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Los “nueve sin nombre” fusilados en Jaca en 1937 ya tienen nombre

Miguel Barluenga

5 de agosto de 2024 22:28 h

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El pasado 20 de julio, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) entregó a sus familiares en la localidad de Biescas (Huesca) los restos de nueve fusilados por el franquismo el 3 de septiembre de 1937 en Jaca. Habían sido enterrados en una fosa común del cementerio jacetano y en el libro de registro como toda anotación constaba “nueve sin nombre”. 

La exhumación se realizó en mayo de 2023 y finalmente todos pudieron ser identificados. De los nueve, siete habían nacido en Biescas: Esteban Aínsa Aso, Maximino Bergua Lalaguna, Ramón Cajal López, Antonio Fanlo Maza, Joaquín Gracia Claver, Nicasio Isabal Cajal y Benito Lalaguna Callavé; los otros dos, Juan Artigas Martínez y Agustín Villanúa Batalla, en las poblaciones oscenses de Agüero e Igriés, respectivamente. 

Detenidos entre octubre y diciembre de 1936, los nueve sin nombre fueron ingresados en el Fuerte de Rapitán y más tarde en el Cuartel de los Estudios, ambos en Jaca. La primera edificación sigue en pie y la segunda ya ha desaparecido.

A mediados de 1937, una explosión derribó tres pilonas de conducción eléctrica en el entorno de Biescas, lo que constituyó una acción republicana de sabotaje para impedir la llegada de electricidad a la fábrica de Sabiñánigo, de acuerdo con el relato del investigador Esteban C. Gómez. La acción fue castigada tomando a los presos como rehenes. 

El 2 de septiembre, el guardia Lorenzo Álvarez nombró a cada uno en la atestada celda y partieron en un camión a la ermita de la Victoria, contigua al cementerio. La mayoría se despidieron por escrito de la familia y al amanecer del día siguiente cayeron ante el pelotón de fusilamiento integrado por falangistas locales. 

Pero el régimen franquista nunca consideraba suficiente la persecución de sus víctimas; así, tras la muerte inicua, los saqueos, las humillaciones, el robo, las represalias de toda índole o la cárcel, llegaban nuevos castigos contra los familiares a través de los tribunales de responsabilidades políticas. A todo ello se sumaba la vigilancia, control permanente y en muchos casos malos tratos en los cuarteles de la Guardia Civil o de la policía. La sed de violencia no tenía límites, nada se escapaba a los vencedores si podían hacer daño, ni siquiera la trayectoria personal de los hijos de los represaliados. 

El 6 de octubre de 1951, el capitán general de la quinta Región Militar ordenó al teniente coronel jefe de la Guardia Civil de la comandancia de Huesca que informase acerca de los antecedentes político-sociales de varios reclutas del reemplazo de ese año de 1951. “Se hace constar -refiere el escrito- que los padres de los reclutas que al dorso se expresan, fueron fusilados por nuestras fuerzas”. 

Asimismo, la autoridad militar interesó “si concurrían en los ejecutados circunstancias de extrema peligrosidad o fueron autores de hechos vandálicos”. Al dorso del oficio constaban doce nombres, entre ellos el segundo de los tres hijos de Agustín Villanúa, también llamado Agustín. 

“Agustín Villanueva -constaba erróneamente en el documento-, padre de Agustín Villanueva Pardina, residía en Biescas antes de la guerra. Simpatizante de los partidos de izquierdas sin significación. Fue fusilado seguidamente de cometerse un acto de sabotaje en la línea eléctrica de Biescas a Escuer. Se desconoce la actuación que pudiera tener en ello”. Había cumplido 28 años. 

Varios reclutas del reemplazo de 1951, sin antecedentes, jamás tuvieron memoria personal de su padre, fusilado como rehén o asesinado por nada. 

Relacionada con estas nueve exhumaciones, la ARMH inició el 17 de julio la búsqueda de dos fosas individuales en el cementerio de Jaca en las que se encontraban enterrados un joven berciano natural de Corullón (León), Jesús Guerrero García, asesinado en enero de 1938; y Fausto Lalaguna Sanromán, nacido en Biescas y asesinado a los 34 años. Sus restos aparecieron al día siguiente y el primero podrá así descansar en el cementerio de su pueblo 76 años después.

Jesús Guerrero García, de 22 años y vecino de Corullón, fue asesinado el 12 de enero de 1938. Formaba parte del Regimiento Zamora número 20 y posiblemente se tratara de un soldado de reemplazo que intentó incorporarse al Ejército Popular de la República y fue fusilado por este motivo, como hicieron varios soldados en esas fechas, también inhumados en el cementerio de Jaca.

Sus restos ya fueron localizados durante la búsqueda y exhumación del miliciano vasco Pedro Asua Zubiaur promovido por el Ayuntamiento de Galdakao (Bizkaia) y desarrollados por la Sociedad de Ciencias Aranzadi en octubre de 2022.

El otro represalido es Fausto Lalaguna Sanromán, de 34 años y vecino de Biescas. En el momento de su asesinato vivía en la Casa Forestal de Panticosa junto a su mujer Rosario Mur Salas y su hija. Fue apresado por los golpistas y asesinado el 2 de mayo de 1937, para ser luego arrojado a una de las fosas del fondo del cementerio municipal de Jaca.

De las 864 fosas contabilizadas en Aragón en el registro del Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática, en 358 no se ha realizado intervención alguna, 124 se encuentran desaparecidas y 57 fueron trasladadas al Valle de Cuelgamuros. Las 325 restantes han sido exhumadas parcial o totalmente o, al menos, dignificadas.