El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Ante todo, debo confesar que aún no entiendo bien lo que pasó el 26J. Pero aun así, una cosa sí tengo clara: triunfó la campaña del miedo al cambio, lanzada por el PP; al tiempo que triunfó su estrategia complementaria del voto útil en el espacio conservador, frente a la pretendida amenaza extremista de Unidos Podemos.
Desde un principio insistí en que el lema subliminal de esa campaña del miedo, el “más vale malo conocido que bueno por conocer”, es un veneno que paraliza a la sociedad. Afirmé, no obstante, que esa campaña del miedo no triunfaría, porque éste es un pueblo valiente que rechazaría el chantaje. Obviamente, me equivoqué.
Confieso que la primera tentación fue la de renegar de esa confianza. Sin embargo, desde mi profunda convicción de que la política debe ser el arte de hacer posible y de hacer realidad lo que es necesario y es de justicia, esa tentación se torna en responsabilidad autocrítica, individual y colectiva. Y conste que no soy de los que dicen que el pueblo siempre tiene razón… Al igual que individualmente nos equivocamos, colectivamente también tomamos decisiones erróneas. Creo sinceramente que el 26 J nos equivocamos colectivamente, al volver a confiar en quienes han pilotado las injustas e ineficaces políticas de “austeridad”, desde una arrogancia autoritaria y una inmoralidad inaceptables. Desde mi condición de candidato de UNIDOS PODEMOS, siento la responsabilidad de nuestro fracaso a la hora de fortalecer el ánimo y las convicciones de esta sociedad; de la gente que fue capaz de ocupar las plazas el 15M y levantar esas Mareas multicolores que han venido parando desahucios, defendiendo la sanidad y la educación públicas o peleando contra la privatización del agua …
La indignación es condición necesaria pero no suficiente para cambiar las cosas. La emergencia de PODEMOS ha sido fundamental para transformar esa indignación en proposición, al tiempo que la estrategia de Convergencia en UNIDOS PODEMOS, ha insuflado esperanza en la unidad y en la riqueza que aporta la diversidad. La prueba de que lo hecho hasta aquí, en apenas dos años, no son ensoñaciones ni fantasías es la consolidación de esos 71 diputados y diputadas en el Congreso, que no es poco. Sin embargo, el éxito cosechado por la sucia campaña del miedo, lanzada por PP, nos ha demostrado la endeblez de las convicciones que hasta la fecha hemos conseguido asentar en nuestra sociedad.
Otra clave para entender lo ocurrido, al menos en parte, está en la crisis por capítulos del Partido Socialista. La sumisión de los dirigentes socialdemócratas europeos a la visión y los designios del neoliberalismo dominante enmarca esta crisis, especialmente desde la segunda legislatura de Zapatero. El PSOE entendió el 15M como un brote intrascendente de rebeldía juvenil; se preocupó ante las Mareas, al considerarlas movimientos anarquizantes que desbordaban el orden sindical vigente; y acabó alarmándose, cada vez más, ante los éxitos de PODEMOS, al entender este movimiento político como una amenaza a su existencia como partido, en lugar de cómo una fuerza aliable en una estrategia de cambio. Desde esta visión de la dinámica social y política en curso, los juegos malabares del PSOE con Ciudadanos acabaron por bloquear y emborronar las perspectivas de cambio político real que la sociedad venía demandando. Ese ha sido de hecho, el gran éxito de la operación Ciudadanos, tal y como ha explicado en reiteradas ocasiones el propio Albert Rivera.
Se abre así una legislatura endiablada en la que todo apunta a que la injusticia y la ineficacia de las políticas de austeridad seguirán destruyendo la economía de hogares, pymes, comarcas y del país en su conjunto; en la que seguirá creciendo, en Cataluña y probablemente en otros territorios de este país de países, la pulsión separatista frente al autoritarismo y al patrioterismo pepero; en la que la inhumanidad frente a los refugiados, preñada de xenofobia, seguirá preñada de xenofobia, avergonzándonos desde la Moncloa; en la que la corrupción seguirá impregnando instituciones, bancos y empresas del IBEX35; y en la que el lado oscuro de la fuerza seguirá imperando en una Europa perdida y amenazada por el golpe de gracia del TTIP…
Por ello, en medio de la frustración que aún me invade, agradeciendo los millones de votos recibidos y desde mi convicción de que la política debe de ser, insisto, el arte de hacer posible y de hacer realidad lo que es necesario y justo, llego a una conclusión: ¡habrá que seguir remando!
Ante todo, debo confesar que aún no entiendo bien lo que pasó el 26J. Pero aun así, una cosa sí tengo clara: triunfó la campaña del miedo al cambio, lanzada por el PP; al tiempo que triunfó su estrategia complementaria del voto útil en el espacio conservador, frente a la pretendida amenaza extremista de Unidos Podemos.
Desde un principio insistí en que el lema subliminal de esa campaña del miedo, el “más vale malo conocido que bueno por conocer”, es un veneno que paraliza a la sociedad. Afirmé, no obstante, que esa campaña del miedo no triunfaría, porque éste es un pueblo valiente que rechazaría el chantaje. Obviamente, me equivoqué.