“Mujeres en el andén” es el libro en el que Belén Gonzalvo (Zaragoza, 1963), María Dolores Tolosa y Paloma Gómez han analizado las conclusiones de la Cuarta Conferencia Mundial de sobre la Mujer de la ONU en Beijing, en 1995. Para las autoras, aquella Conferencia fue una auténtica revolución por fijar los objetivos para lograr la igualdad entre hombres y mujeres, repartidos en 12 esferas: la pobreza, el acceso a la educación, la salud, la violencia contra las mujeres, los efectos de los conflictos armados, la participación en las estructuras y políticas económicas, el ejercicio del poder y la adopción de decisiones, mecanismos institucionales para promover el adelanto de las mujeres, los derechos humanos , la influencia de los medios de información, los recursos naturales y el medio ambiente, y las niñas.
Han pasado ya casi 23 años desde que la ONU estableció sus objetivos en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en doce esferas, ¿se han alcanzado completamente en alguna de esas esferas?
No se han cumplido los objetivos, en absoluto. Eran unos objetivos revisables a los cinco, a los diez y a los quince años; pues bien, en el año 2015, al revisarlos, se dieron cuenta de que no solamente no se habían alcanzado ninguno de los objetivos en esas doce esferas, sino que era necesario añadir más, hasta llegar a las dieciesiete. Nosotras queríamos enfatizar la importancia de esta Cuarta Conferencia porque supuso que la ONU se pusiera manos a la obra para solucionar todo lo que está ocurriendo con la población femenina en todo el mundo. Fue una revolución en la ONU y en el mundo. Algo ha mejorado: Europa y América del Norte están algo mejor, pero en el resto de países del mundo ya se conocen muchos casos que demuestran lo que está ocurriendo. Incluso en Europa, estamos comprobando que no hay manera de conseguir el objetivo de erradicar la violencia de género; hace falta más educación.
¿En qué esfera hemos avanzado más y en cuál sigue quedando más trabajo por hacer?
No sabría qué decir exactamente, pero quizá en lo que más hemos avanzado es en el trabajo, en el acceso al poder. Hay mujeres jefas de estado, hay más representación femenina en los parlamentos... aunque falta muchísimo. La esfera con menos avances sería la de la violencia, la influencia de los problemas de la guerra en la mujer... siempre son las mujeres las que salen peor paradas. Pero es difícil elegir las esferas con más y menos avances, porque la situación es muy complicada todavía en todas. En 45 años, esta última edición todavía ha sido la primera vez en que el foro de Davos ha sido dirigido por una mujer.
En “Mujeres en el andén”, habéis añadido tres apartados a las doce esferas que fijó la ONU en el 95. ¿Cuáles y por qué?
Una es la vejez, porque la mujer tiene más esperanza de vida y, sin embargo, económica, social y culturalmente queda relegada a nivel mundial conforme va envejeciendo. Aumentan sus problemas económicos, por ejemplo, porque no ha cotizado todo lo que tenía que cotizar por cuidar de su familia, o porque ha trabajado a media jornada, o porque no ha trabajado y la pensión de viudedad que recibe no cubre las expectativas. Con la vejez, también hay más soledad. Otro apartado que hemos añadido es la discapacidad: ser mujer y tener una discapadidad es un doble problema en estos momentos, dada la discriminación si tienes dificultades de salud en cualquier terreno, en el físico o en el psicológico. Y el último apartado son los micro machismos, que es esa educación que todavía tenemos hombres y mujeres enraizada en nuestros cerebros, aunque no nos demos cuenta, y lleva a que, por ejemplo, un hombre, cuando se sienta en el tranvía o en el autobús, abra las piernas y ocupe más espacio. Esto se llama manspreading. Otro ejemplo sería cuando en un bar se pide un whisky y un batido de chocolate y automáticamente, el whisky se lo ponen al varón y el batido, a la mujer. ¿Por qué no al revés? También se trata de pensar en quién se ocupa de limpiar el polvo, de hacer las compras. O las entradas gratis para las mujeres en algunas discotecas. O la distinción entre “señora” y “señorita”, que supone diferenciar a las mujeres por su estado civil. Con señorita, parece que pensemos que una mujer, tenga la edad que tenga, pobre de ella si está soltera.
Aunque se hable de micro machismos, ¿hasta qué punto son gestos tan pequeños? ¿No condicionan el día a día?
Sí, hay muchos, son gestos pequeños y se habla de micro porque ni nos damos cuenta de que existen. Incluso a las ocho de la tarde, si una mujer entra sola a un bar a tomar un café o una cerveza, todavía hay gente que le mira raro. Por eso digo que se ha avanzado mucho con respecto a hace 20 ó 30 años, pero todavía se mantiene esa forma de pensar. Es complicado.
¿Por qué elegisteis el título “Mujeres en el andén”?
En principio, yo hice un curso de igualdad con el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad hace un tiempo y llevaba la idea de hacer un libro de estas características rondándome la cabeza desde entonces. Le puse “En el andén” porque las mujeres seguimos esperando, a pesar de todos los avances que ha habido en políticas, en leyes de la comunidad económica europea, en España, en las empresas con los planes de igualdad... María Dolores Tolosa propuso que el título definitivo fuese “Mujeres en el andén”.
¿Creéis que tras el último 8 de marzo tendremos que esperar menos?
Por un lado, creo que el 8 de marzo ha sido positivo, porque hemos dicho al mundo que las mujeres estamos ahí, cansadas, aburridas, enfadadas de que nos sigan tratando como objetos, que somos invisibles, que no nos tienen en cuenta. Pero, por otro lado, creo que ha habido una parte negativa porque se ha aprovechado esta situación para incidir en determinadas ideas políticas o determinados aspectos sociológicos. Pienso que se trata de hablar de la mujer en general; me da igual de qué partido político seas, si perteneces a algún sindicato o no, si tienes una idea monárquica o republicana... todo eso da igual, lo que interesa es dar a conocer que estamos cansadas como ser humano de que nos sigan tratando mal y no nos consideren. Es decir, se trata de que somos personas, de que somos la otra parte de la humanidad. Siempre voy a quedarme con lo positivo; ahora, lo que nos interesa a las mujeres es no quedarnos ahí, sino que sigamos avanzando y se siga escuchando nuestra voz. Que mujeres muy inteligentes e importantes, pintoras, escritoras, científicas, matemáticas... se estudien también en los libros, en la escuela. Hay muchísimas mujeres que han sido ocultadas porque no interesaba y que su voz es tan importante o más que la de los hombres.
¿Os preocupa que haya cierto postureo entre gente que se ha sumado al carro en el último momento?
Los inconvenientes de este tipo de actuaciones, sí, son que se suben al carro incluso oportunistas, que pueden aprovechar la ocasión para colgarse la medalla. Nuestro libro ha coincidido con este 8 de marzo de forma completamente accidental. Un libro, por supuesto, no se escribe en dos meses y llevamos trabajándolo desde hace un año. Queríamos que saliera a la luz el día 8 de marzo y nos hemos encontrado en medio de toda esta marcha. Nos parece que nuestro libro es una forma de sumarnos, pero, sí, hay gente que aprovecha las circunstancias.