“En el PSOE no nos podemos volver a equivocar”
El socialista Ignacio Urquizu (Alcañiz, Teruel, 1978) es profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. En su carrera política ha ido dando saltos de una institución a otra en poco tiempo: algo más de tres meses como diputado en las Cortes de Aragón, dos meses como senador… para acabar consiguiendo un escaño en el Congreso como diputado por Teruel.
¿Ha comenzado ya la reflexión en el Partido Socialista?
Sí, hemos empezado poco a poco. Lo primero que hemos hecho, que creíamos que era importante, ha sido desbloquear la situación política, permitir que hubiera un gobierno y una oposición para que empezara la legislatura. A partir de ahí, la reconstrucción del Partido Socialista creo que tiene que abarcar varios aspectos. Una primera parte sería hacer mucha pedagogía, explicar lo que hemos hecho. Al mismo tiempo, siempre he pensado que la calidad de una democracia está íntimamente relacionada con la calidad de su debate público. Entonces, para mejorar nuestra democracia también tenemos que generar deliberación sobre conceptos como la democracia interna del partido.
Con ese debate pedagógico y programático hecho, habrá que empezar a poner rostro, cara y ojos al nuevo Partido Socialista. Pero creo que han pasado tantas cosas y de tanta relevancia que esto tenemos que hacerlo con tranquilidad y con pausa. No nos podemos volver a equivocar.
¿En qué se han equivocado?
Seguramente hemos cometido muchos errores, pero llevamos un tiempo haciendo las cosas de forma muy precipitada. Piensa que desde 2011 hasta ahora, en sólo cinco años, hemos tenido tres secretarios generales: Zapatero, Pérez Rubalcaba y Sánchez. Son muchos liderazgos en muy poco tiempo y también hemos estado mucho tiempo debatiendo sobre nuestras ideas: con una conferencia política en 2014, un programa electoral... Seguramente tendríamos que hacerlo todo un poco más tranquilos.
Usted ha expresado que el problema de la pérdida de votos del PSOE no se explica tanto con el eje izquierda/derecha como en que han perdido influencia entre los votantes que podrían considerarse “más avanzados”: los de grandes ciudades, con educación superior, con acceso a nuevas tecnologías… ¿Es más complicado recuperar esos votos que simplemente girar a la izquierda?
Claro, es que a veces el debate se ha simplificado tanto que hemos llegado a decir que el problema es que somos más o menos de izquierdas. Cuando hablamos de un proyecto político, tenemos una cierta idea compartida de qué es nuestro país y también de en qué sociedad queremos vivir. Una de las complejidades que tiene la sociedad en estos momentos es que las demandas ciudadanas no son iguales que hace cuarenta años.
Ahora mismo, no hay que reivindicar un Estado del bienestar, eso ya lo tenemos; lo que hay que hacer es mejorarlo. No hay que asentar una democracia, sino mejorarla. A este escenario se añade una crisis económica que ha generado nuevas brechas, generacionales, tecnológicas, respecto a la visión de Europa, de la inmigración... que han fragmentado mucho más la sociedad.
Entonces, en este escenario complejo, tenemos que ser capaces de definir qué es un proyecto socialdemócrata. La socialdemocracia no es ni ruptura, que es lo que queda a nuestra izquierda, ni mantenimiento del statu quo, que es lo que defiende la derecha. Tenemos que definir muy claramente qué significa reformar esa sociedad mucho más avanzada y fragmentada; es abrir un debate apasionante. Eso no tiene que ver con la izquierda y con la derecha, sino con empatizar con una sociedad distinta.
Por último, tenemos dos Españas caminando: una más analógica, de más de 55 años, que se informa por los medios de comunicación tradicionales, que está seguramente menos formada y menos informada; y otra, más joven, tecnológicamente avanzada, muy formada y muy informada. Y eso se ha traducido en comportamientos electorales distintos: los mayores de 55 años son bipartidistas y los menores de 55 son multipartidistas. Obviamente, tenemos que entender esa España del futuro, pero sin despreciar a la España más mayor o más desfasada, de la que también tenemos que aprender. Nos tenemos que dar un tiempo para hacer un buen diagnóstico. Sin el diagnóstico acertado, será difícil encontrar las soluciones.
Con todo, con o sin sorpasso, con o sin empates, ¿no piensa que PSOE y Podemos están condenados a entenderse en el futuro?sorpasso,
No hace falta hablar del futuro, podemos hablar del presente. Podemos está gobernando en comunidades autónomas y ayuntamientos con el Partido Socialista; en algunos casos, les hemos apoyado nosotros y en otros, nos han apoyado ellos. Si queremos un gobierno de izquierda, lo que tenemos que hacer en el futuro, es conseguir que la izquierda sume 176 escaños. Por ahora, PSOE y Podemos no suman, ni siquiera todas las izquierdas juntas. No es una cuestión de querer o no querer gobernar con ellos; ya lo estamos haciendo.
