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Las primarias las carga el diablo

Un partido político es una organización cuyo principal objetivo es conseguir el poder dentro de un país, una comunidad autónoma o una ciudad. Ese y no otro es su único fin: ganar unas elecciones y gobernar. Más o menos, todos damos esto por hecho, pero a veces se nos olvida que las personas que forman un partido político también tienen un fin, y es el mismo. El partido busca el poder fuera y las personas lo buscan dentro.

Así pues, la misma batalla política que hay entre partidos la hay entre bandos o personas dentro de un mismo partido. Es inútil negarlo. Ocurre en todos. Las personas quieren estar en órganos de dirección, en órganos de representación, en posiciones o incluso puestos de trabajo donde puedan tener una pizca de poder y, así, sumando ese poder la de otras personas afines, puedan tener cuota de poder dentro del partido.

¿Suena duro? Es la realidad.

Hace muy poco hemos visto cómo el PP elegía a su presidente y aunque las diferentes candidatas decían proponer modelos distintos, la realidad era que buscaban poder dentro del partido. Porque, a veces, si lo pierdes, estás fuera. Soraya Sáenz de Santamaría ha dejado su escaño y se ha refugiado en el Consejo de Estado, Margallo es diputado raso y Cospedal ocupa varios escaños pero tiene nula influencia dentro del PP (y tras los audios de Villarejo, veremos qué sucede).

Tengo la teoría de que el poder atrae más que el dinero, y de ahí que personas con altos sueldos dejen su trabajo para entrar en política, cobrando menos. De que si a un político le das a elegir entre más sueldo o más responsabilidad en un área, elige lo segundo. El poder es una droga. De ahí que cuando hay unas primarias, todo el que está interesado en haga lo posible por ganar. A veces, incluso jugando sucio. Las conocidas puñaladas en política existen: ahora, al menos, son metafóricas (y no como en tiempos de Julio César).

El problema viene cuando, en unas primarias, se piensa solamente en mantener o ganar poder y se olvida el proyecto común. De ahí el título de este artículo. Las cosas se tuercen cuando amigos, amigas, compañeros y compañeras que han trabajado durante meses en pos de un objetivo dejan a un lado ese objetivo para ganar unas primarias. Cuando aparece el “fuego amigo”.

Dicen que no hay guerra más cruenta que una guerra civil, porque enfrenta a vecinos, a hermanas, a familias. Del mismo modo, una batalla interna siempre será más dura, más personal, que una externa. Que se lo digan a Cristina Cifuentes, que cayó por un vídeo que alguien guardó durante 7 años.

Todo esto viene porque en Podemos Aragón estamos inmersos en un proceso de primarias para elegir la lista para las elecciones de mayo de 2019. Todas las primarias de Podemos (recordemos los dos Vistalegre) han sido retransmitidas como si de una telenovela se tratara: los medios de comunicación han tenido un papel en acrecentar la dureza del proceso y las redes sociales, el anonimato, los hashtags, los trolls, etc. han sido una parte importante en todas las primarias. Negar que los enfrentamientos han sido muy duros sería negar la realidad. Y sólo admitiendo esta realidad es posible cambiarla.

Ojalá en este caso fuera diferente.

Ojalá las personas que nos presentamos para ser futuros diputados y diputadas tuviéramos la serenidad de pensar a largo plazo; de no hacer sangre con compañeros; de recordar que el adversario viste de naranja y azul, y no de morado. Ojalá recordaramos que el objetivo común es gobernar en Aragón y en España para mejorar la vida de la gente.

Si comenzamos a dispararnos unos a otros, la gente pierde la ilusión por votar a Podemos y en mayo habrá menos escaños morados y más de otros colores. Si damos un espectáculo, pierden los que van a ser desahuciados; si rompemos el partido, ganan los que todavía nos ven como extraterrestres en las Cortes de Aragón, los que dicen que somos iguales y no tenemos ni idea de lo que hablamos, los que recortan ingresos públicos y se ofenden cuando le recuerdas que sus políticas dañan a los más necesitados.

Todas queremos ganar estas primarias. Pero no todas queremos hacerlo a costa de perder la oportunidad de gobernar en Aragón.

Ojalá todas pensemos lo mismo.

Un partido político es una organización cuyo principal objetivo es conseguir el poder dentro de un país, una comunidad autónoma o una ciudad. Ese y no otro es su único fin: ganar unas elecciones y gobernar. Más o menos, todos damos esto por hecho, pero a veces se nos olvida que las personas que forman un partido político también tienen un fin, y es el mismo. El partido busca el poder fuera y las personas lo buscan dentro.

Así pues, la misma batalla política que hay entre partidos la hay entre bandos o personas dentro de un mismo partido. Es inútil negarlo. Ocurre en todos. Las personas quieren estar en órganos de dirección, en órganos de representación, en posiciones o incluso puestos de trabajo donde puedan tener una pizca de poder y, así, sumando ese poder la de otras personas afines, puedan tener cuota de poder dentro del partido.