaciones públicas y políticas”, que tiene un coste económico muy bajo para el volumen de ingresos de la red social.
Por otra parte, para asignar las ‘ayudas’, Facebook elige a los editores que se beneficiarán. No pagan a todos sino a los que les interesa. Son los que deciden qué cantidad asignan a cada empresa. No siguen criterios de calidad o profesionales a la hora de elegir, sino que son sus intereses los que priman. Además, esos pagos hacen que los editores dejen de quejarse. Y, por último, consiguen titulares agradecidos como “Facebook ofrece a los medios millones de dólares al año”, comenta Benton.
Los medios de comunicación vivían de la publicidad. Hablo en pasado porque ahora la tarta publicitaria en internet se la zampan entre Google y Facebook, mientras los medios esperan a que caigan las migajas del banquete. A veces, esas migajas son suficientes para que los medios se encandilen con sus ‘protectores’. Una pena, pero así funciona el ecosistema de la comunicación ahora mismo.
He decidido darme de baja de Facebook. En mi modestia, no quiero contribuir a la difusión de una plataforma que no invierte en eliminar los discursos de odio de sus publicaciones y con un punto algo 'trumpiano' mira más sus beneficios que lo que puede aportar a la sociedad. Seguro que con las campañas de relaciones públicas lograrán paliar el daño que les ha producido su indiferencia ante un problema que les resultaba rentable. Pero al menos no cuentan conmigo.
Las cosas casi nunca son lo que parecen. Las grandes tecnológicas del momento, Facebook y Google, en realidad viven de la publicidad. Facebook, por ejemplo, cuenta con una cartera de más de 8 millones de anunciantes que producen el 98% de sus ingresos anuales: 70.500 millones de dólares en 2019. Para hacerse una idea de la magnitud de su facturación, el año pasado Inditex, el gran grupo español generado a partir de Zara, facturó 28.286 millones de euros en todo el planeta con más de 174.000 trabajadores. Facebook no llega a 40.000 empleados. Resumiendo para no marearse con las cifras: Facebook tiene una cuarta parte de la plantilla que Inditex y factura 2,5 veces la cifra del holding gallego. El dato es más desolador en España porque el año pasado la nómina de empleados de Zuckerberg era inferior a 30 personas.
En las últimas semanas, Facebook está viviendo un boicot de grandes anunciantes que ha puesto muy nerviosos a los ejecutivos de la compañía. Unilever, uno de los mayores anunciantes del mundo, que invirtió en publicidad en 2019 nada menos que 7.700 millones de dólares, decidió dejar de anunciarse en Facebook por la falta de control de los contenidos de la red social. Otros grandes, como Coca-Cola o Starbucks se han sumado a eliminar su publicidad de Facebook, siguiendo la propuesta de la Liga Antidifamación (ADL), que inició el boicot como parte de la campaña “Stop Hate for Profit”, con un mensaje claro: “para obtener mayores beneficios económicos no se puede promover el odio, la intolerancia, el racismo, el antisemitismo y la violencia”. El grupo que promueve el boicot considera que Facebook no hace lo suficiente para eliminar los contenidos racistas y que incitan al odio en su plataforma.