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Es una anécdota y, como tal, su interés es limitado. Sirve, sin embargo, para retomar los términos de un debate cuyo cierre en falso nos abocaría al desastre. Zaragoza. 20 de mayo de 2011. La Plaza del Pilar está sembrada de tiendas de campaña. La Junta Electoral Central ha prohibido las concentraciones durante la jornada de reflexión previa a las elecciones municipales y autonómicas que están convocadas para el domingo 22 de mayo. La Acampada-Zaragoza traza su estrategia de desobediencia ante la decisión de la Junta Electoral. Quieren una jornada de reflexión y la van a tener. Pero de reflexión colectiva. De debate y deliberación. En una palabra, democracia.
Se decide organizar toda una serie de actividades para el sábado 21. Charlas, lecturas de poesía, una paraguada. Desde la comisión de eventos se me encarga una breve charla a partir de la cual iniciar una discusión colectiva. El título que propongo es “Devenir-ingobernables”. Está previsto que empiece justo después de que toquen las 12 de la noche del día 20, es decir, conforme la prohibición de reunión entra en vigor. En las horas previas la plaza está atestada de gente. Como en un fin de año precipitado, todo el mundo cuenta los segundos que faltan para el cambio de día, como si ese instante marcase un cambio de época.
Por supuesto, la charla que llevaba preparada no tuvo lugar. No ese día. Conforme se entró en el tiempo luminoso de la desobediencia la alegría colectiva estalló. No hizo falta organizar ningún debate, porque el debate estaba ya ahí, vivo. Lo que ocurrió se parece bastante a la descripción que Maurice Blanchot hiciese de su encuentro con Michel Foucault durante mayo del 68 en el patio de la Sorbona: “Aquél fue un hermoso momento, en que uno podía hablar con cualquiera, anónimo, impersonal”.
Cuando, algunos días más tarde, finalmente, se organizó el debate, la tesis que sostuve y sometí a discusión fue bastante sencilla: frente a las formas específicas de ejercicio de poder que caracterizan nuestra época y penetran nuestras vidas trazar estrategias de resistencia no significa otras cosa que gobernarnos a nosotros mismos. Devenir-ingobernables no es nada diferente de construir contrapoder, inventar nuevos modos de conducirnos colectivamente, desplegar dinámicas de autogobierno.
Han pasado algo más de cuatro años y muchas cosas han sucedido. La multitud heterogénea que comenzó a expresarse en el 15M ha sido, en un lapso de tiempo ínfimo, capaz de construir una batería de herramientas de intervención sorprendente. Las Mareas, la PAH, Rodea el Congreso, las Marchas por la Dignidad, el Partido X, Podemos antes de las europeas, las apuestas municipalistas, Ahora en Común y, ahora, esa “otra campaña” que está permitiendo la remontada hasta hace poco inconcebible de Podemos.
Eso que Marx llamara el Intelecto general, la inteligencia colectiva del cuerpo multiforme y plural nacido al calor de las plazas, está, en ese sentido, demostrando una capacidad de innovación social y política desbordante. Allí donde una hipótesis se agota, la inteligencia colectiva produce nuevas soluciones. Tras el fracaso de la hipótesis lanzada en Vistalegre por la que allí mismo se convirtió en la cúpula de Podemos las expectativas de voto del partido morado habían caído a plomo en las encuestas. La destrucción de la pluralidad mediante depuración de sectores críticos, la desactivación de la potencia democrática de los círculos, el viaje hacia el centro y la moderación característica de quienes se pretenden hombres de Estado, así como la infame verticalización de la estructura interna, todo ello fueron factores que levantaron un sentimiento de desencanto que auguraban un desastre electoral.
Ciudadanos, tan sólo con una cara amable y una retórica hábil, pero con un programa político fuertemente clasista y xenófobo, se había comido gran parte del espacio electoral abierto por la crítica del 15M al bipartidismo y, eventualmente, ocupado por Podemos. Los líderes de la formación morada daban palos de ciego, acercándose a esas formas lastimosas tradicionales de la izquierda, especialmente de IU, que achaca la propia derrota a la estupidez de la gente y a la supuesta omnipotencia de unos medios de comunicación puestos al servicio del enemigo.
Sin embargo, en redes sociales y más allá de lo virtual, en las últimas semanas ha ido fraguando un movimiento que, sin pasar por Podemos, sin pertenecer a Podemos pero atravesando Podemos, está empujando como viento de cola a la formación política en su carrera hacia las generales. Al igual que ocurriera en Madrid en la recta final de las elecciones municipales —aquello que se dio en llamar Efecto-Carmena, y en el cual la propia Manuela Carmena poco o nada tuvo que ver, siendo ella más bien la primera afectada por el vendaval que se levantó hasta auparla a la alcaldía—, asistimos a un movimiento que, desde abajo y, en cierta forma, ilocalizable, difuso, está impulsando a la candidatura de Pablo Iglesias.
