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Y si no, pues usted mismo... presidente

Eva Rueda

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Hoy es el día D, no el día del desembarco de Normandía que dio paso al inicio del fin del dominio nazi en Europa, sino el de las elecciones generales de un país llamado España en el que por primera vez en varias décadas hay actores políticos nuevos, que saben idiomas y más jóvenes que la que escribe. Las de hoy no van a ser unas elecciones generales cualquiera. Puede ocurrir que acabe siendo un mero cambio de bipartidismo -el actual PP-PSOE por Podemos-Ciudadanos- y que las necesarias alianzas post-electorales generen un escenario político inusitado con consecuencias en cascada en algunos de los recientes Gobiernos autonómicos. Puede ocurrir que presidentes como el de estos últimos cuatro años no vuelvan por el Consejo de Ministros. O puede que casi todo siga parecido.

Si no votase nadie, la situación cambiaría. Sigan leyendo. No se alteren. “Sin el pretexto estadístico de nuestros votos, la democracia tendría que refundarse sobre unas nuevas reglas”, escribe un amigo estos días. Los programas electorales deberían ser vinculantes. Que se cumpla lo que partidos políticos -que son empresas pagadas con nuestro dinero- dicen, anuncian y prometen. El Partido Popular, con Mariano Rajoy a la cabeza, ha gobernando este país estos últimos cuatro años con mayoría absoluta. Rajoy nos ha demostrado -“Luis, se fuerte”- que combatir la corrupción no ha sido ni es una de sus prioridades. Acaba la legislatura con Pedro Gómez de la Serna, candidato a diputado por Segovia -y comisionista según ha revelado el periódico El Mundo- sin coger el teléfono, escondido, y sin renunciar al cargo electo. Y contestando- Rajoy- en una entrevista en la SER al hilo “desconozco el fondo de este asunto, no voy a entrar en si debe dimitir”,  “es que creo que no tiene sentido, francamente”, “si quiere hablamos de lo que queremos hacer en España. Y si no, pues usted misma”. Es el presidente, ¿eh?

Es triste constatar que un presidente no haya aprendido nada de la gente. Nada de nada. Ni sobre corrupción ni sobre los anhelos y esperanzas de los españoles ni -desde luego- sobre ética. Lo que es aún es más triste, y lo que no es normal, es que haya gente normal que le vote y le vaya a votar pese a tanta anormalidad. Este mismo jueves -sí, antes de ayer-, el todavía gobierno anunciaba que si vuelven a gobernar bajarán el iva cultural al 10 % -ahora está al 21 %- “casi con toda seguridad”. También dice el Ejecutivo que va a bajar la luz y el gas, pero no dice que subirá la luz a los que menos consumen. Y podíamos seguir ... Seguro que están hartos de constatar cómo nos hemos empobrecido, las escasas y malpagadas opciones laborales y el recorte de los derechos sociales. 

Nosotros aquí, reflexionando, y a pocas horas de saber qué va a pasar sin saber qué puede estar pasando y qué podrá acabar pasando. Aquí, digo, cuando acabamos de lanzar los satélites Galileo 11 y 12  al espacio, el primer servicio de navegación de uso civil y no controlado por las fuerzas armadas, lo que parece un milagro. 7.904 freakes lo vimos en directo, por streaming. Unos cuantos miles vimos en directo el lanzamiento de dos satélites y también los debates, las entrevistas, las promesas, los duelos, los actos multitudinarios… Carísimos, por cierto.

Puede que en campaña casi todo valga.  Que nos hagamos un poco los locos y nos encojamos de hombros. Que dejemos que insulten nuestra inteligencia con promesas del tipo “casi con toda seguridad”. Que Podemos prometa una renta mínima de 900 euros al mes cuando muchos muchos muchos trabajadores cobran mucho menos. Menuda ayuda social revestida de ironía generadora de injusticias. O que el PSOE vuelva a anunciar miles de medias que nunca cumplió en sus muchos años de gobierno. No me caben en este artículo. Que Albert Rivera se desdiga y ahora esté dispuesto a abstenerse para favorecer la investidura de Rajoy como presidente después de negarlo hasta la saciedad. Un giro de última hora para influir en el voto de los indecisos a costa de negarse a sí mismo. Importante giro, por cierto, cuando las encuestas apuntan a una victoria del PP. 

Hoy es el día, el 20D. Nos merecemos un presidente mejor. Un presidente que no esconda la basura bajo las alfombras, que no gire la cabeza y haga como que no pasa nada cuando realmente pasa y que no reaccione con estilo antidemocrático a una pregunta sobre un caso de corrupción de uno de los suyos (qué hará cuando no le escuchemos). Un presidente que apueste por crear empleo digno -no indigno como el actual-, que no quiera engañarnos con datos parciales, que tenga capacidad para entender y actuar ante los problemas de la gente y muchas, muchas cosas más. Muchos dudan si votar o qué votar. La indecisión tiene que ver con la incertidumbre. Todos nos merecemos un presidente y un gobierno mejor. Y no lo tenemos nada fácil.

Ya vale de vídeos, boletines, wasaps, memes, contra encuestas, tertulianos y contra entrevistas. Que que podamos decir  “por favor, que sea enero, que acaben de negociar y que pacten”. Y sea el que sea… pues usted mismo, presidente. Ya sabe lo que tiene que hacer. A ver si lo hace.

Hoy es el día D, no el día del desembarco de Normandía que dio paso al inicio del fin del dominio nazi en Europa, sino el de las elecciones generales de un país llamado España en el que por primera vez en varias décadas hay actores políticos nuevos, que saben idiomas y más jóvenes que la que escribe. Las de hoy no van a ser unas elecciones generales cualquiera. Puede ocurrir que acabe siendo un mero cambio de bipartidismo -el actual PP-PSOE por Podemos-Ciudadanos- y que las necesarias alianzas post-electorales generen un escenario político inusitado con consecuencias en cascada en algunos de los recientes Gobiernos autonómicos. Puede ocurrir que presidentes como el de estos últimos cuatro años no vuelvan por el Consejo de Ministros. O puede que casi todo siga parecido.

Si no votase nadie, la situación cambiaría. Sigan leyendo. No se alteren. “Sin el pretexto estadístico de nuestros votos, la democracia tendría que refundarse sobre unas nuevas reglas”, escribe un amigo estos días. Los programas electorales deberían ser vinculantes. Que se cumpla lo que partidos políticos -que son empresas pagadas con nuestro dinero- dicen, anuncian y prometen. El Partido Popular, con Mariano Rajoy a la cabeza, ha gobernando este país estos últimos cuatro años con mayoría absoluta. Rajoy nos ha demostrado -“Luis, se fuerte”- que combatir la corrupción no ha sido ni es una de sus prioridades. Acaba la legislatura con Pedro Gómez de la Serna, candidato a diputado por Segovia -y comisionista según ha revelado el periódico El Mundo- sin coger el teléfono, escondido, y sin renunciar al cargo electo. Y contestando- Rajoy- en una entrevista en la SER al hilo “desconozco el fondo de este asunto, no voy a entrar en si debe dimitir”,  “es que creo que no tiene sentido, francamente”, “si quiere hablamos de lo que queremos hacer en España. Y si no, pues usted misma”. Es el presidente, ¿eh?