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En algunas partes del mundo reivindicarse como patriota implica defender los intereses del conjunto del país por encima de todo. Así ocurre en Francia, y así lo recoge su himno, el Chant de guerre pour l'armée du Rhin, la popular Marsellesa, que recuerda con resentimiento al Marqués de Bouillé por haber entorpecido, con el objetivo de mantener los privilegios de una minoría, colaboración con Inglaterra incluida, el camino del pueblo francés hacia la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Si en España había algo que uniera a toda la ciudadanía y que nos hiciera sentir orgullosos de nuestro país era la sanidad pública. Y es que cuando las personas sentimos que lo público nos respalda y nos protege, nos sentimos amparados por nuestro país.
En la última década hemos visto como los que presumían de patriotas con pulsera en la muñeca utilizaban los gobiernos para saquearnos, debilitar lo público en favor de lo privado y ponerle las cosas fáciles a los que tributaban en paraísos fiscales. Con una mano nos enseñaban la pulsera y con la otra nos atizaban. Para la derecha de nuestro país la patria no es más que un arma arrojadiza. Un elemento del que apropiarse y utilizar para golpear a todo aquel que piensa diferente. Alzan banderas, se dan golpes en el pecho y acusan a todo aquel que no les sigue de felón y de traidor.
La crisis provocada por el maldito coronavirus nos ha enseñado algunas lecciones, entre ellas que nunca más podemos soportar recortes ni privatizaciones de servicios públicos, pues cuando vienen mal dadas es lo público lo que nos salva el pellejo. Pero esta crisis, aparte de para aprender de los errores del pasado, también ha servido para poner a cada uno en su sitio.
Los mismos que agitan la bandera son los mismos que nos abandonan. Ocurrencias han sido poner en manos de telepizza la alimentación de los escolares, las cartillas covid, subvencionar a los toreros con el dinero que debía servir para contratar sanitarios, adjudicar el servicio de rastreo del virus a empresas privadas, servir bocadillos de calamares en actos multitudinarios en el hospital de IFEMA como hicieron Ayuso y Almeida, así como las llamadas a salir de la Organización Mundial de la Salud que hizo Abascal. Ocurrencias muy ocurrentes que siempre van encaminadas hacia el mismo horizonte: debilitar lo público y fortalecer el negocio privado. O lo que es lo mismo, reducir tus derechos mientras enriquecen a las élites privilegiadas.
Pero todo no queda ahí. Hace unas semanas, al tiempo que el Gobierno de coalición progresista negociaba en Europa un acuerdo para reaccionar de forma coordinada ante la crisis sanitaria, económica y social provocada por el coronavirus que no contara con la persecución de los hombres de negro, la derecha patria se alineaba con el sector de los países del norte, los denominados “frugales” liderados por Holanda, para tratar de que los fondos que llegaran a España estuvieran condicionados a reformas, o lo que es lo mismo, a recortes. Querían que viajaramos a 2010, al ciclo de la austeridad, para poner palos en las ruedas de la acción del Gobierno.
En el PP son expertos en hacer que la ciudadanía de este país pase vergüenza. Nos sacaron los colores cada vez que veíamos la detención y el encarcelamiento de representantes políticos, cuando nos enteramos que guardaban su dinero en Suiza, y ahora nos la vuelve a hacer pasar mientras sostienen la bandera holandesa con una pulsera rojigualda en la muñeca. Son patriotas fake, patrioteros, que hacen gala de su deslealtad al país sin sonrojarse.
Por si fuera poco, y cuando pensábamos que esto ya no podía ir más allá, las ocurrencias y las deslealtades siguen en aumento. La última en llegar ha sido el anuncio de la ultraderecha de presentar una moción de censura urgente para derribar al Gobierno. Urgente, pero esperan a que pase el verano para registrarla. Abascal ya es una caricatura de sí mismo. El autoproclamado líder de “la España que madruga” retrasando la urgente moción porque se tiene que ir de vacaciones. Una ocurrencia que lejos de aportar algo para mejorar la vida de la gente, es una deslealtad al conjunto del país, pues tratar de profundizar una crisis política y de gobierno en medio del huracán que genera una crisis sanitaria, económica y social de este calado, y también institucional con la huida al extranjero de Juan Carlos de Borbón, no es la mejor idea. Así parece que se lo dirán el resto de fuerzas políticas cuando Abascal defienda su moción post-vacacional en el Congreso de los Diputados.
Una última ocurrencia y una última traición que no esconde otra cosa que la lucha por la hegemonía en el bloque de la derecha. Una vez más, los intereses partidistas por encima de los intereses del país. La derecha y la ultraderecha no sólo no han aportado nada para ayudar a la ciudadanía y para mejorar el país durante esta crisis, sino que no han tenido vergüenza en demostrar su partidismo, patrioterismo y sus intereses de clase poniendo lo público en manos de los de siempre.
Mientras unos, por meros intereses particulares, juegan a emular al Marqués de Bouillé, otros ponen en el centro la defensa de lo común y de la “res pública”, la cosa pública, como protección del interés general. Y es que, sin hospitales dignos, sin pensiones, sin derechos laborales o sin unos servicios públicos fuertes que nos igualen a todos, la patria no es nada.
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