No es la agilidad teatral de Iglesias en los debates televisivos, ni la maratón mitinera que se están pegando, saltando de ciudad en ciudad lo que determinará el éxito de Podemos. Esos dispositivos propagandísticos hace años que dejaron de funcionar. Si por ellos fuese, Pedro Sánchez y Mariano Rajoy estarían peleándose en solitario la mayoría absoluta. Los mítines, los actos de campaña, la escenificación televisiva del conflicto, etc., son dispositivos sin los cuales, sin duda, por el momento parece imposible competir en la arena electoral. Sin embargo, precisamente porque todos los partidos cuentan con ellos y hacen uso de los mismos, no son dispositivos que permitan establecer diferencias, mucho menos que permitan a los “pequeños” ganar a los “grandes”.
La pregunta a la que quizá merezca la pena enfrentarse es cuál es la lógica que, desde fuera de Podemos, atravesándolo, puede estar guiando esa movilización como un viento de cola en favor del proyecto electoral del partido morado. ¿Qué tiene en común esta movilización con todos esos laboratorios de lo social que han ido sucediéndose a lo largo de los últimos años? ¿Qué apuesta se está jugando en el terreno electoral, aquí y ahora, que, como las tribus indias durante la sequía, está llamando a una lluvia morada?
A diferencia del experimento que supuso la Hipótesis-Plataforma de Afectados, en la cual deben quedar incluidas las diversas Mareas, la Hipótesis-Podemos no es consustancial al movimiento 15M. Consustancial sí es la apuesta de asalto institucional por vía electoral, pero no así la marca concreta Podemos. Como ha indicado Raúl Sánchez Cedillo en el especial que Open Democracy está dedicando a las elecciones generales en España, “el instrumento Podemos no es para esta multitud una prótesis, sino un arma. Un arma necesaria para abordar una coyuntura por definición finita, inestable, huidiza”.
En este sentido, el movimiento que está permitiendo a Podemos recuperar ciertas expectativas electorales está haciendo uso del partido como herramienta adecuada a la situación concreta actual. Este movimiento no parece apuntar a lograr alzar a la presidencia del gobierno a un partido “del cambio”. Más bien conduce a, en primer lugar, seguir deteriorando el bipartidismo al tiempo que se detiene el ascenso de ese lado oscuro del cambio que representa Ciudadanos. En definitiva, parece conducir a dejar un parlamento de la nación fuertemente fragmentado.
Las consecuencias de esto serán muchas. La más importante, desde mi punto de vista, es que, a diferencia de lo que podría haber supuesto una amplia vitoria de Podemos en las generales, esta victoria parcial que es, por ello mismo, también un parcial fracaso, permite salvar el peligro de un cierre en falso de la crisis de representación que, habiéndose preparado durante años, estallase en el 15M.
El debate en torno a una segunda transición señalaba en ese sentido, a un intento de recomposición de las élites políticas a partir de una reforma constitucional. Sin restarle importancia a si la reforma se produce hacia la izquierda o hacia la derecha, en cualquier caso la estabilización juega en favor de los gobernantes y contra los gobernados, reforzando el mito de la autonomía de lo político. Sea como fuere, un parlamento fuertemente fragmentado, en un contexto de crisis económica como el que aún por bastante tiempo se prevé, hace que los acuerdos entre élites sean prácticamente imposibles.
Así, parcialmente desactivado el peligro de una recomposición de las élites políticas que incluyese nuevos pactos con nuevas caras, la fuerte fragmentación parlamentaria nos sitúa en un contexto de ingobernabilidad en el que es necesario profundizar. Con una situación próxima al empate entre cuatro fuerzas electorales, el ciclo de transformación desde abajo seguirá vivo, y el 15M, la multitud que viene expresándose desde hace más de 4 años, seguirá vivo. El laboratorio de invención social que somos todos podrá seguir activo, experimentando nuevas formas de composición y rebeldía. El 21D, el día después de las elecciones, el reto sigue siendo el mismo, construir contrapoder, extender la democracia, practicar el autogobierno.
Es una anécdota y, como tal, su interés es limitado. Sirve, sin embargo, para retomar los términos de un debate cuyo cierre en falso nos abocaría al desastre. Zaragoza. 20 de mayo de 2011. La Plaza del Pilar está sembrada de tiendas de campaña. La Junta Electoral Central ha prohibido las concentraciones durante la jornada de reflexión previa a las elecciones municipales y autonómicas que están convocadas para el domingo 22 de mayo. La Acampada-Zaragoza traza su estrategia de desobediencia ante la decisión de la Junta Electoral. Quieren una jornada de reflexión y la van a tener. Pero de reflexión colectiva. De debate y deliberación. En una palabra, democracia.
Se decide organizar toda una serie de actividades para el sábado 21. Charlas, lecturas de poesía, una paraguada. Desde la comisión de eventos se me encarga una breve charla a partir de la cual iniciar una discusión colectiva. El título que propongo es “Devenir-ingobernables”. Está previsto que empiece justo después de que toquen las 12 de la noche del día 20, es decir, conforme la prohibición de reunión entra en vigor. En las horas previas la plaza está atestada de gente. Como en un fin de año precipitado, todo el mundo cuenta los segundos que faltan para el cambio de día, como si ese instante marcase un cambio de época.