¿Le preocupa que pueda dar la impresión de que la salida de Pedro Sánchez se impuso para evitar un acercamiento a Podemos?
Es que eso no es cierto. Pedro Sánchez dimite porque pierde una votación en el comité federal en la que proponía celebrar un congreso extraordinario que ya tenía que haberse hecho, por cierto. Él no sale por una estrategia de posicionamiento político respecto a nuestras alianzas. Él sale porque somete a votación del comité federal que quiere hacer el congreso en dos semanas y el partido le dice que no.
¿Hasta cuándo podría extenderse este periodo de reflexión?
No te puedo decir. Sí creo que la pedagogía nos puede llevar tiempo porque la fractura que ha significado para una parte importante de la militancia es relevante. Por lo tanto, hasta que no seamos capaces de recomponer la situación... Pero, no lo sé, ¿cinco, siete, diez meses? No tengo ni idea, no puedo decir una fecha. Además, no es mi cometido. Yo soy diputado y esta decisión le corresponde a la gestora y al Comité Federal.
Mientras tanto, ya ha arrancado la legislatura en el Congreso. ¿Cuáles son sus primeras impresiones?
Hay elementos positivos y negativos. Lo negativo es que tengo la sensación de que el Partido Popular no acaba de entender los cambios. Esta semana lo hemos visto con Fernández Díaz. Eso es no entender la realidad política que hay ahora mismo en las Cortes Generales, lo que significa que te reprueben, la influencia que puede tener la opinión pública...
Lo positivo es que es posible construir mayorías alternativas al Partido Popular para algunas políticas, no digo para todas. Lo hemos visto con la paralización del calendario de la LOMCE y en el pacto de estado contra la violencia de género, donde incluso nos hemos puesto de acuerdo todos. Por tanto, es posible que este parlamento funcione y que se produzca un diálogo entre el gobierno y la oposición o una mayoría alternativa al gobierno que pueda sacar adelante cosas. La fragmentación nos exige hablar mucho entre nosotros, dialogar y pactar. Eso va a generar, con geometrías variables, diferentes tipos de alianzas.
En esta línea de alianzas alternativas al PP, ¿cuáles serían los próximos objetivos para el PSOE en el Parlamento?
Hay una agenda importante de cohesión territorial: tenemos que conseguir que se produzca un diálogo entre el gobierno y las diferentes comunidades autónomas, especialmente Cataluña. La cohesión territorial afecta también a la financiación autonómica y eso es importante porque tiene que ver con la educación, con la sanidad... Una segunda agenda sería de cohesión social, de luchar contra las desigualdades. Y, seguramente, también habrá una agenda para ir recuperando derechos de la ciudadanía, que afecta a la ley de seguridad ciudadana o ley mordaza.
¿Qué posibles alianzas hay en el Parlamento para la agenda de cohesión territorial y de diálogo con Cataluña? ¿Es más complicado el pacto con Podemos?
Nosotros lo que defendemos es que, como es un problema estructural, exige el mayor consenso posible. Tenemos que conseguir una solución aceptable desde el Partido Popular hasta Esquerra Republicana, que seguramente serán los mayores antagonistas. Es una materia que exige un pacto de estado y, si puede ser, también una mayor implicación de la sociedad, porque el problema de Cataluña ha traspasado muchas fronteras y seguramente ha llegado al terreno más difícil, que es el de los sentimientos y los afectos.
¿Cómo ve el conflicto con el PSC?
Yo soy optimista porque en 40 años sólo ha habido tres discrepancias profundas en la votación; no tenemos que magnificar ahora un aspecto muy coyuntural en una relación estructural entre el PSOE y el PSC. Nos hemos dado dos meses de reflexión para solucionar el problema orgánico: cómo dos partidos políticos que son distintos se relacionan, cuál es el rol de cada uno, en qué decisiones participamos de forma conjunta y en cuáles no...
La segunda parte tiene que ver con el modelo de Estado. Ahí tenemos que hacer un diálogo profundo para ver cuál sería la España compartida. Yo creo que con el PSC hay que tener una relación fraternal y federal porque creo que la visión de Cataluña enriquece mucho a España. Todos aspiramos a una España distinta y, en esa aspiración, los catalanes tienen mucho que aportar. Esta segunda parte nos puede llevar un poco más de tiempo.