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En la vida política sucede un fenómeno que, aunque es normal y común en otras esferas, en ésta se incrementa hasta el ridículo. Es el fenómeno de la “primacía de la actualidad”, que viene a ser algo así como dar toda la preferencia a lo que es actual y urgente y no a lo que es prioritario y necesario. Este fenómeno tan propio de los tiempos en los que vivimos se amplía hasta el extremo en la vida política, a toque de titular. Las declaraciones políticas navegan en torno a los temas de actualidad que no siempre coinciden con aquellos que, no por urgentes sino por trascendentales, son igual o más importantes.
Sin duda, hay hechos y movimientos sociales que marcan la tendencia de una época y que la hacen histórica y, sin embargo, no siempre son a los que los políticos dedican -dedicamos- más esfuerzo y tiempo. Si en mayo del 68 el Parlamento francés estaba a otras cosas, con el 15M sucedió algo similar: mientras las calles gritaban “no nos representan”, el Parlamento hablaba de elecciones y bipartidismo. Es como si cuando la sociedad comenzara a usar códigos y nuevas consignas que definirán una nueva forma de relacionarnos con lo político, a la política institucional le cuesta reaccionar atestada de “actualidad” y “urgencia”.
Justo esto está pasando estos días en el Parlamento aragonés. El movimiento feminista a nivel internacional convoca por primera vez una huelga de mujeres para el 8 de marzo, que avecina con ser crucial para las reivindicaciones de género y trans del siglo XXI, y, mientras tanto, el Parlamento aragonés hace como si esto no estuviera pasando, o lo que es peor, como si fuera un hecho “de la calle” al que la política de sillón y tribuna no debe dedicar un minuto.
Este jueves es el último Pleno antes de esa manifestación. Las calles y las redes están plagadas de mensajes invitando a la huelga y reflexionando en torno a ella. Incluso mi barrio ha amanecido hace unos días con pasos de cebra pintados de morado animando a la movilización. Y, sin embargo, dentro del Palacio parece que cuesta que llegue el morado. Y no porque los políticos consideren que es un tema importante, que hay de todo, sino porque hay demasiada actualidad como para dedicar un minuto a las cuestiones feministas. Y éstas acaban al final por estar relegadas a los temas que quedan por afrontar, pero que siempre van detrás de la última salida de tono del presidente o la última metedura de pata de algún consejero. Política de reacción en vez de política de reflexión.
En Podemos Aragón hemos querido hacer una excepción a este fenómeno, a ver si funciona, saltándonos un poco la agenda de actualidad para poner sobre la mesa el debate de calado y de largo alcance del feminismo. 5 temas, 5 retos que hemos colado en el Pleno y que afrontan, desde la legislación, algunas de las problemáticas, dentro de los cuatro ejes de la convocatoria de la huelga: cuidados, laboral, estudiantil y consumo.
El jueves y el viernes mientras la prensa y la tribuna se llene de oradores hablando de las declaraciones de Rivera sobre el trasvase o de la excavadora que llega o no a los terrenos del hospital de Alcañiz, algunas intentaremos que durante un rato se haga urgente hablar también de brecha salarial, de pobreza feminizada, de mutilación genital, de igualdad en el medio rural o de titularidad compartida.
Sabemos que no son los únicos temas, muchos se nos han quedado en la recámara, pero no queríamos seguir la norma y caer en la trampa de lo urgente, queríamos que, durante un ratito, el Parlamento no fuera el búnker que no oye los cánticos de nuestras compañeras.
En la vida política sucede un fenómeno que, aunque es normal y común en otras esferas, en ésta se incrementa hasta el ridículo. Es el fenómeno de la “primacía de la actualidad”, que viene a ser algo así como dar toda la preferencia a lo que es actual y urgente y no a lo que es prioritario y necesario. Este fenómeno tan propio de los tiempos en los que vivimos se amplía hasta el extremo en la vida política, a toque de titular. Las declaraciones políticas navegan en torno a los temas de actualidad que no siempre coinciden con aquellos que, no por urgentes sino por trascendentales, son igual o más importantes.
Sin duda, hay hechos y movimientos sociales que marcan la tendencia de una época y que la hacen histórica y, sin embargo, no siempre son a los que los políticos dedican -dedicamos- más esfuerzo y tiempo. Si en mayo del 68 el Parlamento francés estaba a otras cosas, con el 15M sucedió algo similar: mientras las calles gritaban “no nos representan”, el Parlamento hablaba de elecciones y bipartidismo. Es como si cuando la sociedad comenzara a usar códigos y nuevas consignas que definirán una nueva forma de relacionarnos con lo político, a la política institucional le cuesta reaccionar atestada de “actualidad” y “urgencia”.