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Oro en machismo

María Galindo

Portavoz del Consejo Ciudadano de Podemos Teruel —

Como a mí los deportes me aburren soberanamente, pensé al principio de las Olimpíadas que éstas pasarían sin pena ni gloria. Vería a gente a mi alrededor más o menos contenta, más o menos entretenida y poco más. Pero, para sorpresa de todos, esta suma de competiciones se ha convertido en objetivo del feminismo al ver el trato que las deportistas recibían. En esta edición de los Juegos Olímpicos las mujeres constituyen el 45% de los deportistas que participan y, en nuestro caso, España ha conseguido más medallas gracias a mujeres que a hombres, especialmente oros y platas, pese a ello los titulares se han apañado para mantener su foco de atención en los hombres y no me refiero solamente al mayor y tradicional interés en los medallistas masculinos, sino que, de repente, los entrenadores de las premiadas son quienes hablan por sus logros a lo que podemos sumar que las participantes son reconocidas más por su vida personal y su aspecto físico que por sus logros atléticos.

Esta descompensación entre el reconocimiento que la prensa da dependiendo del género del premiado no es nuevo, ya un estudio de la Universidad de Cambrigde afirmaba, tras analizar 160 millones de palabras usadas en los medios de comunicación, blogs y redes sociales sobre deportistas, que a los hombres se les presta tres veces más atención, que es muy común acompañar a las mujeres de su estado civil, edad o apariencia y que las palabras que más se habían usado para referirse a las mujeres eran “edad”, “embarazo”, “mayor”, “soltera” o “casada” (mientras que sus compañeros masculinos eran referidos como “rápido”, “fantástico”, “fuerte”, “real” y “grande”).

Y de lo general podemos pasar a lo particular con los titulares que se recogen en los medios de todo el planeta, ya que a nivel internacional las mujeres que han triunfado o representado a sus países en las Olimpíadas de Rio de Janeiro son ante todo esposas, madres o físicos que juzgar. La selección sueca consistía no en atletas sino en “muñecas rubias” para el periódico “Ole”. La doblemente ganadora de bronces, Corey Cogdell, era para los medios estadounidenses “la mujer de un defensa de los Bears” en el titular de su propio triunfo. Y Dana Vollmer ha revuelto al mundo entero por haber sido madre recientemente en vez de por su medalla. O la húngara Hosszu logró el record mundial en 400 metros “gracias a su marido” que resulta ser hoy en día su entrenador. Parece que la fuerza, el esfuerzo y la constancia son logros solo de hombres. Las deportistas son primero madres y esposas que cuentan con entrenadores que les llevan a la victoria.

Y desde luego que la prensa nacional no se libra de este sesgo, el Marca dedicaba un artículo jocoso a la portera de balonmano de Angola (Teresa Almeida) ya que, para este periódico, lo verdaderamente cautivador no fue su increíble destreza sino su peso y el hecho, según palabras de este medio, de que es “Una portera balonmano sin complejos”, frase acompañada en su twitter por emoticonos de comida rápida. Gorda, negra y portera, vamos a echarnos unas risas, debió pensar su community manager.

Y respecto a nuestras medallistas, pues no nos quedamos cortos, El País explicaba el oro de Beitia por su entrenador, Marín no había obtenido el oro en bádminton sino que según el Diario As, su entrenador, Rivas, había convertido “las rabietas de Carolina” en oro e incluso el respeto que Mireia Belmonte parece haber cosechado entre los aficionados al deporte no la libra de que gran parte de los artículos que le dedica la prensa “seria” sean sobre la emoción de su entrenador, su novio que casi no llega a una prueba o lo contentos que estaban sus padres. Lo de ser una fiera nadando debe ser algo totalmente secundario.

En fin, esperemos que para Tokio 2020 las “chicas” que vayan a representar a sus países sean algo más que muñecas a manos de sus entrenadores, físicos que admirar o descalificar, o abnegadas esposas y madres. Quizás a quién le interese tenga la suerte de ver a duras deportistas de élite.

Como a mí los deportes me aburren soberanamente, pensé al principio de las Olimpíadas que éstas pasarían sin pena ni gloria. Vería a gente a mi alrededor más o menos contenta, más o menos entretenida y poco más. Pero, para sorpresa de todos, esta suma de competiciones se ha convertido en objetivo del feminismo al ver el trato que las deportistas recibían. En esta edición de los Juegos Olímpicos las mujeres constituyen el 45% de los deportistas que participan y, en nuestro caso, España ha conseguido más medallas gracias a mujeres que a hombres, especialmente oros y platas, pese a ello los titulares se han apañado para mantener su foco de atención en los hombres y no me refiero solamente al mayor y tradicional interés en los medallistas masculinos, sino que, de repente, los entrenadores de las premiadas son quienes hablan por sus logros a lo que podemos sumar que las participantes son reconocidas más por su vida personal y su aspecto físico que por sus logros atléticos.

Esta descompensación entre el reconocimiento que la prensa da dependiendo del género del premiado no es nuevo, ya un estudio de la Universidad de Cambrigde afirmaba, tras analizar 160 millones de palabras usadas en los medios de comunicación, blogs y redes sociales sobre deportistas, que a los hombres se les presta tres veces más atención, que es muy común acompañar a las mujeres de su estado civil, edad o apariencia y que las palabras que más se habían usado para referirse a las mujeres eran “edad”, “embarazo”, “mayor”, “soltera” o “casada” (mientras que sus compañeros masculinos eran referidos como “rápido”, “fantástico”, “fuerte”, “real” y “grande”).